CRÍTICA DE ÓPERA

Juan Diego Flórez, aclamado en el Liceu

Juan Diego Florez

Juan Diego Florez / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Nada que no estuviera previsto. La presencia en el Liceu de un divo como Juan Diego Flórez para debutar en el rol de Edgardo de ‘Lucia de Lammermoor’ condicionó el resultado de la velada. En esta ópera de Donizetti, dominada por el papel de la soprano protagonista, los focos se centraron desde su primera aparición en el tenor peruano y esto influyó en el desarrollo de la función. Al final, el cantante se llevó las mayores aclamaciones, aunque Elena Mosuc recibiera su merecida ración de bravos y aplausos después de su extenuante actuación como Lucia.

La expectación hizo que el estreno de esta versión de uno de los títulos más emblemáticos del ‘bel canto’ romántico prácticamente llenara el coliseo. El público no se arredró, a  pesar de que el coste de las entradas fuera el más alto de la temporada y tal vez de la historia del teatro (325 euros, precio máximo en las funciones de Flórez). La asistencia de críticos foráneos, incluido el de The New York Times, demuestra hasta qué punto el tirón de un artista puede arrastrar a los medios internacionales.

IMPECABLE LIBRO DE ESTILO

¿Era para tanto? Según como se mire. Flórez estuvo a la altura de lo esperado. La belleza de su canto resplandeció durante la función, pero tuvo su mayor relieve en la intensidad del último acto. Siempre controlado, no se desmelenó hasta que llegó el momento rehuyendo contiendas de volumen con sus colegas en dúos y concertantes para centrarse en la evolución de su personaje.

Para alguien que habita con naturalidad en el sobreático vocal lo importante era dar la talla en un papel tan dramático y administrar bien los recursos. Lo hizo. Y lo hizo muy bien, aunque escénicamente se mostrara algo estático y ello perjudicara a ese punto de emoción que exige una tesitura tan trágica. Sus viajes al centro encontraron siempre la respuesta de su impecable libro de estilo. Aunque ya diera muestras de buen hacer en el dúo ‘Sulla tomba che rinserra’ junto a Mosuc o en de la torre con Enrico, el Liceu se vino abajo cuando interpretó ‘Tombe degli avi miei’. Un minuto largo de aplausos y bravos premiaron la recreación de esta aria. El remate con la ‘cabaletta’ ‘Tu che a dio…” provocó el delirio del público.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Fl\u00f3rez lo hizo muy bien,\u00a0","text":"aunque esc\u00e9nicamente se mostrara algo est\u00e1tico y ello hiciera perder cierto punto de emoci\u00f3n"}}Mosuc exhibió entrega y su precioso timbre como Lucia. Muy metida en su desesperado papel de mujer reclusa en la torre de su castillo y utilizada como instrumento del poder y la lucha entre dos facciones rivales, cumplió con las exigencias de su personaje. No sobrepasó nunca los límites de las notas, asegurando la corrección, y aunque la faltó un punto de dramatismo, llegó sin problemas al momento del suicidio, su única decisión libre. Fue aclamada tras la esperada escena de la locura, con la estremecedora y endiablada aria ‘El dulce suono’, en lírico diálogo con la flauta.

TRIUNFO DE SIMÓN ORFILA

Simón Orfila (Raimondo) fue el otro gran triunfador de la noche. Desplegó con dominio su potencia vocal al servicio del personaje del cura que desarrolló con gran empaque dramático. Notable en su rol de malvado de la trama Marco Caria (Enrico), al que dotó de su poderío canoro. Albert Casals (Arturo, el asesinado marido de Lucia en la noche de bodas) mostró la fuerza de sus agudos.

El coro volvió a exhibir un gran nivel, a pesar de las dificultades que para sus movimientos ofrecía una escenografía presidida por la inclinada torre de cristal de nueve metros, marco en su interior de algunas de las acciones de la trama adornadas en ocasiones con un cambiante desborde lumínico a lo torre Agbar. La orquesta, dirigida por Marco Armiliato, no estuvo a la altura de sus últimas actuaciones y sobrepasó a veces a los cantantes dificultando su emisión.