ACTUACIÓN DE UN ICONO DEL POP CONTEMPORÁNEO
Una Björk exigente
La célebre islandesa se centra en el crudo repertorio de 'Vulnicura' y canciones adicionales poco evidentes en su recital del Poble Espanyol
Björk tenía que venir al Primavera Sound del 2012 a presentar Biophilia, pero canceló por problemas en las cuerdas vocales. Lo compensó anoche, en el Poble Espanyol, presentando un disco, Vulnicura, bastante distinto: si Biophilia exploraba conceptos científicos, Vulnicura canaliza problemas -o casi mejor, crímenes- amorosos. Es el exorcismo de lo que ha sido, según Björk, un abandono egoísta.
La ruptura de la artista con otro artista, Matthew Barney, su compañero durante 13 años y padre de su hija, ha resultado en una cruda y visceral colección de canciones que ayer Björk convirtió en espectáculo íntimo: ¿un oxímoron? No, algo así es posible,
Según la islandesa, las canciones -aunque personales- pueden acabar convertidas en solo eso, canciones. Por eso Björk puede interpretarlas con entereza e incluso con alegría: ayer bailaba temas de letra traumática como Black lake. Crear el repertorio de Vulnicura ayudó a la artista a superar un trance doloroso y exhibirlas en público de forma triunfal es el colofón definitivo, la victoria final sobre la desesperación.
Quizá por ser fiel a la intimidad del disco, la gira de Vulnicura no tira en exceso de pirotecnia visual. De acuerdo, hay fuegos artificiales literales -de vez en cuando, a un lado y otro del escenario, puntuando momentos dramáticos-, bocanadas de fuego y visuales fascinantes, pero el centro es la música y, en particular, esa voz torrencialmente expresiva.
Como en el último disco, la música se centra en el cruce de cuerdas, a cargo de 16 músicos de la Heritage Orchestra, con electrónica de la que retumba en el estómago a cargo de Arca. El excelente Manu Delago aporta elemento percutivo extra.
La actuación arrancó con una sección dedicada a temas tristes -casi todos lo son- de Vulnicura, enlazando Stonemilker («múestrame respeto emocional»), el despliegue vocal de Lionsong, la demoledora Black lake («¿te quise demasiado?»), History of touches, Family… Material intenso, alimentado por cuerdas cargadas de electricidad y electrónica experimental de graves profundos.
Hay algo celebratorio en esta catarsis, Björk se mueve de vez en cuando. Pero esencialmente es una catarsis trágica que no invita a dejarse llevar por el baile. El concierto empieza fuerte y exigente, pero vale la pena prestar atención.
Finalmente, Björk -ataviada con esa máscara de polilla y un quimono varias tallas demasiado grande- baila descaradamente con Notget y su pulso sintético. Después empieza el viaje al pasado: una gigantesca Come to me, extracto de su Debut de 1993, Pleasure is all mine, I see who you are, Harm of will... Si estas últimas no les suenan en exceso, es porque no figuran entre sus temas más conocidos.
En anteriores actuaciones, Björk ha recuperado temas tan queridos como Bachelorette, Army of me y Possibly maybe, pero en su esperada actuación barcelonesa prefirió concentrarse en un repertorio menos obvio. Es una decisión legítima, pero también algo frustrante: muchos de los temas que dejó en el tintero no solo figuran entre los más conocidos de su repertorio, sino también entre los mejores.
Para el bis reservó una frágil One day, solo voz y percusión, una delicia. Tampoco quiso obsequiarnos con Hyperballad, como ha hecho en algún bis reciente. Tiene derecho a interpretar lo que quiera -y su discografía reciente merece reivindicación-, pero quizá debió regalar unos cuantos más greatest hits. Los tiene.
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