crítica

De turisteo por el 'zeitgeist' Capitán América: el soldado de invierno

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por NANDO SALVÀ

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El Capitán América procede de un mundo en el que los malos llevaban uniformes nazis, en el que estaba claro qué estaba bien y qué mal y, por tanto, también su misión. Ahora, trasladado al siglo XXI, busca certidumbres morales donde estas no existen, y eso sin duda lo convierte en un personaje más complejo. En otras palabras, el soldado de invierno intenta que nos tomemos a este héroe en serio, y para ello introduce elementos del mundo real en un mundo de tebeo. Algunos lo llaman el efecto Nolan.

Así pues, el Capitán de repente se enfrenta al tipo de asuntos por los que la NSA y Edward Snowden son noticia. ¿Y quién mejor para cuestionar al Gobierno de Estados Unidos que el abanderado del alma patriótica del país? Sin embargo, en última instancia esa premisa es una pista falsa. Los directores Anthony y Joe Russo no tienen nada que decir sobre la sociopolítica de nuestro tiempo, y la usan solo como decorado en el que los personajes lanzan escudos mágicos a la cara de los demás y, entre cada escena de acción y la siguiente, en lugar de hablar pronuncian discursos.

Cierto que esas escenas de acción son muchas y muy buenas -grandes persecuciones, tiroteos a la manera de Heat, viscerales combates cuerpo a cuerpo-, y que todas vienen motivadas por la historia más que por la necesidad de meter ruido. Pero, en última instancia, no ofrecen tensión o peligro algunos. Son pura rutina porque sabemos que nada les pasará al Capitán y a los suyos: tienen que aparecer en Los Vengadores 2 el año que viene.

Anthony y Joe Russo