LA RECUPERACIÓN DE UNA FIGURA CAPITAL DEL ARTE CATALÁN

Tapiró, el gran olvidado

El MNAC vindica al pintor orientalista con una exposición que recoge 25 retratos de su época de Tánger El artista de Reus gozó de tanta reputación en vida como ostracismo tras su muerte

El rincón 8 Uno de los apartados de la exposición con retratos de personajes de la sociedad de Tánger.

El rincón 8 Uno de los apartados de la exposición con retratos de personajes de la sociedad de Tánger.

NATÀLIA FARRÉ
BARCELONA

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Reivindicar a uno de los artistas catalanes tan reconocido en vida como olvidado tras su muerte es lo que pretende Josep Tapiró, pintor de Tánger, la muestra que mañana abrirá  en el Museu Nacional de Catalunya (MNAC) -la primera sobre el creador junto con la que actualmente se celebra en Reus-  y que tiene como objetivo «poner a este artista orientalista en el lugar que se merece», según Jordi À. Carbonell, su comisario, y presentar al público El santón darkaguy de Marrakech, la acuarela que el museo compró por 90.000 euros el año pasado con los ingresos obtenidos por alquilar sus instalaciones para la boda de la sobrina del magnate indio Lakshmi Mittal, y que tras su restauración, luce ahora junto a otras 24 piezas salidas de la paleta de Josep Tapiró (Reus, 1836-Tánger, 1913). Todas acuarelas, todas pintadas durante la etapa tangerina del pintor -la mejor, más singular y relevante- y casi todas, menos tres, retratos.

Retratos de santones, novias, músicos ambulantes, jerifes, bandidos, criados e indigentes que muestran la pintoresca humanidad del Tánger del siglo XIX de una forma veraz y realista, una manera muy alejada de los clichés y lugares comunes que poblaban las piezas de otros orientalistas de la época, como Delacroix, Ingres, Fromentin, Decamps y Fortuny, amigo e introductor de Tapiró en el mundo tangerino.

«La diferencia entre Tapiró y el resto de orientalistas que también pasaron temporadas en Tánger es que mientras estos reflejaban una visión epidérmica, casi turística, de la ciudad incorporando elementos no genuinos con conciencia de hacer obras para que triunfaran comercialmente, Tapiró no lo hizo. Tapiró no aplicaba ningún cliché, ningún apriorismo. Era un realista que se encontró con un mundo muy exótico, muy llamativo, y lo pintó tal cual», resume Carbonell. Y en esta veracidad, en esta aproximación casi científica a lo que vio y vivió, radica la singularidad y genialidad de Tapiró.

Un artista que llegó a integrarse tanto en la sociedad tangerina que consiguió retratar a personajes musulmanes, algo realmente difícil en aquella época y en una sociedad poco dada a las representaciones humanas. De hecho, los personajes de sus cuadros tienen nombre y apellidos, no son modelos o judíos disfrazados, como lo son en los cuadros de otros pintores de la época -en Delacroix, sin ir más lejos-. No en vano, Tapiró consiguió entrar en lugares vetados para los extranjeros, entre ellos en un gineceo para asistir a la ceremonia de preparación de una novia.

Virtuoso de la acuarela

Pero si Tánger le dio el reconocimiento, también le condenó al olvido. La amnesia que sufrió la ciudad tras su incorporación definitiva a Marruecos y su alejamiento de Catalunya son las principales circunstancias de su ostracismo, un poco reconocimiento motivado también porque tuvo en la Inglaterra victoriana su principal mercado.

Aunque lo poco que dice su nombre en la actualidad, no debe llevar a la confusión. Tapiró gozó de gran prestigio en su época y sus obras cotizaban alto. Al igual que su originalidad tampoco debe llevar a desdeñar su virtuosismo como acuarelista con una técnica muy especial que daba aspecto de óleo a sus aguadas. De modo que Josep Tapiró, pintor de Tánger puede disfrutarse de dos maneras: etnológicamente y artísticamente, y así descubrir a «uno de los orientalistas más importantes a nivel internacional del último tercio del siglo XIX. Palabra de Carbonell.