Woody Allen, el manhattanita

Una biografía repasa la vida y carrera del cineasta neoyorquino, que cumple 80 años este martes

Woody Allen, en el documental 'Woody Allen: A documentary' de Robert B. Weide.

Woody Allen, en el documental 'Woody Allen: A documentary' de Robert B. Weide. / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Si se cree a Jerry Epstein, un amigo de la infancia de Woody Allen, estamos celebrando con un día de retraso el 80 cumpleaños del genial cómico y polifácetico artista (elijan entre escritor, guionista, autor, director, actor o clarinetista). En 'Woody, una biografía', el último repaso a la vida y la carrera de Allen publicado el mes pasado en Estados Unidos y que firma David Evanier, Epstein asegura que el propio Allen le dijo que nació, de hecho, el 30 de noviembre de 1935. ¿Su interpretación de la discrepancia? Que Allen siempre, incluso antes de dejar de ser Allan Stewart Konigsberg, quería ser el número 1.

Epstein también da una versión distinta a la conocida hasta ahora del origen del nombre que el creador de 'Annie Hall' eligió a los 16 años, cuando sus chistes empezaron a publicarse en los periódicos y, llevado por su timidez, quiso evitar que compañeros de instituto le identificaran en las negritas. En la biografía hasta ahora definitiva, escrita en 1991 por Eric Lax y actualizada en el 2000, se cuenta que Allan le gustaba y la conversión a Allen como apellido le resultaba fácil y natural. En aquel libro se decía también que el Woody (contrario a la extendida versión popular) no fue un homenaje a un músico sino una elección arbitraria, pero Epstein le atribuye otro origen. “Había una chica que le gustaba, Nancy Kreisman. Ella no sabía que él existía. Tenía un perro llamado Woody. Y de ahí derivó el nombre”. 

Uno puede creer a Epstein o no. Incluso Evanier, autor de la última biografía, admite en una entrevista telefónica que entiende que al propio Allen “no le guste” esa versión algo degradante de la elección del nombre con el que pasará a la historia. Lo cierto, en cualquier caso, es que muchas claves del hombre y del creador están en esa infancia y adolescencia que pasó en Brooklyn (aunque nació en el Bronx). Al barrio nunca le ha dedicado una película (auque sí ha rodado allí repetidas veces, incluyendo para su último trabajo, que protagonizan Kristen Stewart y Jesse Eisenberg).

DE BROOKLYN A MANHATTAN

En cuanto tuvo oportunidad lo cambió por Manhattan, esa isla que pisó por primera vez con su padre en 1941 y de la que se enamoró “inmediatamente” nada más salir del metro en Times Square. De esa seducción, como ha dicho alguna vez, nunca se ha recuperado realmente. De ahí nació ese retrato repetido de su Manhattan idealizado, soñado, imaginado y encumbrado, cuyos lados oscuros no tiene ni ha tenido nunca interés en mostrar, aunque sea plenamente consciente de ellos y ahora mismo esté participando en una campaña de concienciación de un grupo que trabaja con personas sin hogar.

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Cuando se habla de Allen como el cineasta quintaesencialmente neoyorquino convendría matizar más bien manhattanita. A Lax le llegó a declarar: “Mi mayor lamento en retrospectiva es que mis padres no vivieran en Manhattan. Pensaron que hacían lo correcto (…) pero si hubieran sido un poco más cultivados habría podido crecer en Manhattan a finales de los 30 y los 40. Lo habría adorado”. Y en la misma década de 'Malas calles' y 'Taxi Driver' de Martin Scorsese, él hacía sus declaraciones de amor a la ciudad con 'Annie Hall' y 'Manhattan'. Como le decía irónicamente en la primera de esas dos películas su personaje al de Diane Keaton en la famosa escena con Marshall McLuhan, es “un tipo relativamente normal para hacer sido criado en Brooklyn”.

MIDWOOD

Quedan algunos trazos de ese Brooklyn de sus primeros años en Midwood, el barrio de Brooklyn donde creció y adonde cada ciertos años suele volver en un viaje sentimental. Ahí están las casas bajas, los pequeños comercios, la clase media y trabajadora, los negocios y las instituciones educativas y religiosas judías… Y con una comunidad hasídica creciente (que Allen llamó hace unos años en una entrevista en 'New York Magazine' “el beso de la muerte”), se diría exponencialmente multiplicado el tipo de “cultura semi-ortodoxa claustrofóbica” en la que según Evanier, el último biógrafo, Allen fue criado y a la que reaccionó conviertiéndose en un “ateo absoluto”.

El barrio marca tanto como para que en 'Delitos y faltas' se oyera la frase “Donde crecí, en Brooklyn, nadie cometía sucidio… Ya saben, todo el mundo era demasiado infeliz”. Pero marca sobre todo marca una familia, o una infancia. En el libro de Evanier se lee una frase del propio Allen. “No había libros. No había piano. Nunca me llevaron a un espectáculo de Broadway o un museo”. El autor incide en la idea de que los padres de Allen “nunca tuvieron ni la más mínima idea de quién era su hijo”, una realidad que conoce cualquier que haya visto los documentales sobre Allen que incluyen una porción de una entrevista que él mismo realizó a su madre.

Y aún así, de allí salió Allen, el cineasta con 24 nominaciones a los Oscar y cuatro estatuillas, el cómico que ha producido infinidad de brillantes 'oneliners', el autor teatral, escritor y ocasional firma en 'The New Yorker', el clarinetista más famoso para los no iniciados… Como dice Evanier, “Allen te obliga a pensar cómo se produce la genialidad”.

¿Podría haber pasado en otro sitio que no fuera Nueva York? “Nunca asumiría que no podría haber pasado en otro sitio –asegura también el biógrafo–. Lo seguro es que ama apasionadamente la ciudad”.