ACTIVIDAD EN AUGE

Leyendo con bisturí

A algunos lectores les basta con evadirse entre letras. Otros, en cambio, necesitan diseccionar: meter el libro (y al autor) en el quirófano y abrir. Los clubs de lectura les permiten hacerlo

club de lectura librería Atzavara con Jordi Puntí

club de lectura librería Atzavara con Jordi Puntí

Imma Muñoz

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Hace cinco años, Albert Josa y Berta Nogué se quedaron una pequeña librería de barrio y la hicieron subir un escalón. Desde que está en sus manos, Atzavara (Escorial, 94) es más que una librería: sus escaparates son un interesante ejercicio de prescripción, con una atención muy especial a la literatura infantil, y el interior es un foco de dinamización cultural para sus vecinos. El sofá verde que en los días normales descansa en un rincón del local acomoda, en los días especiales como hoy, a visitantes que llegan con historias bajo el brazo. Pueden ser conferenciantes, cuentacuentos o, como en esta ocasión, autores dispuestos a permitir que se diseccione (y hasta se cuestione) su obra en el club de lectura mensual que acoge el espacio.

Barcelona bulle de actividades como esta. Solo en la red de bibliotecas hay 1.200 personas apuntadas al centenar de clubs que están en funcionamiento, a los que hay que sumar los que organizan librerías, centros cívicos y grupos de aficionados que contactan a través de plataformas como MeetUp. Porque, ¿qué hace falta para montar un club de lectura? La asistencia al de Atzavara nos permite detectar los cuatro elementos imprescindibles de estos quirófanos literarios.

1. UN AUTOR 

No vale cualquiera: tiene que ser uno dispuesto a escuchar y a aceptar críticas. Y mejor si hace alguna confesión que pueda sorprender a la audiencia. Jordi Puntí, que fue quien se sentó en el sillón orejero de Atzavara a hablar de su último libro, la antología de cuentos 'Això no és Amèrica' (Grup 62; en castellano, editado por Anagrama), cumplió los requisitos a la perfección. Tiene experiencia: «Con 'Maletes perdudes' participé en más de 40. Pude ver personalmente a más de mil lectores. Me gusta participar en ellos porque me permite entender mejor cómo lee el público lo que yo escribo. Y eso me parece importante».

2. UN DINAMIZADOR 

Aquí, dinamizadora. Susanna Àlvarez conduce varios clubs de lectura en la ciudad, y también fuera de ella. En Atzavara, uno al mes, desde hace tres años, especializado en cuentos. Ella elige títulos, contacta con los autores para que vengan (o a veces con traductores, editores o ilustradores, si el libro lo merece) y rompe, con su desparpajo y sus trabajadas preguntas al autor, el hielo de la timidez inicial. Una pieza fundamental, también por la calidez con que saluda a los asiduos, para que el bisturí penetre con dulzura.

3. EL PÚBLICO 

Tal vez lo ideal sería decir «los lectores», pero en Atzavara comprobamos que no todos los asistentes han leído el libro. Josep Maria Bes, uno de los fieles, lo lleva bien estudiado, como demuestran los comentarios que hace a Puntí («soy muy disciplinado, y me gusta aprovechar la oportunidad de tener al autor aquí», explica). Teresa Rodríguez, en cambio, ha venido más para descubrir que para diseccionar. «Me he propuesto el reto de leer en catalán, y me ha parecido un buen inicio», sonríe. Ese es otro objetivo fundamental de los clubs: incitar a lectura. En esta sesión, las estadísticas se cumplen: las mujeres son mayoría (60%), aunque hablan más ellos.

4. EL ESPACIO 

Cualquier lugar donde se pueda hablar con calma es bueno («yo he participado en clubs de lectura que no son más que cenas de amigos a las que te invitan para comentar el libro contigo», revela Puntí), pero siempre supone un plus hacerlo allí donde se respira amor por la literatura. Como en el círculo virtuoso que se crea en l'Atzavara mientras la actividad normal de la librería (con clientes que entran y salen, algunos de los cuales se asoman a ver qué hace esa gente ahí reunida) sigue a buen ritmo. Y que dure.