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'Alanis', mujer, mamá y puta

Lo nuevo de la argentina Anahí Berneri es un certero retrato de quienes se ven abocadas de ejercer la prostitución

Nando Salvà

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Considerando la cantidad de prejuicios que siguen aflorando cada vez que hablamos de prostitución, de entrada merece un sonoro aplauso toda aproximación al asunto tan testarudamente dedicada a evitar sentimentalismos y moralismos como 'Alanis', retrato tanto de la constancia del amor materno como de las desoladoras situaciones a las que están sometidas las mujeres en situación de vulnerabilidad. Para llevarlo a cabo, la argentina Anahí Berneri en concreto captura tres días en la vida de una joven madre, trabajadora del sexo, que sufre la hipocresía de las leyes que en teoría existen para protegerla.

Alanis vive en un apartamento con su pequeño hijo Dante y una compañera de trabajo que la ayuda a cuidar al niño cuando ella atiende a los clientes. Cuando dos policías encubiertos irrumpen en la casa y detienen a su amiga, Alanis se encuentra de repente en la calle, sin dinero, teléfono móvil ni siquiera un pañal para Dante.

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Para ellos empieza entonces un vía crucis a través de camas prestadas, trabajos miserables y conflictos con las autoridades, la burocracia estatal, los clientes infames y las colegas que defienden con violencia su pedazo de calle.

PLANOS 'RENACENTISTAS'

Aunque sin explicitar, Berneri plantea a través de su heroína la necesidad de dignificar el oficio más antiguo del mundo en un país, Argentina, en el que prostituirse es legal pero los burdeles no lo son. Esta paradoja empuja a muchas mujeres al tipo de precariedad que azota a Alanis, abandonada con un niño en las calles de una ciudad que puede ser increíblemente hostil.

Teniendo todo eso en cuenta, 'Alanis' podría fácilmente haber caído en el miserabilismo tan habitual en el cine social, pero no es el caso. Berneri en todo momento encuentra el modo más bello de capturar ese universo, y de hecho muchos de los planos de la película están diseñados a la manera de pinturas renacentistas.

Asimismo, a pesar de ir acumulando humillaciones y vejaciones, Alanis en todo momento se mantiene con la cabeza alta, sin plantear queja sobre nada ni nadie. Sus posibilidades son limitadas, sí, pero ella siempre se muestra fuerte, y constante en su capacidad para no sucumbir a la desesperación ni dejar que su situación defina quién es ni qué conexión posee con Dante.

Más aún, sin necesidad de caer lo ilusorio, Berneri acaba abriéndole una puerta a la esperanza, a la posibilidad de que quizá, en alguna parte, para cada uno haya una familia esperando; una tal vez atípica y frágil y titubeante, pero indudablemente real.

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