Unos ojos como los de Paul Newman

Jesús Castro, gaditano de 21 años, posa en la azotea de un hotel, la semana pasada en Madrid.

Jesús Castro, gaditano de 21 años, posa en la azotea de un hotel, la semana pasada en Madrid.

OLGA PEREDA
MADRID

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Si a Jesús Castro (Vejer de la Frontera, Cádiz, 1993) no le hubiera sacado su padre de la cama aquel día, este reportaje no existiría. Pero el padre de Jesús le sacó: «Venga, a clase». Al chaval se le habían pegado las sábanas. Le invadió la pereza. Pero ante el grito paterno se levantó y se fue al instituto. Ese simple gesto le cambió la vida. Gracias a estar en el momento adecuado en el sitio adecuado (el instituto), el chico de los ojos como Paul Newman se ha convertido en la nueva promesa del cine español.  Con todos ustedes, El niño.

Jesús no es fiestero. No le gustan las discotecas. Le va más la tranquilidad. «Soy más de cine, palomitas y vuelta a casa que de pub, cubata y vuelta al casa». Tampoco es (era) un buen estudiante. «Di algún problemilla en casa. Ya sabes, esa época en la que estás rebelde y contestas. Te crees que lo sabes todo y, en realidad, no tienes ni puta idea de nada», afirma. Desde los 16 años, trataba de ganar algo de dinero con cualquier curro, sobre todo en verano. Lo mismo ejercía de camarero que echaba una mano en la churrería de su padre. Estudió un módulo de electricidad y, después, sin saber muy bien por dónde tirar laboralmente, cursó otro de electrónica.

En mitad del curso ocurrió lo que el destino le tenía guardado: que su padre le levantara y le obligara a ir a clase. Ese día, su compañero de pupitre, que normalmente siempre iba «rollo sport», estaba hecho un pincel. «¿Tienes una boda o qué?», le soltó Jesús. «No, que va. Es por el director de Celda 211, que hoy hace un casting aquí, en el instituto», le respondió. «Pues me apunto. Y así me pierdo dos horitas de clase», contestó Jesús, que no sentía especial devoción por su pupitre.

EN EL ÚLTIMO MOMENTO / Tras esperar un buen rato, decidió no entrar al casting. Cogió su mochila y se fue. «Vi que entraba un grupo de chavalas y me dio reparo. No soy de fotos, ni de vídeos. Nunca he participado en una obra de teatro del colegio. No salgo ni en los vídeos de mi cumpleaños». Pero las directoras de casting de la película, Yolanda Serrano y Eva Leira, le vieron y le pararon: «Eh, no te vayas. Quédate y haz la prueba».

Un poco más tarde, el 19 de enero, coincidiendo con el día de su cumpleaños, recibió una llamada de teléfono. Era Daniel Monzón. Cuando colgó, sus padres y sus hermanos (un chico de 17 años y una  chica de siete) se pusieron a dar saltos de alegría. Él no. Es introvertido. No le gusta expresar emociones. Y eso que el director de Celda 211 (película ganadora de ocho premios Goya en el 2010) le había escogido a él para protagonizar su nuevo trabajo, El niño, una historia de narcotráfico, amor y amistad en la costa gaditana. Producida por Telecinco Cinema, se estrenará el próximo día 29.

LUIS TOSAR Y EDUARD FERNÁNDEZ / A pesar de ser el novato, no se asustó en exceso cuando vio a animales de la gran pantalla como Luis Tosar y Eduard Fernández. Ambos dan vida a dos policías, que intenta dar caza a El niño, un chaval gaditano que se mete a narcotraficante para ganar pasta de forma rápida con la droga de Marruecos y, gracias a su habilidad con las lanchas, se convierte en el rey del estrecho de Gibraltar. «Antes del rodaje nunca había cogido una embarcación. Ni una lancha ni una moto de agua, pero si en todos mis curros doy el 100%, en este tenía que dar el 200%. Así que decidí hacer yo toda la acción. Nada de especialistas. Todas las escenas son mías. También cuando conduzco un Grand Cherokee», admite Castro, que sabe manejar un coche (ojo, un simple utilitario) aunque todavía no tiene el carnet.

Con unos ojos cristalinos heredados de la familia paterna y una piel de color canela heredada de la familia materna, Castro se ve un chaval del montón. Y parece sincero. Su humildad no es impostada. «Flipo cuando dicen tantas cosas de mi físico. No sé, yo me veo normalito. Hombre, es que comparan mis ojos con los de Paul Newman. Y Luis Tosar dice por ahí que si soy Steve McQueen. No, hombre, no. De todas maneras, mi padre siempre me ha dicho que la guapura no da de comer. Ya puedes tener un físico bestial que si no haces bien tu trabajo…»

SERGIO RAMOS / Amante del cine («las películas hay que verlas en la sala, no pirateadas en un ordenador»), Castro tiene el póster de dos ídolos en su habitación: Zidane y Sergio Ramos. «No los voy a cambiar ahora por Robert de Niro. Zidanne y Sergio son intocables», afirma el gaditano, que tras ponerse a las órdenes de Daniel Monzón fue reclutado por Alberto Rodríguez (Grupo 7) para La isla mínima, otra de las grandes apuestas del cine español para este año y que se estrenará en septiembre tras su paso por el festival de San Sebastián.

Al terminar el rodaje de El niño, Castro -que todavía se asusta cuando le llaman actor- se independizó de sus padres. Eso sí, vive a dos minutos de ellos. «Aprendes y maduras mucho cuando te vas de casa. Antes, abría la nevera y me quejaba porque  no había natillas. Ahora me doy cuenta del trabajo que cuesta tener la nevera llena», concluye el joven,  que quiere formarse como actor, aunque de momento piensa seguir viviendo en Vejer. «Aquí tengo tranquilidad, buen clima y playa. A las doce de la noche no oyes nada. Si me voy a Madrid oiré ambulancias, policías y borrachos. Aunque si me tengo que ir, lo hago. Este es el primer trabajo que me gusta de verdad».