VIVA LA BARRA

¡Levanta el culo y come de pie!

Lugares donde podrás alimentarte sin necesidad de utilizar esa cosa absurda y anticuada llamada silla

¡Levanta el culo! [come de pie]_MEDIA_4

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ÒSCAR BROC

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Hay estudios que aseguran que comer de pie engorda y contribuye a la generación de flatulencias. La ciencia siempre tan aguafiestas. No dejes que ningún informe sesudo te quite este pequeño e inmediato placer, pues mascar de pie es sinónimo de bullicio, movimiento y gresca. Hay que utilizar codos, ganar la posición, hablar a gritos, amontonar platos… ¡sudar la camiseta! Lamentablemente, Barcelona es una ciudad arisca con la cultura del comensal erectus, pero se pueden encontrar trincheras de la incomodidad con mejor pienso que muchos restaurantes de tapete. ¡Todos en pie!

CACHETE CON CACHETE

Si las sillas te producen urticaria, las planchas de Can Paixano (Reina Cristina,7) pondrán a prueba tus articulaciones con grasa y colesterol a chorro. Sus bocadillos de panceta, chistorra, lomo y lo que el tocino disponga son pornografía dura. También sus quesos y raciones de embutido. Todos los pecados se comen de pie, además, y llegan acompañados de un espumoso rosado de la casa que recomiendo evitar si tienes que volver a la oficina y deseas conservar tu trabajo.

Por cierto, si por alguna razón has acabado en Gràcia y has decidido cenar las tapas y platos caseros de La Gata Mala (Rabassa, 37), ponte unas deportivas con cámara de aire, porque zamparás de pie seguro, sentirás el aliento de los peregrinos en la nuca y serás bendecido con un regalo inhabitual en Barcelona: la casa regala una tapa con cada caña.

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¿Mucha prisa y poca pasta? En The Dog Is Hot (Joaquín Costa, 47) te podrás hinchar a perritos calientes de autor de pie, en el mismo restaurante. Piensa en una fórmula parecida, pero en lugar de 'hot dogs' introduce arepas en la ecuación y tendrás algo parecido a La Taguara (Rec, 10). En la arepería oficial del Born no se sienta nadie pero come todo el mundo. Igual que en El Pachuco (Sant Pau, 110), cuya clientela tampoco tiene por costumbre acomodar el trasero. En esta magnífica taquería mejicana, a la que acuden muchos mejicanos, se devoran tacos de verdad, nachos de verdad, guacamoles de verdad… y se apuran margaritas y micheladas de campeonato. 'Streetfood' en estado puro en un recinto techado.

COMER PEGADOS ES COMER

Subamos las apuestas. Y el nivel de incomodidad. En el veterano El Xampanyet (Montcada, 22) -desde 1929- tendrás que moverte como un pívot de la NBA en la pintura; codos afilados y culo hacia afuera para apartar guiris. Si consigues hacerte fuerte en alguna baldosa, tira de anchoas, sardinas, alcachofas, bonito en escabeche, montaditos de jamón y tortilla y, por supuesto, del veneno de la casa: ese champancito que enrojece el semblante y aviva el espíritu.

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Subamos más el nivel, pero por Dios, sigamos igual de incómodos. Toca El Vaso de Oro (Balboa, 6), en las alturas de la Barceloneta. En su larguísima barra hay algunos taburetes, pero el grueso de la abundante clientela prefiere mantenerse con los pies en el suelo, la mejor forma de saborear sus colosales cañas y sus tapas y platitos legendarios, como ese solomillo con foie que ha arrancado más lágrimas que el final de Los Puentes de Madison.

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Sería imperdonable olvidarse del pescado frito -otra liga-, la ensalada de cebolla y tomate, las anchoas y la butifarra que el bar La Plata (Mercè, 28) factura para comensales de paso. La ocupación eterna de sus cuatro mesas ha convertido en tradición lo de apoyarse en la barra. Igual que en Quimet & Quimet (Poeta Cabanyes, 25), un santuario donde el calvario de encontrar sitio es proporcional al placer de su cocina en miniatura: unas conservas increíbles, quesos celestiales, bocados cósmicos hechos con la mejor materia prima imaginable que hipnotizan a legiones de turistas y gourmets. Es comprensible que tengas que catar su maná de pie: si hubiera sillas te quedarías allí viéndolas venir hasta el infinito y más allá.