50 ANIVERSARIO

El grupo más subestimado de la historia del pop

The Monkees

The Monkees / periodico

RAFAEL TAPOUNET / BARCELONA

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En la historia de la música pop existen pocos malentendidos tan duraderos e injustos como el de los Monkees. El sistemático desprecio de la casta rockera, sustentado en argumentos tan discutibles como que no eran un grupo "de verdad" o que no tocaban sus instrumentos, ha proyectado una sombra de insidia y de sospecha sobre el legado de una banda cuyos méritos artísticos están muy por encima de los de algunos de sus contemporáneos hoy considerados intocables. Ahora, medio siglo después de su fascinante nacimiento en un programa de televisión (he ahí el pecado original, fuente de todos los prejucios), los tres miembros supervivientes del grupo, Micky Dolenz, Peter Tork y Michael Nesmith (Davy Jones falleció en el 2012), han decidido reivindicar su historia con una gira de 50 aniversario y un disco de canciones nuevas'Good times!' (Rhino), que no desmerece sus mejores horas. Lo cual es un logro mayúsculo.

La lista de colaboradores que han participado en 'Good times!' habla mucho y bien de la saludable influencia que, pese a ese histórico ninguneo, han ejercido los Monkees sobre diversas generaciones de músicos de probado buen gusto. Paul Weller, Andy Partridge (XTC), Noel Gallagher, Rivers Cuomo (Weezer) y Ben Gibbard (Death Cab For Cutie) figuran entre los compositores que han escrito canciones para el álbum, cuya producción ha corrido a cargo de otro geniecillo pop, Adam Schlesinger, fundador de Ivy y los Fountains of Wayne. También hay unas cuantas gemas de los 60, de autores como Neil Diamond, Harry Nilsson, Jeff Barry y Carole King y Gerry Goffin, que quedaron inéditas en su día y ahora han sido regrabadas, así como algunas composiciones nuevas de Nesmith, Tork y Dolenz.

El conjunto es lo suficientemente satisfactorio como para reabrir el 'expediente Monkees' y pedir al alto tribunal rockero que exonere de una vez por todas al grupo de los ominosos cargos que pesan aún contra él y acepte su inclusión, con todos los honores, en el panteón de las mejores bandas americanas de los años 60, junto a los Byrds, los Beach Boys o The Band. Porque ese es el lugar al que pertenecen.

LEONARD NIMOY SE CONVIRTIÓ EN VULCANIANO

En el principio, eso es cierto, los Monkees no eran un grupo, sino una serie de televisión sobre un grupo. Un programa brillante creado por los avispados Bert Schneider y Bob Rafelson con el fin de sacar provecho de la fiebre desencadenada por la irrupción de los Beatles en Estados Unidos. Sucedió que ese cuarteto de ficción -interpretado por un actor californiano con pasado de niño prodigio (Dolenz), un talentoso cantautor tejano (Nesmith), un músico folk del Greenwich Village (Tork) y un cantante inglés de music-hall de talla XS (Jones)- se convirtió en poco tiempo en una auténtica banda ("fue como si Leonard Nimoy se hubiera convertido en un vulcaniano de verdad", dijo Dolenz) y las ventas de los discos empezaron a superar a las audiencias de la serie televisiva.

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Llegados a este punto, los cuatro 'monkees' iniciaron una batalla para hacerse con el control artístico del grupo, hasta ese momento en manos del productor Don Kirshner. Después de conquistar los 'charts' de la mano de un ramillete de irrefutables himnos de pop chicletero escritos por los más destacados compositores del Brill Building neoyorquino e interpretados por músicos de sesión, la banda aspiraba a establecerse como una entidad creativa autosuficiente. Lo consiguieron en su tercer elepé, 'Headquarters'. Primera sorpresa: el resultado fue el disco más inspirado que habían grabado hasta la fecha. Y no fue un logro aislado. Su siguiente álbum, segunda sorpresa, es aún mejor.

DOS ELEPÉS INDISPENSABLES

'Headquarters' y 'Pisces, Aquarius, Capricorn & Jones Ltd.' se publicaron ambos en 1967, con menos de seis meses de diferencia. Algo asombroso. Si el primero es un audaz golpe sobre la mesa pensado para demostrar al mundo que los Monkees sí podían tocar instrumentos y escribir canciones (las mejores piezas del elepé, 'You just may be the one', 'Randy scouse git' y 'For Pete’s sake', llevan la firma de Nesmith, Dolenz y Tork, respectivamente), el segundo, construido con la ayuda del productor Chip Douglas y la presencia de lo más florido de los músicos de estudio de Los Ángeles (la llamada 'Wrecking Crew'), es una obra maestra que cualquiera con un mínimo interés en el pop de los 60 debería pararse a escuchar. Un clásico "a la altura del primer elepé de los Velvet Underground y del 'Younger than yesterday' de los Byrds", en la docta opinión del cofundador de los Go-Betweens Robert Forster.

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Pero en el año del verano del amor y el festival de Monterey, cuando el rock empezaba a tomarse a sí mismo peligrosamente en serio, los guías espirituales de la escena moderna ya habían lanzado su 'fatwa' contra los Monkees, que, con su origen televisivo y su presunta falta de autenticidad, parecían encarnar mejor que nadie la banalidad y el artificio del pop que esa nueva generación hippie quería dejar atrás. Y la banda, siempre dos pasos por delante de sus aburridos detractores, se prestó a escenificar su suicidio comercial en una delirante película titulada 'Head' que se cerraba, precisamente, con una secuencia en la que los cuatro músicos se arrojaban desde un puente a los sones de la maravillosa 'Porpoise song', cuyos coros  repetían la letanía "goodbye, goodbye, goodbye...".

Lo que vino después tiene menos interés, aunque álbumes como 'Instant replay' (1969) y 'The Monkees Present' (1969) no carecen de momentos brillantes. Peter Tork dejó el grupo y Michael Nesmith le siguió poco después. Desde entonces ha habido algunas reuniones, algunas feas disputas y algunos discos irrelevantes. El 29 de febrero del 2012, Davy Jones murió de un ataque al corazón causado por la arterioesclerosis que padecía. Ni siquiera ese trágico suceso hizo que a los responsables del Rock and Roll Hall of Fame se les ablandara el corazón y reconsideraran su decisión de dejar fuera a los Monkees, un veto que dice más sobre la futilidad de ese ridículo club privado que sobre la importancia de la banda.

Ahora han vuelto para soplar las velas de su 50 cumpleaños rodeados de amigos y admiradores. En su celebrado ensayo historiográfico '¡Yeah, yeah, yeah!', el músico y erudito Bob Stanley dedica un capítulo a los Monkees y concluye que "se les acusó de dinamitar la inocencia del pop cuando sus mejores canciones son la quintaesencia del género". Lo mejor que se puede decir de 'Good times!', su nuevo disco, es que no traiciona en absoluto la verdad enunciada por Stanley. Medio siglo después, los Monkees siguen siendo la quintaesencia del pop. Con ellos llega el verano.