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'Tres anuncios en las afueras': toda la furia del mundo

El director Martin McDonagh retrata al detalle el estado de América y el de la condición humana

Nando Salvà

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La ira es el mal de nuestros días. Todos estamos cabreados con alguien: los de un lado odian a los del otro y los del otro hacen lo propio con los de uno, y ambos bandos odian a los moderados por su equidistancia. Esta película captura ese sentimiento, y lo comprende; y a pesar de hacerlo también reconoce qué destructivo es.

Mientras conduce una excavadora a través de la América profunda y desentierra los ideales descompuestos de un país envenenado, el director Martin McDonagh ofrece una colección de personajes fascinantes y una sorpresa argumental tras otra, y una historia que se complica constantemente y nos niega el confort de las certezas morales y que, mientras tanto, resulta brutalmente violenta, emocionalmente desgarradora y muy, muy divertida a menudo en la misma escena.

Su protagonista, Mildred Hayes (Frances McDormand), vive devastada por la violación y el asesinato de su hija. Siete meses después, la policía no tiene pistas ni sospechosos ni apenas esperanza de cazar al culpable. Y Mildred no aguanta más: por eso alquila tres enormes vallas publicitarias situadas cerca de su casa y las cubre con un furibundo mensaje que critica la inacción policial.

Inmediatamente, los anuncios hacen que los prejuicios, la hipocresía y el sexismo de la comunidad salgan a la superficie. El sheriff Willoughby

(Woody Harrelson) se muestra obviamente molesto, pero su reacción es casi positiva comparada con la de su mano derecha, Dixon (Sam Rockwell), un agente racista y agresivo, y tan palurdo que daría pena de no ser porque da miedo.

Lo que sucede después es un conflicto que se va calentando hasta literalmente quemarse y, en el proceso, provoca cuantiosos daños colaterales.

MÁS QUE SANTOS Y VILLANOS 

Cualquier otra película se habría centrado en resolver el misterio de lo que le pasó a la niña; esta, en cambio, prefiere evaluar el coste espiritual que una tragedia inimaginable impone a un grupo de seres humanos. Y lo hace sin reducir los personajes a meras representaciones de santos y villanos sino reconociendo la complejidad de todos ellos y dedicándoles compasión y empatía ilimitadas, pero no a pesar de sus instintos más bárbaros sino precisamente a causa de ellos.

Lo más sorprendente de 'Tres anuncios en las afueras', en todo caso, es que mientras habla de todo eso derrocha un humor tan corrosivo que podría agujerear la pantalla; y que logra que la comedia y el drama no se limiten a coexistir sino que directamente se confundan para ofrecer un absorbente retrato de lo peor de la condición humana y de lo mejor de ella, y también de todo lo que hay en medio. 

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