ACÚSTICO

Un regalo de África

Seydu huyó de Sierra Leona como polizón y lo que recauda con su música lo destina a la oenegé que fundó en su país

Núria Martorell

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Dar y recibir. Con la misma facilidad con la que él sonríe. Porque a Seydu le cuesta bien poco derrochar sonrisas. Y generosidad. Y despertar cariño. Pero, ¿quién es Seydu? “Soy un músico trovador de África Occidental, nacido en Sierra Leona, en su capital, Freetown, llamada así porque acogió a los siervos libres tras la abolición de la esclavitud. Un artista que camina por el mundo, que aprendió mucho, y que decidió volver a su tierra natal para devolver a los suyos todo lo que recibió. De ellos, y de lo que ha adquirido durante su transitar".

Seydu, que vino como polizón a España y fue descubierto por Kiko Veneno y Raimundo Amador mientras tocaba un tambor de hojalata en El Retiro (todo esto lo explica después), fundó en su maltratado país una escuela-taller. Buena parte de lo que recauda de sus discos y de sus conciertos va destinado a brindar a los niños de ese país del que él huyó la posibilidad de un futuro mejor.

INTERCAMBIOS

Seydu anda ahora presentando su tercer álbum, ‘Sadaka’, que en la lengua franca de Sierra Leona significa regalo. “Esa es la grandeza del pueblo africano que siempre reivindico: no se trata de tender la mano para recibir del colono. Mejor si entre nosotros podemos hacer intercambios, volver a la vida de entonces, ‘yo cosecho arroz, tú pimientos, yo te regalo arroz, tú me regalas pimientos… Y seguimos vivos, alegres”.

La pasión musical la tiene trenzada en su ADN. “A mi abuelo le llamaban ‘El calendario’ porque actuaba todos los días del año, acompañándose de instrumentos que él mismo fabricaba. Lo mismo que hizo su hija, mi madre. Él fue quien montó la National Danstroup de Sierra Leona, una formación que alberga a todas las culturas y etnias. La nuestra es la fuhala mandinga: trovadores que acompañan al ganado, la que hace los trabajos más duros”.

DE POLIZÓN A TRIPULANTE

A la temprana edad de 12 años, Seydu decidió que sus horizontes tenían que ser otros. “Fui polizón de un barco mercante que partió hacia Canarias. El capitán, Fayula, un hombre mayor, me dio una bofetada de realidad. Me dijo que tenía dos opciones: echarme por la borda y así no tener que dar explicaciones a nadie o convertirme en alguien de la tripulación. Empecé trabajando de camarero. Y siempre andaba cantando”.

Seydu recuerda que dos de sus compañeros, que también querían colarse en el barco, no lograron el objetivo. “Era de noche, hacía muchísimo calor, el barco estaba atracado en el puerto, bajamos por la cadena del ancla y luego solo yo aguanté, pero porque era el más pequeño de los tres y no sabía cómo salir de ahí. Permanecí así tres días seguidos, sin comer ni beber. El barco salió a alta mar y pude esconderme en la proa, hasta que el contramaestre olió que había alguien y vi como en la oscuridad una luz y una voz se dirigían a mí de forma agresiva. Estaba asustado. Deshidratado. El señor me agarró por las manos y mientras me llevaba hasta el capitán, oía que todos me gritaban ‘polizón, polizón’, y yo no sabía siquiera qué quería decir esa palabra”.

Durante año y medio trabajó a bordo. “Era al chico más querido del barco”. “Pero la embarcación tenía que repararse y el capitán me planteó si realmente quería seguir siendo marino. Me fui a Andalucía. Tenía a un tío viviendo ahí, era pescador, y también me preguntó qué era lo que realmente quería hacer con mi vida. Me animó a irme a Madrid a estudiar. Me dio 500 pesetas para el viaje. Pero lo pasé realmente mal durante cinco largos años”.

{"zeta-legacy-image-100-barcelona":{"imageSrc":"https:\/\/estaticos.elperiodico.com\/resources\/jpg\/6\/4\/1476989566146.jpg","author":null,"footer":null}}

"¿DÓNDE ESTÁ EL POLLO?"

Con lo que encontraba en las basuras, fue construyendo instrumentos. Necesitaba tocar. Cantar. Empezó a actuar en las calles. Por fin pudo pagarse una pensión. “Y un buen día, mientras tocaba en el parque del retiro un tambor de hojalata que me había hecho y con dos palos que había cogido de un árbol, se me acercaron dos tipos extraños, uno con un color de piel más oscura que el otro. Y me soltaron: ‘¿Te vienes a cantar con nosotros?’ Bueno, primero mejor que vayamos a comer algo’. Eran Kiko Veneno y Raimundo Amador, que estaban juntos preparando el disco ‘Échate un cantecito’. Evidentemente, me fui con ellos, claro. Fue la primera vez que entraba en un restaurante, que me daban una cosa rara que resultó ser la carta. No entendía nada. Se dieron cuenta y me preguntaron, ‘¿tú qué quieres comer?’. ‘Pollo y arroz’, contesté. Se echaron a reír. Cuando me trajeron el plato, con una pechugita ridícula, pregunté ‘¿dónde está el pollo?’. Lo esperaba entero, como en mi tierra. Todavía nos reímos de ese episodio”.

Seydu se fue a Sevilla con ellos. Les acompañó en los conciertos. Y empezó a conocer y luego colaborar con artistas como Ketama, Santiago Auserón, Alejandro Sanz, Elefantes, Albert Pla y Serrat, que merece, dice, capítulo aparte.

SENSIBILIDAD COMPARTIDA CON SERRAT

“Fue Auserón el que me dijo que Serrat tenía una canción, titulada ‘África’, y que quería que yo colaborara. Me llevé mis arpas, mis instrumentos, y me puse a tocarlos todos en el estudio. Serrat me dijo: ‘¿Cómo puedes sacar cosas tan sensibles, hacer aflorar tanta sensibilidad, de cosas tan simples, rescatadas de la basura, del desecho humano?’. ‘Esto es África’ -le contesté-. Un lugar donde no vas a comprar las cosas, sino que las tienes que crear. Y, si me apuras, reciclando cosas a las que la humanidad pierde el respeto, las rechaza o abandona, cuando son tan útiles para otras muchas personas. En Catalunya siempre me han recibido con los brazos abiertos. Y todos los músicos de mi banda son africanos que viven en Catalunya”.

En su nuevo disco todo gira alrededor de la idea de dar y recibir. “Con Lokua Kanza cantamos ‘Smile’, otra de las cosas que el ser humano siempre debería regalar. La sonrisa brota del alma”.

JUSTICIA CON EL PUEBLO SAHARAUI

Otra pieza que quiere destacar es la que cierra el trabajo. ‘Desert Rose’, en la que comparte micrófono “con alguien muy importante: Mariem Hassan –introduce- . Una gran luchadora del pueblo saharaui. Con su voz intentó dar visibilidad a su sufrimiento, hasta el fin de sus días. Se fue al cielo. Y dejó esta última grabación conmigo, en la que habla de los hijos huérfanos del mundo. El pueblo saharaui nunca ha conseguido ser reconocido como tal. Solo aspira a extender raíces sobre su propia tierra. A recuperar su dignidad. El respeto. Mariem hizo todo cuanto pudo para que el mundo ayudase a este pueblo que España abandonó a la deriva. Esto es lo que cuento en la canción, 'Desert rose'. Así le llamaba yo a Mariem”.

LA CLAVE ESTÁ EN LA FORMACIÓN

En España Seydo se formó en el Conservatorio. Y hace diez años, tras 20 de ausencia, regresó a Sierra Leona. “Necesitaba compartir todo lo que había conseguido en Occidente. Y ayudar a empoderar a los más pequeños a través de la música y de la cultura. Dotarles de oportunidades para que en el futuro sean parte del pueblo de Sierra Leona sin necesidad de huir. Quiero enseñarles a valerse por sí mismos e impedir que acaben siendo niños explotados. En los talleres de Diamond Child School of Arts and Culture me acuerdo mucho de mi madre. Me dio el regalo más bonito: la vida. Murió el año pasado y le dedico el disco. Era la persona más bondadosa que he conocido. De ella aprendí que conviviendo con los demás no solo no pierdes nada, sino que ganas muchísimo. Mi madre llegó a cuidar a 25 niños, hijos de amigas que le decían, quédate con mi niño un rato que me tengo que ir a Liberia, por ejemplo. Nunca volvían. Vivíamos todos en casa. Ella fue la madre de todos. Así que yo solo hago que  preservar su legado”.

En su oenegé conviven 420 niños, “sobre todo niñas, que comen y aprenden a valerse por sí mismos”. Les enseña los pilares para que puedan construir una vida digna. Entre sonrisas. Y, cómo no, fabricando instrumentos.