CIUDAD ON

Cuélate en una azotea privada

Barcelona Rooftops organiza rutas por terrados. «¿Cuánto espacio hay aquí arriba que no se usa?», se preguntan

Ana Sánchez

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Si ahora mismo pasara por aquí el helicóptero de Tulipán, nadie desviaría la cabeza. Todos miran el horizonte panorámico como si les estuvieran enseñando las tierras que acaban de heredar. "¡¡¡Guau!!!". Los brazos en jarra, como cuando se llega a la cima de una montaña. La respiración agitada después de la escalada urbana: cinco pisos sin ascensor. Sí, aquí lo de hacer un alto en el camino se lo toman al pie de la letra.

El vecino del quinto, Carmelo, ofrece a los visitantes agua e higos. Es la azotea de un bloque de la calle de la Blanqueria. Hay sillas caseras y huellas domésticas que te recuerdan que eres un intruso. «¿Eso qué es?». Juanjo interroga a los cinco visitantes como si fuera un examen sorpresa. Tiene pose de guía turístico y labia de historiador. Lo es. "Esto no es una clase magistral -se excusa-, es una actividad de ocio".

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¿Eso qué es?, señala el 'skyline'. La torre Mapfre, aciertan todos. También se ve la torre Agbar, el Mercat del Born… ¿Y esa chimenea? "Era la fábrica de la moneda", responde Sandra dejando a todos con la boca abierta. "Tengo un marido que tiene cero orientación -se justifica mirándolo-. Alguien tiene que llevarlo a casa".

"¿Cuánto espacio hay aquí arriba que es de los vecinos y no se usa?". Lanza la pregunta retórica Rita Gual. Es una de las promotoras de <strong>Barcelona Rooftops</strong>, colectivo que organiza estas rutas por todo lo alto. Su grito de guerra: «¡Recuperemos las azoteas!». Mira Google Maps, propone. El color que predomina es el de la arcilla roja de las azoteas. "Solo ves terrados. Un mar de terrados vacíos", dice. "Os proponemos abrir las azoteas de vuestras fincas", alienta desde la web.

VERMUT Y CINE

Dos años lleva en marcha este proyecto. Ya han abierto al público una decena de terrados. Empezaron montando talleres de 'collage', juegos, ahora organizan tres rutas (en invierno, con vermut) y quieren hacer sesiones de cine.

"Los terrados se crearon aquí en Barcelona», explica Rita con deje de historiadora. Es profesora de diseño, aunque se nota que ha estudiado arquitectura. "Hace 30 años que los terrados se dejaron de usar -añade-. Pero antes eran comunitarios. Yo esto lo he vivido", añade. Tiene 59 años.

"¡Qué pasada!". Es la reacción en masa al ver la siguiente azotea. Casi se puede tocar el Palau de la Música. La vecina del tercero, Eugenia, mira con deje rutinario. Vive aquí desde el 72. "Entonces no había este ruido de guiris -dice-. Esta ciudad se ha convertido en un parque temático". Es la razón por la que estas rutas solo admiten barceloneses. "La gente de los terrados, sobre todo en el casco antiguo, no quiere turistas", explica Rita. "Ya los tenemos en todas partes". El dinero que se recauda va a parar a los vecinos. "Hay gente que lo pasa mal. Esto podría ser una salida para comunidades con problemas".

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Última parada de altura: hotel Yurbban. En el octavo hay un letrero que indica "stairway to heaven" (escalera al cielo). Para ver el 'skyline' de un vistazo tendrías que ser la niña de 'El exorcista': la panorámica es de 360 grados. Ha empezado a llover, pero nadie se mueve. "Pasa mucho en los terrados -dice Rita-: que la gente no se quiere ir".