Una fría Concha de Oro

CÓMPLICES Ricardo Darín y Javier Cámara, al recibir el premio a mejor actor.

CÓMPLICES Ricardo Darín y Javier Cámara, al recibir el premio a mejor actor.

BEATRIZ MARTÍNEZ / SAN SEBASTIÁN

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Después de 10 días de intenso certamen, toca hacer balance y valorar la 63ª edición del Festival de San Sebastián. Hemos visto películas valientes, arriesgadas y que intentaban de diferentes maneras combatir los convencionalismos a golpe de ímpetu kamikaze, y otra tanda de películas de relleno, anodinas e insulsas, que poco o nada aportan y que se dejan invadir por la desidia y la pereza. El jurado, presidido por la actriz danesa Paprika Steele y también integrado por los directores Daniel Monzón y Uberto Pasolini, tenía en su mano la oportunidad de apostar por una de esas vertientes. Y, como suele ocurrir en estos casos de conflicto, se optó por el camino intermedio, el del consenso acomodaticio. Así, la cinta islandesa Sparrows, segundo trabajo de Rúnar Rúnarsson, terminó este sábado alcanzando la codiciada Concha de Oro del festival, seguramente gracias al apoyo de la señorita Steele.

La película se encuadra dentro de los códigos característicos de cualquier película nórdica que se precie. Hieratismo gestual, planificación secuencial límpida, frialdad narrativa. Eso. Un poco lo de siempre para contar la historia de un muchacho que se traslada a vivir con su padre a un pueblo desolado donde los adultos solo se aburren y beben. Y donde los adolescentes se enfrentan a la extrañeza de lo que supone crecer en un ambiente degradado.

Estatuilla deslucida

Una Concha de Oro deslucida en comparación con la que el año pasado consiguió Carlos Vermut por Magical Girl, sin duda una de las más películas más contundentes e indiscutibles que han ganado en los últimos años.

El jurado logró redimirse algo con la entrega del Premio Especial del jurado para Evolution, de la francesa Lucille Hadzihalilovic, una de esas películas enigma que contienen un potentísimo y original mecanismo narrativo y visual que nos adentran en las raíces del cuento, del mito, de la magia a través de unas imágenes hipnóticas y llena de ideas. Una película tan extraña como perturbadora que también se alzó con el premio a la mejor fotografía.

Si en algo había destacado la sección oficial este año, había sido por la gran cantidad de películas a concurso. Desde el principio Truman se convirtió en la favorita de todas, lo que hacía pensar en que podría ser una Concha de Oro unánime. Pero finalmente lo que resultó incontestable es que la interpretación de Ricardo Darín y Javier Cámara merecía un premio, y en esta ocasión ex aequo, porque ambos se compenetran a la perfección para lograr trasmitir con delicadeza y verdad esta historia de amistad al final de la vida. Los actores fueron ovacionados y el suyo se convirtió en el premio de la noche. Y es que, a pesar de la trayectoria de Darín, este es su primer premio importante, y había que celebrarlo.

La otra gran película española protagonista fue El rey de La Habana, de Agustí Villaronga que pese a haber creado a su alrededor división de opiniones, lo que estaba claro es que la actriz Yordanka Ariosa se comía literalmente la pantalla. Su interpretación de una pobre paria en la Cuba de los años noventa, prostituta y santera, condenada a sobrevivir en la miseria, es una de las más potentes del año y la conducen directamente al Goya a la mejor actriz revelación del año. La actriz agradeció el premio a Agustí Villaronga: «Muchas gracias por confiar en mí y guiarme en este proceso».

Mejor director

El apóstata, una apuesta de cine independiente humilde dirigida por Federico Veiroj, rascó una mención del jurado, mientras que el premio al mejor director fue a parar al francés Joaquim Laffosse por Les chevaliers blancs, la película sobre una ONG que intentaba sacar a niños huérfanos del Chad para instalarlos en el seno de familias francesas. Rodada con brío y garra, y cámara en mano que se acerca al paisaje y a los personajes para extraer de ellos toda su contundencia expresiva.

Ya fuera de la sección oficial, Paulina, la película argentina de Santiago Mitre, se alzó con tres premios, el del Jurado Joven, Otra Mirada de TVE y, el más importante, Horizontes Latinos, una de las categorías más emblemáticas del certamen.

Dos películas asiáticas se alzaron con el premio del Público: Nuestra hermana pequeña, del japonés Hirokazu Kore-eda, un director muy querido en el festival, y Mountains May Depart, del chino Jia Zhang-ke.

Balance un tanto deslucido por culpa de una Concha de Oro equivocada, pero que contiene en su seno algunos importantes aciertos que hacer lucir esta edición a pesar de sus desequilibrios.