EL LIBRO DE LA SEMANA

'Tiempos de swing', de Zadie Smith: amistad a lo largo

Zadie Smith

Zadie Smith / periodico

Sergi Sánchez

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La narradora de 'Tiempos de swing' sigue al pie de la letra aquello que decía Emerson: un amigo es esa persona con la que podemos pensar en voz alta. Lo que piensa (la vida que pasa, el río que arrasa) nos lo cuenta a nosotros, pero es como si se lo contara a ella, a Tracey, a la que conoce desde los siete años, y con la que comparte más que una afición infantil por la danza. En cierto modo, Zadie Smith las describe como si fueran las dos caras de una misma luna, el yin y el yan, una fotografía impresa y su negativo. Ambas se conocieron bajo la sombra de un tutú, pero la una tenía talento y la otra no. Ambas vivían en edificios de protección oficial, en esos 'housings' del extrarradio londinense que son marca registrada de lo que Osborne y Orton hicieron llamar "drama de fregadero". La que narra tiene un padre blanco y una madre de color; Tracey, al revés. La decepción, el fracaso y el rencor unirá sus destinos en la distancia.

Que 'Tiempos de swing' sea la primera novela de Smith escrita en primera persona no la aparta de sus temas preferidos, en especial del análisis de los daños colaterales de los conflictos de raza y clase. El tono confesional, casi autoinculpatorio, le ayuda a indagar, con la fluidez acostumbrada, en las secretas relaciones de poder que animan una amistad de infancia, y aunque Tracey permanece ausente durante un buen tramo del relato, su hueco actúa como una espada de Damocles que se cierne sobre el frágil espíritu de la narradora, que esconde su incomodidad existencial dependiendo de la opinión de los demás, de la imagen que los otros tienen de ella.

Habría sido muy fácil caer en el cliché de la celebridad caprichosa con el personaje que tiene obvias similitudes con Madonna

Así las cosas, la novela se convierte en una reflexión de amplio calado sobre la amistad a partir de la densidad emocional con que Smith retrata a sus personajes, incluida Aimee, la estrella del pop para la que la narradora acaba trabajando como asistente. Habría sido muy fácil caer en el cliché de la celebridad caprichosa, alimentada con chismorreos de papel couché y 'one liners' ingeniosos. Es mérito del talento de la autora de 'Dientes blancos' que Aimee parezca real, más allá de sus obvias similitudes con Madonna: no solo porque su personaje tiene discurso ("que la riqueza y la ética son en esencia lo mismo, porque cuanto más dinero tuviera una persona, más bondad (…) atesoraba"), por muy discutible que este sea, sino porque habla y respira como si fuera de carne y hueso.

Es posible que 'Tiempos de swing' se pierda un poco mientras viaja a África, como si en ese continente, por contraste, la desubicación de la narradora fuera un lugar común que Smith se siente obligada a explotar, y el episodio, que incluye una adopción ilegal que demuestra la inmoralidad de los privilegiados, disfrazada de condescendencia solidaria, y que resultará capital para precipitar el escándalo que resuelve el relato, resulte acaso un mecanismo narrativo demasiado previsible para polarizar las dudas de la protagonista. Puede pensarse que, en ese intervalo, Tracey existe solo como una sombra de lo que fue, pero el caso es que la novela, que combina ligereza y profundidad en una prosa absorbente, está hechizada por ella, y nada puede enturbiar el hecho de que Smith habla de la amistad como de una historia de 'amour fou', que aun habiéndose apagado arde en la memoria.