Un delicado juego escénico

T de Teatre ha ido más allá de las habituales convenciones buscando rizar el rizo de las claves de la interpretación escénica. ¿Hasta dónde era posible llegar en su camino experimental después de haber dejado huella con su sello propio y de trabajar con creadores como Javier Daulte, Alfredo Sanzol y Pau Miró? Y lo que se les ocurrió no fue otra cosa que ponerse en manos del explorador argentino Ciro Zorzoli y empezar a tejer conjuntamente Premis i càstigs, un delicado juego teatral.

El dramaturgo les había impresionado con Estado de ira, un trabajo sobre las limitaciones y enigmas de la ficción. Este fue el punto de partida de la inusual comedia que acaba de abrir la temporada de la Sala Fabià Puigserver del Lliure de Montjuïc. En síntesis, la propuesta muestra a una compañía haciendo ejercicios de interpretación destinados a alcanzar el virtuosismo delante del público que acaba siendo copartícipe de la parodia del taller escénico.

Teatro dentro del teatro. Los actores se entregan a unas aparentemente elementales prácticas sin una trama concreta detrás. Pero poco a poco esas simulaciones van dibujando a los personajes y se llega a un crescendo que mantiene en vilo al espectador. Y así van aflorando las tensiones y las luchas de egos que evidencian lo que hay detrás de la mentira interpretativa.

El reparto lleva el festivo ambiente de este minucioso espectáculo a un singular nivel interpretativo. Soberbia Àgata Roca (Beatriu), seductora en el rol de quién se debate en eternas dudas mientras esboza una relación tal vez morbosa con el galán Ivan Benet, inmejorable exhibidor de los tics de su personaje.

Mamen Duch (Francesca), con aires de estrella, y Carme Pla (Amalia), en su papel de clown, chocan y se complementan. Mar Rodríguez (René) protagoniza momentos brillantes con su conmovedor personaje, sobre todo cuando ejecuta circenses caídas de muerte. El maestro de ceremonias Jordi Rico, Albert Ribalta, la sugerente Marta Pérez y Carolina Morro completan un elenco de campanillas.