el museo imaginario

Antonio Corgos y un mirador de carretera que no hay que saltarse

El exsaltador de longitud se detiene en un minipárking de la carretera de Vallvidrera para deleitarse con las vistas

Antonio Corgos, en el aparcamiento de carretera convertido en mirador

Antonio Corgos, en el aparcamiento de carretera convertido en mirador / periodico

FERRAN IMEDIO

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"Me gusta Barcelona". No es la frase de ningún anuncio sino tres palabras que murmura Antonio Corgos mientras otea las vistas desde un pequeño aparcamiento que hay en la carretera de Vallvidrera. Lo dice convencido. El exsaltador de longitud, cuyo récord de 8,23 metros estuvo casi 20 años imbatido (de 1980 a 1999), ejerce de fan de su propia ciudad y muchas veces, cuando sale de trabajar de Sant Cugat, se para en este rincón para deleitarse con la metrópolis a sus pies.

La inmensa mayoría pasa de largo, pero él no se salta el placer de parar unos minutos y quedarse absorto ante la panorámica, sobre todo cuando empieza a hacer buen tiempo. "Parece mentira pero aún ahora, cuando identifico algún edificio, me hace gracia escucharme decir '¡mira, la Sagrada Família!, ¡mira, el Estadi Olímpic!, ¡mira, los barcos!'".

ENTRENADOR EN EL CAR DE SANT CUGAT

Una bonita manera de dejar atrás las intensas jornadas de trabajo del que fue 16 veces campeón de España, doble subcampeón de Europa y doble diploma olímpico en tres Juegos, y que ahora es entrenador de salto de longitud y triple salto en el CAR y director técnico y entrenador del club Muntanyenc, ambos en Sant Cugat.

"Creo que Barcelona es una ciudad muy bonita que disfrutamos poco. Los turistas la conocen más que nosotros. Al menos desde aquí se puede paladear su belleza e inmensidad en un vistazo". Corgos se llevaría allí arriba a los guiris al final de su visita, para que ubicaran en el mapa que se despliega ante sus ojos los edificios que han visitado.

Pero no viviría allí porque Gràcia, el barrio en el que vive ("mi pueblecito"), le tira demasiado y porque teme que, si viera esa panorámica cada día, al cabo de dos semanas ya no le prestaría atención y no la disfrutaría tanto.