LA SECA ESPAI BROSSA RESCATA UN GRAN ÉXITO DE LA ESCENA

¿He de matar yo el cerdo?

Toni Gomila aborda la pérdida de la identidad mallorquina en 'Acorar'

Toni Gomila, en su premiado monólogo 'Acorar'.

Toni Gomila, en su premiado monólogo 'Acorar'.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Los tiempos cambian para bien y para mal. A los cerdos, los de cuatro patas, el progreso no les ha ido nada mal. Sufren menos. Colgados en una grúa o tractor, cuchillada y en un par de segundos, adiós. A hacer sobrasada. El acto podría angustiar a más de un urbanita, pero en Mallorca están acostumbrados. «¿Asco? Noooo. Es una muerte muy rápida y en mi familia, que siempre ha hecho la matanza, somos muy limpios». El actor Toni Gomila sabe de lo que habla en Acorar, su debut por la puerta grande en la dramaturgia. Un monólogo aupado a fenómeno de la escena reciente que él mismo protagoniza bajo la dirección de Rafel Duran, La Seca Espai Brossa lo ha rescatado  hasta el 22 de marzo.

El ritual ancestral de la matanza del cerdo y la elaboración de la sobrasada, cuestiones identitarias de su isla natal, le sirven como metáfora del alma de un pueblo. Y le sirven para descuartizar, con mucho humor, las entrañas de una sociedad que en pos de la modernidad y la globalización olvida sus raíces, su cultura.

Acorar. Palabra mallorquina que significa matar una bestia traspasándola el corazón. «Y por extensión, emocionar», añade el autor, que aborda también la aniquilación del lenguaje. «Los jóvenes ya no distinguen un cerezo de un castaño; un gorrión de un vencejo. Son simples árboles y pájaros. Eso sí, los modelos de los vehículos se los conocen todos, cuando para nuestros padres y abuelos eran simples coches».

EL PATRIMONIO DEL LENGUAJE / Al autor, puente entre una generación de campo y una juventud tecnificada, le apena no poder ser un buen transmisor de conocimientos. «Mi padre es payés y se conoce todas las plantas, los árboles, las montañas... Es su mundo. A mí me resulta muy triste perder toda esa sabiduría, ese lenguaje y esos valores. Vivo esa pérdida con dolor. Esta historia surgió de ese dolor, de la reflexión y la observación. «Cómo mueren los pueblos cuando mueren las palabras...», dice en la obra. Y también pregunta: «¿He de matar yo el cerdo?». «¿He de hacer el esfuerzo de aprender y mantener las tradiciones o quiero que se pierda el patrimonio?», aclara.

A Gomila no le mueve «la nostalgia bananera». «Ni antes éramos tan felices ni ahora estamos tan perdidos. Hay que buscar el camino para actualizar y hacer vigentes los valores y costumbres antiguos. Da un buen ejemplo: «Con el flamenco se ha sabido hacer muy bien, lo han actualizado sin perder las raíces».

El autor utiliza otra eficaz metáfora para esa identidad mallorquina adulterada, construida sobre el modelo del boom turístico. La partida de sobrasada blanca que hacia 1997 abrió el debate de si había que usar conservantes, productos químicos. «Nos creemos los mejores, pensamos que vivimos en el lugar más bonito, pero luego dejamos que los alemanes construyan en todas partes. Son nuestras contradicciones».

Los aplausos y los premios han acompañado el monólogo, durante tres años y medio, por Baleares, Catalunya y Valencia. «Ha sido una animalada, no nos lo esperábamos», afirma. Ya tiene la traducción en castellano e italiano, porque, como bien dice, la reflexión sobre la identidad perdida de los pueblos en manos de la modernidad alcanza a todos. «Queremos llevarlo a Madrid, quizá en octubre», avanza el novel dramaturgo, que prepara una nueva obra para su compañía. «Hablará de la identidad del individuo, de las decisiones personales. Me gustan las historias con reflexión pero sin moralina. Que emocionen pero que también diviertan y sorprendan». Como Acorar, que ha atravesado, entre risas, el corazón de la platea.