Una isla en la azotea

Son franceses, cineastas y nacidos en los sesenta, pero sus carreras han tomado distintos derroteros. Mientras Laurent Cantet ha optado por el cine social, Jean-Charles Hue ha encontrado en el experimental su territorio. El primero ha estrenado aquí este fin de semana 'Regreso a Ítaca', Hue: 'Clan salvaje'.

Laurent Cantet medita en 'Regreso a Ítaca' sobre los ideales perdidos de los cubanos

Laurent Cantet.

Laurent Cantet.

NANDO SALVÀ

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Que un cineasta atento al mundo como Laurent Cantet acabara rodando en Cuba era solo cuestión de tiempo. «Cuba nos pertenece a todos», sentencia el francés. «Para mi generación la isla encarnó la última posibilidad de cambiar el mundo».Confiesa que, cuando la visitó hace tres años para dirigir un segmento de la colección de cortometrajes 7 días en La Habana (2012), se sintió tan hechizado por la ciudad y su gente que inmediatamente supo que no tardaría en volver. «Al pasear por sus calles sentí que ingresaba en algo parecido a una mitología», recuerda, y quizá esa sensación explique el título de la película que acaba de estrenar aquí.

Basada en La novela de mi vida de Leonardo Padura, Regreso a Ítaca es esencialmente una conversación entre cinco cubanos de mediana edad que transcurre durante una noche en una azotea con vistas al malecón. El Ulises del grupo es Amadeo (Néstor Jiménez), que regresó a Cuba para quedarse tras 16 años de exilio en España. «Explicada así no suena muy homérica, lo sé», bromea Cantet. Pero hay más.

A medida que sus personajes trasiegan whisky e intercambian recuerdos y reproches, el director se las arregla para rememorar, sin salir de la destartalada terraza, esa trágica odisea que encarna la historia de Cuba y de los cubanos. «Es una película sobre la rabia. Los cubanos se sienten traicionados, en parte por sí mismos. Pensaron que iban a construir un sistema único en todo el mundo, pero la utopía falló».

Esa sensación de fracaso es algo que Cantet identifica como propio. «A veces siento que tal vez yo mismo haya abandonado la lucha, que me haya vendido. Pero trato de apechugar con ello». Para hacerlo, ha convertido la movilización y la resistencia social en asuntos esenciales de películas como Recursos humanos (1999) o La clase (2008), por la que obtuvo la Palma de Oro en Cannes y la fama internacional. «Creo que pagué un precio bastante alto por ese éxito», lamenta al recordar la pobre aceptación que obtuvo su siguiente película, Foxfire (2012). «Pero en todo caso es bueno que la gente tenga expectativas puestas en mí. Espero que no las pierdan».

Él, por su parte, asegura tener muchas puestas en Cuba, especialmente ahora que el embargo comercial de EEUU -«un error histórico, quizá el mayor anacronismo que se ha vivido en la historia reciente»- parecen relajarse. «Los cubanos han hecho muchas cosas bien. Tienen un sentido de colectividad envidiable, su relación con la cultura es intensísima, sus sistemas educativo y sanitario son muy igualitarios. Están a punto de sumergirse un proceso de cambio extraordinario, y espero que salgan adelante. Sin duda lo merecen».