CRÓNICA DE CONCIERTO

Rápidos, Burros... y El Último de la Fila

Concierto de Los Burros-Los Rápidos con Manolo García y Quimi Portet en la sala Razzmatazz.

Concierto de Los Burros-Los Rápidos con Manolo García y Quimi Portet en la sala Razzmatazz. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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De Los Rápidos a Los Burros y, de ahí, a El Último de la Fila. Manolo García y Quimi Portet siempre consideraron que las tres marcas respondían a la evolución natural de una misma familia, con lo cual no había motivo, este viernes en Razzmatazz, de excluir la última de ellas, la más popular. Fue así como el concierto de reunión culminó con un pequeño festival de El Último, seis canciones que sumieron a la sala en un éxtasis compartido.

¿El Último vuelve? No, que nadie se engañe. Lo de Razzmatazz, que se repetirá este domingo, fue un anómalo festín entre amigos, un "pequeño homenaje a nosotros mismos", ironizó García, un regalo a los fans, un viaje a la juventud, a los motivos que les impulsaron a hacer música, y un golpe de justicia poética para dos queridas formaciones, Los Rápidos y Los Burros, que en su día apenas se comieron una rosca aunque ahora tengan ese aspecto de bandas de culto. Y dejando en el camino la foto histórica: García y Portet, juntos de nuevo en un escenario en un concierto completo, con el atril lleno de clásicos, por primera vez desde la gira final de El Último de la Fila, en 1996. Hasta ahora, lo más parecido a eso fue la irrupción por sorpresa del cantante, hace tres años en el Palau, en un recital del guitarrista para sumarse a una de sus canciones, 'Massa'. Nada que ver.

ORQUESTA DE BAILE

Los Rápidos centraron la primera parte de la noche, con 14 piezas. Un concierto en sí mismo en el que se fundió el material de su disco de 1981 con los hallazgos y novedades de 'Piensos Luegoexisto', obra incluida en la reciente caja 'Historia de una banda (Autobiografía sónica)', punto de partida de estos conciertos. Abrieron a todo tren: 'No, no, no' y 'Septiembre', con mucha guitarra, evocando la desenvoltura de aquella nueva ola adoptada por la banda con modos un poco excéntricos. Vestidos con trajes de lentejuelas, como las orquestas de baile 'kitsch'. "Benvinguts i visca la mare que us va parir", saludó García tras recitar un afectado verso en catalán sobre las "gorgues que baixen del Pirineu més profund". Público rondando los 40 y subiendo. "Avui som un conjunt", proclamó Portet invocando el viejo espíritu de pandilla juvenil, con los egos a raya.

A la tercera canción, 'Grité', las chaquetas volaron, García lució espartana camisa negra y Portet, estampados floreados y gafas oscuras propias de un ídolo intercomarcal. 'La pájara', 'Confusión', 'Ausencias'... Un conciso momento 'guitar hero' de Josep Lluís Pérez, el sólido órgano de Esteban Martín Hirschfeld, la sonrisa permanente de Antonio Fidel, bajista y toma de tierra, el refuerzo de tres coristas y un García que no se estaba quieto, buscando el contacto visual con los fans, golpeando con complicidad los pies que colgaban del piso de arriba. Reflejos de aquel heroísmo un poco autoparódico ("Entro al Cine Ideal, aquí te voy a esperar / Esta tarde proyectan 'Solo mueren los valientes'"), llamamientos al ideal del arte y al "fuego sagrado de Braque" y aquel fatalismo tan suyo: 'Ruta del sur', la más celebrada, camino de 'No estoy hecho polvo' y un 'San Gennaro' en el que Hirschfeld tocó la melódica y Lluís Visiers abandonó la batería.

LOCOS POR 'HUESOS'

Momento bisagra, cuando Ángel Celada tomó las baquetas y el grupo se convirtió en Los Burros. Ocho canciones más, empezando por 'Mi novia se llamaba Ramón'. Aquello se iba calentando más y más: 'Portugal', otro de sus felices 'Rebuznos de amor', con García silbando la melodía, 'Hazme sufrir', 'No puedo más'... Y la más popular, 'Huesos', como punto y final, coreada por buena parte de las casi 2.000 personas que llenaban la sala como el 'hit' sus vidas. Nunca esas canciones habían sido tan amadas, ni nadie imaginó que adquirirían esa aura mítica, aupadas al estatus de clásicos treinta y tantos años después.

En los bises, viaje a 'Disneylandia' y la Fender Telecaster blanca de Portet insinuando que algo grande estaba en camino. Palabras mayores con un 'Llanto de pasión' que advirtió de la entrada en territorio de El Último. Canciones, todas, de sus tres primeros discos. Un 'Aviones plateados' de cuando el surrealismo no comportaba el descrédito intelectual automático y una 'Sara' elevada por el fogoso coro de Razzmatazz. En el tramo final, 'Querida Milagros', 'Mi patria en mis zapatos', una inesperada cuña con 'La rambla', de Quimi Portet (cantada en catalán por García y que no interpretaron en los conciertos de la semana pasada en La Riviera, Madrid) y la joya de la corona, 'Insurrección'. El legado más genuino de El Último de la Fila, cuando fundía poesía y un poco de disparate. "No sé si es nota, però estem molt contents", hizo saber García. Se notó y se compartió.

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