73ª EDICIÓN DE LA MOSTRA

Carne humana de sabor rancio

La distopía caníbal 'The Bad Batch', segunda película de Ana Lily Amirpour, decepciona en la competición en Venecia

venecia  pelicula  the bad batch

venecia pelicula the bad batch / periodico

NANDO SALVÀ / VENECIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En España casi nadie se enteró de ella, pero 'Una chica vuelve sola a casa de  noche' (2014) era un romance vampírico lleno de astucia, elegancia e intrepidez. Por eso se esperaba con ganas la segunda película de la directora Ana Lily Amirpour, y por eso su estreno en la Mostra ha resultado ser tan notoria decepción. 'The Bad Batch' transcurre en el tipo de mundo posapocalíptico arenoso y brutal (sus habitantes se comen los unos a los otros para sobrevivir) que popularizó 'Mad Max', pero en realidad Amirpour parece más bien haberse inspirado hojeando un ejemplar de la revista 'Vice'. El grupo Vice, de hecho, produce la película.

Así pues, por la pantalla pasean culturistas que marcan paquete, y sectas de embarazadas con metralletas lideradas por Keanu Reeves disfrazado de Pablo Escobar, y 'skaters', y oasis en medio del desierto diseñados a imagen de la zona de acampada de Coachella, y mucho tatuaje y mucha música 'trash' usada irónicamente. La pretensión de Amirpour, claro, es criticar el hedonismo de la generación 'millennial', tan indolente ante los problemas del mundo, aunque en realidad 'The Bad Batch' es producto inconfundible de ese hedonismo. Sin él no es nada porque nada en ella importa. Quítese el ambiente de 'photoshoot' de publicación de tendencias, y lo que queda es un montón de metraje sobrante. Si fuera un ser humano, esta película necesitaría urgentemente ponerse a dieta.

VOCACIÓN SUFRIDORA

También 'Une vie', la otra candidata al León de Oro presentada, aqueja falta de economía. En ella, el francés Stéphane Brizé adapta la novela de Guy de Maupassant del mismo título sobre la permanente desgracia de Jeanne, heredera de una fortuna agrícola en la Francia del siglo XIX, que pasa toda la vida tratando de complacer a hombres que abusan de ella (esencialmente su marido y su hijo) y amigas que la traicionan.

Brizé emplea una narrativa no lineal que da saltos entre diferentes épocas para ilustrar el que, al parecer, es asunto principal del libro: que nada es ni tan bueno ni tan malo como parece. A cada momento feliz en la existencia de Jeanne le sucede uno triste y viceversa; y mientras acumula 'flashbacks' y 'flash forwards' que reiteran una idea fácil de entender a la primera, 'Une vie' dilata innecesariamente su metraje sin que el retrato de su sufridora heroína se enriquezca en el proceso.

Incluso considerando los modos patriarcales y el machismo de la época, en cambio, la pasividad y el victimismo de Jeanne resultan de un simplismo desesperante. Una y otra vez se le concede la ocasión de mandar a freír monas a quienes le amargan la vida, y una y otra vez la desaprovecha. Brizé la ha diseñado exclusivamente para el sufrimiento, y eso es trampa.