Los restaurantes de Pau Arenós

L'Eggs: la era del huevo

[Este restaurante ha cerrdo]

Carlos Melián, Ángel González y Paco Pérez en la puerta de L'Eggs. Foto: Jordi Cotrina

Carlos Melián, Ángel González y Paco Pérez en la puerta de L'Eggs. Foto: Jordi Cotrina

Pau Arenós

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La era del huevo ha llegado para quedarse, en paralelo a la del 'hot dog', aunque el perrillo aún no ha mostrado lo suyo con plenitud.

El modelo lo ha iniciado Paco Pérez, con los dueños de la hamburguesería La Royale y un local con el nombre empollado en inglés: L’Eggs, que podría parecer una expresión del asco pero exalta la albúmina.

Hace cuatro años, al escribir sobre el Vivanda de Jordi Vilà, reclamaba una revolución que rescatara a la tortilla de la ignominia y desde entonces he tenido la seguridad de que, un día, las cáscaras conquistarían la tierra. En solitario durante años, pionero y modesto, Joan Antoni Miró y su bar, Les Truites.

L’Eggs está en el 'rovell de l’ou', el paseo de Gràcia, y es otro 'quítate-tú-pa-ponerme-yo': antes estuvo el Fernández y Els Jardinets de Gràcia, con Isma Prados como efímero inquilino.

Paco y los tres socios se enfrentan a un local grande y complicado –aún no saben qué harán con la enorme plata baja, ¿un club?— si bien tienen a favor la privilegiada ubicación.

Con inteligencia, han instalado una barra de cócteles en la entrada, lo que recoge la sala, dirigida por Carlos Melián.

En pocos años, al cocinero de la tramontana se le ha complicado la vida, la agenda y las revisiones del coche: Miramar en Llançà, 5 en Berlín, Enoteca, La Royale y ahora L’Eggs en Barcelona. Si fuera gallina sería una gran ponedora.

Para ordenar el corral, Paco ha contado con la colaboración de Ismael Alonso, experto en aperturas y riojano abarcelonado como el responsable de la cocina, Ángel González.

La decoración, de Azul-Tierra, es atrevida, una mezcla de club inglés y de granja, paja y madera. Pan de Triticum y agua filtrada y embotellada en el establecimiento, solución ecológica que cada día contará con más seguidores en la hostelería.

Paco saca la sartén: “Me encanta el huevo frito, es mi desayuno preferido. Un producto muy nuestro, versátil, con buen cuerpo”. Permite más combinaciones que una chaqueta reversible. ¿De cuántas formas se puede preparar? ¿Visible o invisible, protagonista o secundario?

Dejé a un lado el 30% 'deshuevizado' de la carta y cacareé de placer con las croquetas de yema (¡diana, hallazgo!); con las alitas de pollo con salsa teriyaki y mojo picón (no necesita el mejunje japo); con el revuelto de ibéricos (bien hecho, como este, es genial; de forma chapucera, una plasta); con la 'escudella' (sí, hace calor, ¿y qué?); con la 'torti-pizza', una coincidencia, también de nombre, con la que prepara en su casa algún experto en gastronomía (tomate, mozzarella, 'cansalada' y albahaca); con la tortilla de queso comté (corta de queso) y con el huevo a baja temperatura con salchichas y 'espardenyes'.

Carta de vinos demasiado breve, compensada con el buen uso de los mágnums, que sirven en jarritas. Despegué con El Hombre Bala. No encontré el tinto Gallinas & Focas ni el blanco Qué Bonito Cacareaba. Son aves para esta gallera.

Para destacar, para llamar la atención, para ser singular hay que especializarse. El huevo es un mundo; media docena, una galaxia. Estrellarse con este formato sería de torpes.

Atención: huevos de pata, gallina y codorniz de Ous de Calaf y Genuinus.

Recomendable para: los amantes de la huevería.

Que huyan: los que se ponen nerviosos con el amarillo.