Walt el conquistador

No solo logró convertir lo global en americano. También transformar la sociedad a imagen de los parques temáticos.

La silueta de Mickey Mouse preside el Disney California Adventure, pegado a Disneyland, en Anaheim (California).

La silueta de Mickey Mouse preside el Disney California Adventure, pegado a Disneyland, en Anaheim (California).

NANDO SALVÀ

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En una de sus intervenciones más célebres, Banksy depositó en una atracción de Disneyland la figura de un prisionero de Guantánamo, dando a entender que tío Walt ejecutaba desde su bóveda criogénica la guerra contra el terrorismo de George W. Bush. Aunque su crítica fue sin duda simplista, el artista guerrillero no iba desencaminado.

Y es que, desde 1945, Disney se erigió en valedor del imperialismo americano por el modo en que contribuyó no tanto a que América fuera global como a que lo global fuera americano. Desde entonces, Mickey Mouse y sus secuaces han perpetuado y exportado un sistema de valores tradicionales genuinamente americano, hecho de princesas para las que la felicidad pasa inevitablemente por el matrimonio, comunidades idílicas hechas de familias nucleares y gentes felices que comen perdices.

ESTRATEGIA DE VENTA

Disney vende, sobre todo, una doctrina según la que la vida en general no es más que productos que fabricar y vender. Sus películas no son solo películas: son estrategias de venta de juguetes, camisetas, videojuegos, cepillos de dientes, promociones en restaurantes de comida rápida y entradas a parques temáticos. Todo ello, claro, oculto tras mensajes sobre nuestros sueños y esperanzas, que nos animan a evadirnos de la triste realidad viajando a plácidos universos fantasiosos y a defender la idea de que la infancia debe ser prolongada lo más posible.

De esa filosofía también es producto lo que se conoce como la 'disneyficación', que transforma gradualmente la sociedad a imagen y semejanza de los parques temáticos de Disney. Lugares como Ámsterdam, o Times Square, o Hiroshima, o el Louvre, o el Tibet, han sido esterilizados y homogeneizados para favorecer que los turistas lleguen y hagan gasto en versiones facsímil del ocio y los sabores locales.

¿Y no es también ese proceso igualador, pero con estrategias inversas, el que estimulan títulos como 'Pocahontas''Mulan' o la reciente 'Vaiana'? En esas películas, Disney finge interés en explorar culturas indígenas o folclores como el chino o el polinesio cuando en realidad solo usa todo eso para adornar historias genéricas. ¿Se convierte McDonald's en un restaurante francés cuando sus chefs deciden ponerle un pedazo de roquefort al Big Mac? Pues eso.