MUESTRA SOBRE UN MITO DEL CÓMIC
Las huellas del Yeti en 'Tintín en el Tíbet'
Una exposición en el Museu d'Història de Catalunya revela las realidades que inspiraron a Hergé la aventura "más personal" del célebre reportero belga
Anna Abella
Periodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
ANNA ABELLA / BARCELONA
La túnica roja y azafrán que visten los monjes budistas, la impresionante trompeta para ceremonias rituales, el sombrero de cresta amarilla de los lamas, un gong, banderas de oración de colores con mantras, un ‘stupa’ o escultura cónica con la que el capitán Haddock se estrella al intentar no cruzarla por la derecha para no atraer a la mala suerte... no falta ninguno de los elementos tradicionales de la cultura tibetana que Hergé, fascinado por ella, trasladó fielmente de la realidad a las viñetas de la que sin duda es una de las aventuras más celebradas de su mítico reportero belga: ‘Tintín en el Tíbet’. La exposición que hasta el 2 de octubre acoge el Museu d’Història de Catalunya recorre esas y otras curiosidades que rodearon el álbum centrándose en sus influencias y fuentes reales de inspiración.
LA PISADAS DEL YETI
Entre ellas destacan los recurrentes sueños de color blanco como la nieve del Himalaya de Hergé, su amistad con Tchang, la primera y épica expedición que culminó el Annapurna, de Maurice Herzog, con quien habló y que, como otros alpinistas en el Himalaya, dijo haber visto las pisadas del Yeti, y por supuesto, el misterio de este mito, que cautivó tanto al dibujante que lo convirtió en personaje. Unas fidedignas reconstrucciones de un gran cráneo peludo y los restos óseos de una mano, que los monjes tibetanos atribuyen al “abominable hombre de las nieves” y cuyas reliquias se conservan en el monasterio de Pangboché, traen su hipotética imagen al visitante.
En ‘Tintín en el Tíbet’, del que se han vendido más de 250 millones de álbumes en todo el mundo desde 1958, el reportero va en busca de su amigo Tchang -amigo real del artista que ya protagonizó más de 20 años antes ‘El loto azul’-, cuyo avión se ha estrellado y que se le aparece en sueños pidiendo ayuda. “Es una historia de solidaridad y amistad, la única en la que no hay malos que perseguir o de los que defenderse, pero también es el trabajo más personal de Hergé”, afirma el comisario de la muestra, Manel Camps, miembro de Moulinsab. Associació de tintinaires de Sabadell. “La dibujó en 1958 y coincidió con un momento de crisis espiritual y en su matrimoniocrisis espiritual. Se separó de su mujer, Germaine, muy católica, y se enamoró de Fanny, colorista de la revista ‘Tintín’. Cumplía 50 años y se dio cuenta de que se había dedicado solo a dibujar y que no había vivido. El Tintín de este álbum es más Hergé que nunca, más humano que nunca: se emociona, llora, se alegra…”.
ÉPICA EXPEDICIÓN AL ANNAPURNA
El recorrido por ‘L’aventura d’aquell jove reporter belga al Tibet’ permite comparar el resultado final en las viñetas con las fuentes de inspiración en las que bebió Hergé. Junto a material de escalada de la época (piolets, mochilas, botas, crampones, gafas, una tienda de campaña…) se intercalan fotos, libros, prensa y documentación del primer 8.000 conquistado por el hombre, la cima del Annapurna a la que llegó en 1950 Herzog con su equipo, quien en el descenso perdió por congelación los dedos de manos y pies. Una instantánea evoca al ‘sherpa’ que les acompañó, cuyo nombre, Tharkey, Hergé usó para el que guía a Tintín en su búsqueda.
Esta zona dedicada al alpinismo, que se abre con una gran reproducción en 3D de la viñeta en que aparecen los restos del accidentado avión de Tchang entre la nieve, se completa con el recuerdo de tres expediciones catalanas al Annapurna, una de ellas la realizada en 1984 por el montañero Nil Bohigas, fallecido este lunes.
EL MISTERIO DE LA PORTADA
La muestra, que aporta algunas novedades sobre la que pudo verse en el 2015 en Sabadell, como material cedido por la Casa del Tíbet o una zona con esbozos, incluye un ejemplar de la primera revista ‘Tintín’ en la que apareció por entregas en 1958 esta aventura tibetana antes de ser reunida en álbum. En ella se aprecia que la portada era distinta y algo más ambigüa: un gran interrogante se yergue sobre las huellas del Yeti, aludiendo a su misterio, ante la mirada de Tintín, Haddock, Milú y Tharkey. Hergé mantuvo un guiño a ella en la nueva portada para el álbum: si afinan la vista, a la derecha de un par de las pisadas del Yeti trazó un minúsculo y casi imperceptible interrogante.
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