Aniversario de un coloso de las letras hispanas

Tras las huellas de Octavio Paz

La conmemoración del centenario del gran autor mexicano viene cargada de actividades que evocan sus vínculos con España y, en especial, con Catalunya

En primer plano, Cela y Joan Petit (de espaldas). Detrás, Emilio Lorenzo, Castellet, Octavio Paz y Gil de Biedma.

En primer plano, Cela y Joan Petit (de espaldas). Detrás, Emilio Lorenzo, Castellet, Octavio Paz y Gil de Biedma.

ELENA HEVIA
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Gigantesco, colosal, oceánico son adjetivos que intentan revelar la dimensión, mayúscula, por supuesto, del premio Nobel de Literatura, del Cervantes y del Príncipe de Asturias Octavio Paz (Ciudad de México, 1914 -1998), el poeta, el escritor que mejor ha sabido pensar y acuñar la  esencia de su país. El intelectual total. Ahora, cuando están por cumplirse los cien años, el 31 de marzo, del nacimiento del autor de El laberinto de la soledad, piedra angular de la mexicanidad, se presentó ayer en la embajada de México en Madrid el programa conmemorativo del Año Paz en España.

«Octavio Paz no es solo un autor es una biblioteca», resume Aurelio Major horas antes en Barcelona. No son pocas las facetas del autor: escritor de tintes surrealistas, ensayista antropológico más allá de las fronteras, sabio enciclopédico, agitador cultural, influyente gurú, traductor atrevido, imponente analista de la sociedad. Pero el que fue su colaborador en la editorial de la mítica revista Vuelta y ahora es el comisario del programa conmemorativo destaca entre todas su importancia sustancial como poeta. «La poesía es el centro irradiador de toda su obra. La suya es una poesía de celebración y conocimiento que se interroga. Toda obra importante es subversiva por su misma naturaleza. De ahí que su palabra poética, incluso cuando no se lo propone, es disidente».

Precisamente, el aspecto político de la figura de Paz, que pasó de un juvenil y ardiente apoyo a la izquierda a posiciones más neoliberales es una de sus facetas más controvertidas. «Siempre fue un disidente del totalitarismo -estima Major-, un feroz opositor de la dictadura cubana y también, un crítico muy agudo de los excesos del capitalismo. Quienes lo critican no lo han leido realmente».

QUERENCIA CATALANA / El programa de los actos del centenario pone un acento especial en los importantes vínculos que el escritor siempre estableció con España en el marco de la unidad de la lengua y muy especialmente con Catalunya. No en vano, Paz viajó a España durante la guerra civil y formó parte del Congreso de Intelectuales Antifascistas en Valencia de 1937 para luego trasladarse a Barcelona. Pero fue a partir de los 60 cuando Paz empezó a establecer complicidades y amistades con numerosos artistas e intelectuales catalanes como Tàpies, Joan Brossa, Joan Miró, Josep Palau i Fabre, Frederic Amat, Josep Maria Castellet, Jaime Gil de Biedma y, por supuesto, Pere Gimferrer, uno de sus más antiguos interlocutores, con quien cruzó más de 200 cartas desde que con tan solo 21 años el entonces joven poeta envió al mexicano su primer libro, Arde el mar (1966). Los manuscritos, misivas, fotografías, libros y todo tipo de materiales de fondos públicos y privados documentarán ese diálogo en una exposición que se celebrará en la Biblioteca de Catalunya entre julio y agosto.

La huella que Catalunya dejó en el autor de El arco y la lira viene de muy lejos. Gimferrer recuerda como un Octavio Paz adolescente tuvo un gran amigo catalán, Jorge Bosch, que abrazó el anarquismo y cuya pista perdió, apenado, durante la guerra civil. «Octavio leyó en Barcelona un poema a su amigo, supuestamente muerto en el frente de Aragón, y resultó que estaba vivo y entre el público». La alegría de Paz duró poco porque después de aquel encuentro, donde le anunció que se había refugiado en casa de Companys, perdió la pista del amigo definitivamente.

También recuerda el académico la importante relación del intelectual mexicano con los catalanes en el exilio, «algo que tuvo una enorme significación, pero de lo que no se ha hablado mucho». Así trató a escritores mayores como Josep Carner o más jovenes como Ramon Xirau. «Él siempre dijo que la cultura hispánica nunca sería completa sin el catalán o el portugués».

EL HECHO IDENTITARIO / El tema de la identidad es uno de los más sustanciales en el pensamiento del mexicano que pasó de interesarse por las cultas vanguardias poéticas a hacerlo por el habla popular. De esa indagación surgió su obra magna, El laberinto de la soledad. El escritor mexicano Juan Villoro, que en octubre dictará en Casa Amèrica Catalunya una conferencia sobre el autor, asegura que Paz buscó «indagar las constancias de lo mexicano, no con el fin de separarnos del resto del mundo sino de reconocer nuestros atávicos complejos para encarar sin problemas a los demás».  En sus escritos políticos fue crítico con el nacionalismo: «Creía que no hay un modo inmanente de encarnar la identidad. Pertenecemos a un campo de referencias pero es una realidad cambiante».

En los últimos años la figura de Octavio Paz, el gran Paz, el mandarín, ha regresado de vuelta debidamente transformada por el filtro de la literatura y acompañada por el odio feroz que Roberto Bolaño y los infrarrealistas, sus correligionarios estéticos, le profesaron. Major redibuja aquel enfrentamiento que hoy adquiere tintes míticos: «En una entrevista le preguntaron a Bolaño si estaba más cercano a Fuentes o a Paz y él dijo que indudablemente a Paz. Creo que oponerlos es una simplificación, pero eso no quiere decir que los infrarrealistas -por esa vocación de matar al padre, al padre intelectual se entiende- no dejaran de enfrentarse a él».

Para el comisario la prueba del algodón de la vigencia de su inmenso legado es que tantas personas, escritores, pintores, pensadores, españoles y catalanes, estén dispuestas a participar en el Año Paz. «Para las jóvenes generaciones debería ser  una lectura obligada».