Una ruta por la obra pública del pintor

La tierra de los mil 'tàpies'

La obra del artista está presente en espacios públicos, centros oficiales y museos

ERNEST ALÓS
BARCELONA

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El alfa y el omega de la obra de Antoni Tàpies está en la fundación que lleva su nombre. Casi 400 piezas, que llegarían al millar contando obra gráfica y los dibujos, incluyendo la versión reducida del repudiado Mitjó pensado para el MNAC y la nube metálica de la fachada. Pero la huella del artista se extiende de la calle de Aragó a toda Catalunya: de las plazas (pocas; la polémica siempre acompañó a sus obras en espacios públicos), a los museos (solo en las colecciones de la Fundació La Caixa y el Macba hay 395 y 56 obras, respectivamente) y los salones de las instituciones.

La Fundació organiza tres veces al año una ruta que incluye otros dos sancta sanctorum del artista: el Homenatge a Picasso de la Ciutadella, hoy adecentado de nuevo, y la Sala de reflexió de la Universitat Pompeu Fabra, abierta excepcionalmente hasta el jueves pero que por motivos de ahorro (debe tener un vigilante) solo puede ser visitada en periplos como este. Un repaso a la obra en espacios públicos debería añadir al menos otra etapa simbólica: el pavimento de la plaza de Catalunya de Sant Boi de Llobregat que recuerda la Diada de 1976.

Aunque para zambullirse en Tàpies debe visitarse la Fundació, otros museos permiten un atisbo de la obra del artista, pero la ausencia de un centro que recoja con criterios históricos el arte catalán en la segunda mitad del siglo XX hace que ninguno de ellos lo sitúe en relación a los maestros que lo precedieron y en el marco de sus contemporáneos. Tàpies está presente en el Macba (los somieres de Rinzen, colgados en el vestíbulo, y dos cuadros en la exposición Volum!), en Can Framis (cuatro cuadros), en el Museu de Granollers (la Gran A), en el de Céret (con un díptico en la fachada y tres obras más)...

La obra de Tàpies no falta en las grandes instituciones, hasta el punto de que se podría llegar a atribuir a Tàpies el sello de pintor oficial. La conservadora de la Fundació Tàpies Núria Homs prefiere interpretarlo así: «Su compromiso cívico fue continuo desde los 60, contra la dictadura y en favor de la recuperación de las instituciones del país. Y a partir de la democracia fue la cara visible de la cultura catalana en el exterior. Así que tiene toda la lógica que las instituciones contasen con él».

Que sus piezas cívicas estén en lugares como el Palau de la Generalitat, el Parlament y el Ayuntamiento de Barcelona no significa que no sean conocidas. De hecho, el mural Les quatre cròniques, que decora la sala donde se reúne el Govern, aparece al menos dos veces a la semana en TV-3: en cada reunión del Consell Executiu y como fondo del gag final de Polònia. ¿De qué otro cuadro se podría decir lo mismo? Quizá del original del cartel del centenario del Barça, en el museo del club.

En las visitas guiadas al Palau de la Generalitat puede contemplarse también, en el despacho del president, el original del cartel Catalunya endavant; en el Parlament, el cuadro 7 de novembre, que rememora la constitución de la Assemblea de Catalunya; y quienes accedan al Ayuntamiento de Barcelona (por ejemplo este fin de semana) podrán ver el tàpies del despacho del alcalde y la pintura Complement miracolòs, situada originariamente en el Edifici Fòrum, encajonada en una sala de reuniones entre mobiliario y cerámicas kitsch. Aunque para ubicación desafortunada, la de dos cuadros situados en el restaurante del MNAC. Camuflados entre mármoles de colores y espejo. Una de las primeras decisiones del nuevo director, Pepe Serra, es buscarles un lugar digno, mientras espera a que acaben donde deben, en el futuro MNAC que explicará toda la historia del arte catalán hasta hoy mismo.