Tsunami Netrebko en el Palau

Anna Netrebko, durante el recital que ofreció en el Palau de la Música.

Anna Netrebko, durante el recital que ofreció en el Palau de la Música.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL
BARCELONA

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Carismática, expresiva, glamurosa, sensual y con un timbre poderoso, cálido y luminoso, Anna Netrebko puso la noche del miércoles el Palau a sus pies. La mediática soprano rusa, de 43 años, conquistó el recinto modernista con un repertorio de arias de heroínas verdianas y otras veristas. El suyo fue un intenso recital coronado con una propina de la bellísima Canción de la luna de Rusalka y un bis de la ya interpretada Io son l'umilde ancella de Adriana Lecouvreur.

Una correcta Simfònica del Vallés, dirigida por Massimo Zanetti, y el tenor y pareja sentimental de la artista, Yusif Eyvazov, completaron el elenco de esta fiesta lírica. La mediática cantante no defraudó, a pesar de las limitaciones de un formato que le queda pequeño para mostrar esas enormes cualidades de actriz que luce en las óperas.

Así y todo, su despliegue fue generoso en lo dramático, salvando algunas licencias que ella se puede permitir, como cantar de espaldas a la platea o dar seductores paseos por el escenario sin que se resienta su prodigiosa calidad vocal. Su entrada con un vestido rojo largo, tras una plana interpretación a cargo de la orquesta de la obertura de La forza del destino, fue recibida con entusiastas aclamaciones.

ELEGANCIA Y MATICES / En la interpretación de la primera escena de Macbeth mostró, desde el recitado inicial, la elegancia de su fraseo. La belleza, el color y los matices de su voz nos remitieron a la diabólica Lady Macbeth. Netrebko emocionó después con su versión de la primera aria de Leonora de Il trovatore y deslumbró con su sello más expresivo en el dúo del primer acto de Otello junto a un mediocre Eyzakov. La pareja no escatimó los besos y abrazos que marca la escena.

Las arias dedicadas a Manon Lescaut de Puccini centraron una segunda parte en la que la artista apareció con un vestido plateado. Maravillosa fue su interpretación de La mamma morta de Andrea Chénier, con la que consiguió la más atronadora ovación de la gala. La ya citada aria de Adriana Lecouvreur precedió al pucciniano dueto final. En los bises, el tenor interpretó Nessun dorma, aplaudido por ella y por un público,   impactado por el tsunami Netrebko.