NOVEDAD LITERARIA

Víctimas de los ayatolás

Sahar Delijani recuerda la represión iraní de los 80 en su primer libro, 'A la sombra del árbol violeta'

Sahar Delijani, fotografiada en Barcelona la semana pasada.

Sahar Delijani, fotografiada en Barcelona la semana pasada.

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Sahar Delijani nació entre rejas en 1983 en la prisión de Evin, en Teherán. Sus padres eran opositores de izquierdas al régimen de los ayatolás, pero tuvieron la suerte de acabar en el exilio californiano cuando ella tenía 12 años, y no víctimas de las ejecuciones masivas de los años 1987 y 1988. Delijani,que hace ya años que vive en Italia, ha novelado en su primer libro, A la sombra del árbol violeta (Salamandra / Ara) la experiencia de esa generación perdida, y la suerte de sus hijos, bien en el exilio o participantes esperanzados de las manifestaciones contra el régimen de los años 2009 y 2011. «Olvidar, nunca,nunca. Ni tampoco creo en perdonar», dice Delijani, escépticamente a la expectativa de los pasos aperturistas del régimen iraní.

El libro no es una biografía de su familia, sino una historia coral. «Quería hablar de un periodo, del nacimiento de una dictadura a través de una represión politica muy violenta, y subrayar muchísimo que miles y miles de personas la sufrieron», explica Delijani. El segundo motivo para su decisión, añade, es que, más allá de exorcizar los demonios familiares, su objetivo tras haber estudiado Literatura Comparada en Berkeley, era ser novelista.

Eso sí, su segunda novela será la continuación de la primera, profundizando en la vida de sus personajes tras salir de la prisión. «Bueno, es que estoy muy obsesionada por ese tema», se justifica, riendo. «Todos los personajes pueden desarrollarse más, porque solo tienen un capítulo cada uno en la novela. Pero me interesa sobre todo la vida de los personajes del primero, especialmente Azar, la mujer que da a luz a una niña en la cárcel». Es, junto a los abuelos que crían a sus nietos (en una casa presidida por el árbol del titulo del libro) mientras esperan a que lospadres salgan algún día de la cárcel, dominada por rústicos vigilantes que han visto llegar la hora de vengarse de las occidentalizadas clases medias urbanas, los personajes más cercano a su vida real. Y a la de su entorno.

«Después de pasar por la prisión, todos los amigos de mi familia eran compañeros de la cárcel. Eran como una gran familia. Cuando se juntaban empezaban a hablar de la cárcel, pero siempre dentro de este círculo. Y los hijos escuchábamos esas historias.», recuerda.

Hubiese escrito un libro muy diferente -«solo cárcel, represión y muerte»- sin las manifestaciones de los años 2009 y 2011. «Y la represión que siguió -añade-. A los hijos les estaban haciendo lo mismo que a sus padres 20 años antes. En el 2009 no hubo tanta violencia, no mataron tanta gente, pero fue peor encierto sentido porque si en los 80 ejecutaban en secreto, en el 2009 iban disparando a la gente por la calle a plena luz, sin ninguna reserva ni miedo».

¿REFORMAS? / Ahora parece que Irán se haya convertido de un día por el otro en un aliado fiable contra el Estado Islámico -«¡Los salvadores el mundo!», exclama irónicamente- pero cree que aunque haya ahora «un presidente un poquito más reformista», Rohani, la guerra fría entre reformistas y conservadores hace que «la política exterior haya cambiado, y eso es importante porque lo primero que quieren los iranís es evitar una guerra, pero que dentro todo siga igual».

En la novela, un fundador de los Guardias Revolucionarios se suma a las protestas del 2009. Y se plantea el problema de hasta qué punto confiar de quien tiene las manos manchadas de sangre. «Podemos confiar más en los hijos de estos personajes, más que en ellos. Los hijos de los activistas de la oposición y los del régimen tienen ahora un ideal común. Que no podemos seguir así, que necesitamos más democracia y libertad».