LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS

Plata Bistró: que no se aburra nadie

Este restaurante ha cerrado

El cocinero Víctor García proyecta la carta en una pared, versión moderna de la pizarra

Restaurante Plata Bistro

Restaurante Plata Bistro / periodico

Pau Arenós

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El lema de Plata Bistró podría ser: «Que no se aburra nadie». El primero que evita el hastío es el cocinero Víctor García, dueño de este restaurante de Sant Antoni en el que se han fijado los árbitros gastro de la ciudad. Entro con esperanza y arrugo la nariz por el olor a frito. ¿Problemas de extracción? Seguro que lo solucionarán de inmediato. No es un antro oleoso, sino una agradable casa de comidas con platos con calado.

El juego de los hermanos García, con Mario en la sala, es la carta móvil, que proyectan en la pared, un recurso eficaz y llamativo al que llegaron por casualidad. Cuelgan un cuadro de Bigas Luna; otro del artista Alejandro Monge (atención: junto a la cocina; préstamo del padre, director de museo y comisario de exposiciones). Un calamar gigante grafiteado flota en una pared.

Como bien y de nuevo me llevo un chasco con el precio: se supone que este es un lugar en el que desembolsar 25-30 euros, según los cálculos de los dueños, y suelto 42 sin contar las bebidas (12,50 el menú de mediodía).

Pagar 9 euros por un rectángulo de bonito en escabeche es un exceso. Jugoso -metido en un escabeche ligero en el que mojar el pan de Yellow Bakery-, solo da para un par de castos mordiscos.

La misma idea de la carta iluminada sobre la cocina podrían aplicarla a la de vinos, con pocas referencias. Un par de copas de Figuero 4 en recuerdo del Figuero Viñas Viejas que bebí en Lluritu.

El plato que más disfruto es la tortilla abierta con ostras (invitación de la casa), que se inspira en un viaje a Tailandia. Babosa, cocinada a la unilateral (ep, ¡sin ánimo político!), con carnosos moluscos y salicornia. «Todo muy yodado», suelta el chef.

Cuando la pruebo aún no está en la carta y cuando se publique esta crónica a lo mejor ha dejado de estarlo. Víctor compra para un número determinado de raciones («30 o 40») y cuando se acaban, adiós. ¿Serán capaces de esa radicalidad o cederán a la comodidad de los éxitos?

En su punto, el bacalao con olivada y tomate, en el que anuncian un picante que no noto. El pichón con trompetas de la muerte es para salir en procesión. Y alabanzas para el postre, versión de temporada de un clásico: tarta 'tatin' de membrillo con 'chantilly'.

Nacido en Fraga, heredero del bar Plata de Teruel y de los callos de la abuela Lola, Víctor ha vivido la escuela de grandes restaurantes de Madrid, el País Vasco y Suiza. En julio disparó esta bala con metal precioso. En Barcelona, La Plata es un legendario restaurante esquinero cerca de la basílica de La Mercè donde el pescadito es religión. Que nadie se confunda.

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Al cocinero le tienta lo «clásico», «lo tradicional», la ruleta rusa del mercado, donde no siempre tienes lo que necesitas, sino lo que da el tiempo, y este clima atolondrado en el que vivimos.

De nuevo, como pasó antes de la crisis del 2008, chisporrotea una generación de cocineros con casas de comidas sin alardes decorativos (en una ciudad en la que inversores gastan millones en establecimientos bellos y hueros).

La semana pasada escribí sobre L'Artesana. También he tenido líneas para Teòric. Buenos humos en el horizonte.