CINE

Carne y delirio

El nuevo 'thriller' erótico de François Ozon combina intrépidas fantasías sexuales, giros imposibles y homenajes a Cronenberg y De Palma

CARNE Y DELIRIO lo+ lo-_MEDIA_3

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Nando Salvà

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'El amante doble' empieza con un primerísimo primer plano de algo rosado y carnoso y suave, que parece tejido blando cerebral o el interior de una boca hasta que la cámara se acerca aún más y el clítoris de una mujer se hace visible en la parte superior de la pantalla, así como los dispositivos ginecológicos utilizados para mantener su vagina abierta. Es una forma rotundamente explícita de iniciar una película incluso antes de que el director François Ozon encadene la imagen con la del globo ocular de la joven, dejando clara así la relación entre su sexo y su psicología.

Chloe (Marina Vacth) sufre inexplicables dolores de estómago que podrían ser psicosomáticos y por eso visita a un psiquiatra, Paul (Jérémie Renier), a cuya consulta parisina se accede a través de una de esas escaleras de caracol que solo existen en las películas sobre gente que pierde la cabeza. Y antes de lo que uno tarda en pronunciar las palabras "negligencia profesional" ambos están viviendo juntos en un lujoso apartamento.

Pero ella siente que él le oculta algo. Pronto descubre que Paul tiene un gemelo idéntico llamado Louis, también psiquiatra, y empieza a consultarle bajo un nombre falso. Y entonces, a medida que Chloe ahonda en el pasado de los hermanos, los secretos y el misterio empiezan a amontonarse.

Lo que sucede a partir de entonces convierte 'El amante doble' en un melodrama psicosexual delirantemente pasado de vueltas en el que nada es lo que parece, y cualquier cosa podría pasar, y todo es deliberadamente absurdo; y en el que afloran en toda su obviedad las referencias al cine de Brian De Palma y 'La semilla del diablo' (1968) y, sobre todo, a 'Inseparables' (1988), el 'thriller' surrealista de David Cronenberg sobre dos ginecólogos gemelos que compiten amatoriamente entre sí.

La nueva película, eso sí, recurre menos al terror corporal que aquella obra maestra, algo que compensa incluyendo más escenas de sexo, entre las que destaca por su creatividad una en la que Chloe se desdobla por la mitad para satisfacer a los dos hermanos en un glorioso 'ménage à quatre'.

Podría acusarse a Ozon de misógino -después de todo, parece sugerir que todo cuanto Chloe necesita para curarse de lo suyo es un buen meneo- de no ser porque la película en ningún momento pretende ser tomada remotamente en serio. Prefiere deleitarnos con sus generosas dosis de humor negro y sus imposibles giros narrativos, y esa actitud orgullosamente 'trash' que promete convertirla en obra de culto. 

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