TURISMO CON HUMOS

10 chimeneas con historia

A finales del siglo XIX y principios del XX, el aspecto de Barcelona no era muy distinto al de Manchester y su 'skyline' estaba punteado de chimeneas de fábricas de todo tipo

Chimeneas de Barcelona: el humo hecho arte urbano

Chimeneas de Barcelona: el humo hecho arte urbano / periodico

Inma Santos Herrera

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Esas estructuras verticales, en otro tiempo un indicador del apogeo económico de la ciudad, hace ya muchos años que no emanan vapor ni humo. Algunas siguen adosadas a las naves de sus antiguas fábricas; otras han quedado aisladas en plazas o rincones como vestigios solitarios del pasado industrial de una Barcelona que, volcada en el turismo de masas, a veces parece olvidar lo que fue: una ciudad fabril. Con el tiempo, las olvidadas chimeneas se han ido resignificando y han pasado de ser un elemento funcional a un elemento patrimonial y de arte público. La mayoría emergen en los distritos de Sant Martí, aunque solo hay que alzar la vista para hallar vestigios en el Eixample e incluso en Gràcia. 


1. FECSA ‘GRUPO MATA’ 

SÍMBOLO DE LA CLASE OBRERA

En la avenida del Paral·lel se alzan las  tres chimeneas imponentes del Grupo Mata, conocido también como La Canadiense. Su construcción se inició en 1883, dos años después de la fundación de la Sociedad Española de Electricidad, aunque sus chimeneas trillizas de 60 metros son posteriores y solo trabajaron juntas de 1912 a 1989, pues no se construyeron a la vez. La primera es de 1896, cuando la empresa ya se llamaba Compañía Barcelonesa de Electricidad. La segunda se alzó en 1908 y  la tercera, en 1912. A la sombra de los tres gigantes, hoy territorio de skaters, y entre las paredes de la antigua fábrica tuvo lugar en 1919 la "huelga de la Canadiense", un éxito en la lucha por los derechos laborales: duró 44 días y reportó una mejora salarial, la readmisión de obreros despedidos y la jornada laboral de ocho horas.  


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2. ANTIGUA FÁBRICA BAYER  

LADRILLO A LADRILLO

En el corazón del Eixample, entre las calles de París, Viladomat, Còrsega y Calàbria, emergió en el 2010 uno de los interiores de manzana más grandes del distrito (3.880 metros cuadrados). Allí se erigía el edificio que la multinacional alemana Bayer adquirió en los años 40 y destinó a la producción de la aspirina hasta que la empresa decidió en el 2003 cerrar la histórica fábrica. El edificio, diseñado en 1916 por Miquel Madorell i Rius, pertenecía al movimiento artístico Sezession, que tuvo su máximo esplendor en Austria a principios del siglo XX y cuyo equivalente en Catalunya sería el modernismo. Del edificio, registrado en el catálogo de patrimonio arquitectónico de la ciudad, solo quedaron en pie dos elementos como testimonios del pasado: la fachada principal y la chimenea de obra vista, desmontada ladrillo a ladrillo y reconstruida después pieza a pieza.


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3. VAPOR PUIGMARTÍ

HUMO Y RUMBA CATALANA

En la plaza del Poble Romaní, en Gràcia, se alza solemne la única chimenea del siglo XIX que aún se mantiene en pie en el distrito: la de la fábrica textil Vapor Puigmartí, que dio trabajo a unas 500 personas y que en sus años de esplendor llegó a contar con 120 telares mecánicos y 800 trabajadores. Fue la segunda planta fabril que se instaló en la zona en 1839, dos años después del Vapor Vilaregut (Vapor Vell) y cesó su actividad tras incendiarse en 1876. En la base cuadrada de su chimenea de obra vista, única superviviente, destacan dos inscripciones, una al fundador de la fábrica y otra, a Gato Pérez, una de las figuras más relevantes junto con Antonio González, 'El Pescaílla', de la rumba catalana, nacida en este barrio estrechamente relacionado con el pueblo romaní y al que rinde homenaje la plaza donde se alza la Puigmartí.


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4. CAN BATLLÓ  

DE LA LUCHA OBRERA A LA VECINAL

En 1880, los hermanos Batlló trasladaron su empresa de producción textil de la Escuela industrial al barrio de la Bordeta, para evitar ataques anarquistas. El gigante fabril ocupaba nueve hectáreas –entre Gran Via, Amadeu Oller, Constitució, Parcerisa y camino de la Cadena- y constaba de 19 naves, todas en pie, rodeadas por un muro ya desaparecido. En el interior, entre los bloques 7, 8 y 11, sale al paso una estructura octogonal de ladrillo sobre la que se alza una imponente chimenea circular. Una auténtica atalaya de 47 metros de altura que ha sido testigo de la transformación de Can Batlló: primero, en el siglo XIX, fue bastión fabril; en la posguerra -tras un paréntesis de colectivización obrera- fue parte de un imperio empresarial textil; desde 1964, una especie de polígono industrial, y a partir del 2011, tras más de 30 años en desuso y reivindicaciones, en un espacio de gestión vecinal que se ha convertido en un foco de actividad social y cultural al abrigo de su chimenea.


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5. CAN FOLCH  

HARINA, HIELO Y ALCOHOL

"Esta chimenea, construida entre los años 1898 y 1900, ha sido restaurada para que quede en Nova Icària como testimonio industrial del barrio", dice la leyenda de la placa colocada en la base de la solitaria chimenea de 54 metros de altura que emerge en los jardines Atlanta (calle de Salvador Espriu), en lo que fue el solar de la fábrica Folch. Es el último vestigio de acero y ladrillo en esta zona de  la antigua Manchester catalana sobre la que se asienta el barrio de la Vila Olímpica. Los orígenes de Folch, Albiñana y Cia se remontan a 1882. Fue ideada para instalar una harinera, pero acabó acogiendo una destilería de alcoholes industriales obtenidos a partir de cereales. En 1893 se construyó una fábrica de hielo y, cinco años después, una harinera, hasta que cerró en 1970 y fue derribada en 1987. 


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6. SANT PAU DEL CAMP  

DE LA FÁBRICA AL JARDÍN

Aunque el Raval se empezó a urbanizar en masa a finales del siglo XVIII con fábricas y viviendas obreras construidas sin planificación previa, cuesta descubrir restos industriales en la zona, si bien podemos encontrar algunos pequeños enclaves como el de Sant Pau del Camp, del que solo se conserva una esbelta chimenea cónica de obra vista en los jardines del monasterio benedictino que le da nombre. Esta vigía solitaria fue el pulmón de la antigua Fábrica Can Ricart, uno de los últimos edificios fabriles levantados en Ciutat Vella –reconvertido en polideportivo-, situado entre la calle de las Tàpies, Sant Oleguer, Sant Pau y parte de los antiguos huertos del monasterio. La fábrica de Can Ricart del Raval se construyó hacia 1850 como almacén y despacho de contratación de balas de algodón. Años más tarde, Ricart abrió un complejo más moderno (1852-1854) en Poblenou, donde aún hace guardia otro gigante vertical de ladrillo. Y en la década de 1860, otro en Manresa.


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7. EL VAPOR VELL DE SANTS

ENTRE PANA I TERCIOPELO

Desde la plaza de Sants, remontando la calle de Joan Güell, se perfila la silueta de una nave industrial de cuatro plantas con las ventanas de hierro forjado. Una chimenea de obra vista de 54 metros de altura, con una base cuadrada de 4 de ancho, custodia el edificio, declarado Monumento Histórico en 1985. La historia de Sants se teje entre las hiladuras de pana y terciopelo, al arrullo de los telares de esta fábrica, la Güell, Ramis & Cia, más conocida como el Vapor Vell, el primer complejo textil moderno instalado en el distrito en 1846, que recordaba la arquitectura fabril de Manchester, con una plantilla de "38 hombres, 25 muchachos, 145 mujeres y 49 muchachas". Afectada por la crisis en 1873, cerró sus puertas en 1890. La única nave industrial que queda acoge desde el 2000 la biblioteca pública Vapor Vell y el CEIP Barrufet. En el interior, una placa recuerda que, en 1897, Fructuós Gelabert rodó en el patio de la fábrica su primera película, Riña en un café.


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8. CAN GALTA CREMAT  

REMINISCENCIAS LITERARIAS

En 1896, los hermanos Mateu crearon en la calle de Batrina una fábrica que se especializó en la producción de algodón y lana y llegó a convertirse en una de las textiles más importantes de Sant Andreu del Palomar: Can Galta Cremat. Nada queda del edificio de estilo modernista, con muro exterior de obra vista y decoraciones geométricas que alojaba los telares mecánicos para panas, máquinas de hilar y espacios para tintes y tejidos de hilo. Nada, excepto la chimenea de ladrillo cocido que preside la plaza bautizada en 1998 con el popular nombre de la fábrica. Una base en forma de paralelípedo coronada por una pequeña cornisa con dentellones sirve de apoyo a la pieza troncocónica de esta esbelta superviviente de una fábrica con apego literario y solidario. De hecho, unos despidos muy sonados con los que la empresa se deshizo de los trabajadores mayores llevaron a Ignasi Iglésias a escribir la obra Els vells, estrenada en 1903. Dicen las malas lenguas que a Francesc Moragas i Barret, tras verla representada en el Romea, le surgió la idea de crear la Caixa de Pensions per a la Vellesa i d’Estalvis en 1904. Hoy es Caixabank.


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9. FÁBRICA LEHMANN

RINCÓN DE MUÑECAS Y CREACIÓN

Una puerta de madera entreabierta conduce a un callejón oscuro de paredes desconchadas desde el que nos dan la bienvenida una veintena de buzones desiguales, de colores y formas diferentes. Esta es la carta de presentación de quienes trabajan en este patio creativo del Eixample. El estrecho callejón desemboca en un coqueto patio interior presidido por una gigante chimenea que lleva reivindicando desde hace más de un siglo ese rincón industrial hoy dedicado a la creación. Ernst Paul Lehmann fue uno de los fabricantes de juguetes más importantes del mundo. En 1893, instaló una de sus fábricas de muñecas de porcelana en el interior de esta manzana, entre las calles de Consell de Cent, Borrell, Aragó y Viladomat. En abril de 1903, la compañía decidió construir una chimenea de 25 metros de altura para la cocción y decoración de porcelana y luego, para los fogones con crisol de fundir metales.


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10. MACOSA

LA MÁS ALTA DE BARCELONA

En la calle de Ramón Turró, en Poblenou, se construyó en 1950 la última chimenea industrial de Barcelona, que curiosamente batió el récord de altura entre las de su especie en la ciudad (65,30 metros). No es su única singularidad: está construida con el material estrella de entonces, el hormigón, y tiene una original forma prismática de diez caras con un tronco piramidal. Era el pulmón de la siderometalúrgica Macosa que llegó a emplear a más de 1.200 trabajadores.