Telones arriba

XAVIER BRU DE SALA

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Hay un cierto consenso al diferenciar el valor de la cultura en tres grandes ramas: su desempeño como espejo crítico de la sociedad, la participación social y el entretenimiento. La función de espejo crítico es, en mi opinión, la primordial. Las culturas que lo sitúan en primer plano son más fuertes y autónomas del poder. De manera parecida, es inestimable la participación ciudadana activa, a través de asociaciones o en programas donde las iniciativas culturales contribuyen a la cohesión, la integración de sectores marginales o la resolución de conflictos.

Cuanta más cultura, menos prisiones. Con razón lo sentenció, años atrás, el presidente de la asociación francesa de empresas que practican el mecenazgo cultural (tan impulsado en el país vecino y tan desprotegido en España). Valga destacar, en este punto, la ejemplaridad del acuerdo de la Consejería de Cultura con la de Interior para llevar la cultura hasta las prisiones.

El entretenimiento, en fin, es una actividad del todo necesaria, muy legítima y con escasas contrapartidas, además de la fuente principal de ingresos de la cultura en los países desarrollados. De todos modos, el binomio sociedad-cultura se encuentra siempre presente. No hay mercado sin público.

Aquí, en Catalunya, a pesar de que no nos podemos quejar de carencia de producción cinematográfica y audiovisual, sobre todo gracias a la labor de TV-3, el teatro continúa sosteniendo uno de los timones firmes y bien gobernados, por manos colectivas, de la cultura. Prueba de ello es la gala que se celebró anoche en el Liceu, organizada por las asociaciones de empresarios privados, de actores y directores y también los teatros públicos.

El sector ha demostrado que se sabe unir. A pesar de la crisis, el teatro catalán vende tres millones de entradas al año. Este es el mejor exponente de la vitalidad de un sector que ha pasado la crisis con enormes sacrificios, pero sin perder imaginación y creatividad.

Quedan dos batallas para ganar. La primera, la de los presupuestos, pero sobre todo la del IVA cultural, el más alto de toda Europa, que demuestra la hostilidad manifiesta, y funesta, del PP hacia el sector.