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20 'llimonas' y un espacio inesperado

La exposición de las esculturas del artista modernista es una buena excusa para visitar el Palau Gomis y descubrir el Museu Europeu d'Art Modern

Exposición de Josep Llimona en el Palau Gomis

Exposición de Josep Llimona en el Palau Gomis / ALBERT BERTRAN

Natàlia Farré

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El 22 de septiembre de 1668, el Ayuntamiento pagó "32 libras y 12 sueldos para las barras de hierro que se pusieron en la boca de la cloaca y también para la barrera". Así justifica el nomenclátor de la ciudad el nombre de la calle de Barra de ferro. Una vía que no pasa por ser una de las más populares y conocidas. Es estrecha y corta, apenas 100 metros. Pero aun así esconde historia y un museo. Y, hasta el 30 de noviembre, también 20 esculturas de Josep Llimona.

Todo buenas excusas para visitar una de las pinacotecas más desconocidas de la ciudad. Antes, una advertencia: que se abstengan los amantes de lo abstracto, porque si algo define al Museu Europeu d'Art Modern (MEAM) es su acérrima defensa del arte figurativo.

La exposición dedicada al gran escultor del modernismo, con comisariado de Natàlia Esquinas, reúne los fondos del centro sobre el autor, los más grandes después de los del MNAC, con piezas tan representativas como el 'Desconsol' y 'Vora l'aigua'. Esta última, largamente buscada por José Manuel Infiesta, el impulsor del museo, y encontrada finalmente en un almacén del grupo Hachette en París. Cosas del arte.

SALÓN NEOCLÁSICO

Para ver la muestra, pequeña, hay que subir al tercer piso, pero luego es obligado, sí o sí, pasar por la planta noble, donde, además de pintura figurativa, luce uno de los pocos salones neoclásicos que se conservan en la ciudad. La que posiblemente fue sala de baile (los relieves de mármol del friso lo insinúan) del Palau Gomis, la casa que se hizo levantar allá por 1791 el acaudalado mercader Francesc Gomis. Lo de acaudalado no es baladí, pues no escatimó en detalles y el resultado fue una residencia tan suntuosa como desafortunada.

No ha sido un palacio con suerte. En 1808, el general de Napoleón Giuseppe Lechi la convirtió en su vivienda cuando entró en Barcelona con 5.400 soldados y 1.500 caballos. Aunque lo peor llegó en 1860, cuando se decidió trazar una vía directa entre la Ciutadella y la Rambla: la calle de Princesa, cuya apertura partió el palacio en dos.

A partir de aquí, todo fueron desgracias para el edificio, que fue mutilado y dividido hasta que en el 2002 lo rehabilitó la pintora holandesa Gertrud D-Trudy Derksen para venderlo. Desde el 2011 alberga el desconocido MEAM.

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