El último gran grupo

RAMÓN DE ESPAÑA

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El día 23 se inaugura la nueva edición del In-Edit con una película que promete ser de traca: Pulp, a film about life, death and supermarkets, centrada en la existencia del que para mí es el último gran grupo pop surgido de las islas británicas, Pulp, banda liderada por el gran Jarvis Cocker a la que le tocó una época no muy estimulante, la de Tony Blair y aquel Nuevo Laborismo que tanto se acabó pareciendo al Viejo Conservadurismo de toda la vida. En la década de los 90, el señor Blair, que aún no se había destapado como la Maggie Thatcher con traje que realmente era, colaboró desde el poder a la creación de un supuesto brit pop que, pretendiendo reverdecer los laureles del Swinging London de los sesenta, se quedó en una mala parodia de los buenos viejos tiempos. Oasis y Blur no eran ni los Beatles ni los Stones, tan solo unos aplicados discípulos que, en el caso de los segundos, consiguieron fabricar algún que otro hit nada despreciable (creo que la carrera del grupo de los insufribles hermanos Gallagher, parodia sin gracia de Ray y Dave Davies, es lamentable de principio a fin).

En esa nueva contienda entre los (supuestos) herederos naturales de Beatles y Stones, a Pulp les tocó, como a los Kinks en su momento, ejercer de tercerones. Nunca alcanzaron la fama a lo grande, pero sí se las apañaron muy bien para hacerse con una parroquia que los adoraba. Inclúyanme en ella porque Jarvis Cocker tenía algo que les faltaba a los Gallagher y a Damon Albarn: una personalidad propia de épocas más brillantes. Durante unos años, Jarvis Cocker -el hombre que intentó pegar por pedófilo a Michael Jackson, estando como una cuba, naturalmente- fue un cantante, un músico y, sobre todo, un comentarista social de la talla del gran Ray Davies: si Common people no es un himno glorioso a la lucidez existencial, que baje Dios y lo vea.

Al margen del brit pop, Pulp fue el último grupo inglés convencido de que el pop podía ser importante. Ya no lo es, pero no por culpa suya.