'Tan poca vida': la improbable belleza del dolor

La última gran revelación de las letras americanas; un relato imperfecto pero fascinante de Hanya Yanagihara

Hanya Yanahigara.

Hanya Yanahigara. / periodico

ENRIQUE DE HÉRIZ

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Pocas novelas llegarán, en lo que queda de año, precedidas por tanto ruido como 'Tan poca vida', de Hanya Yanagihara (Los Ángeles, 1975). Fue la gran revelación de la narrativa estadounidense en 2015: finalista de todos los premios, cabeza de lista de toda la prensa, tuvo incluso violentos detractores que multiplicaron el estruendo.

El arranque nos propone seguir el desarrollo de la amistad, a lo largo de casi tres décadas, de cuatro hombres que coincidieron por azar, en la universidad: Malcom, arquitecto con pretensiones artísticas; Willem, que pronto pasará de camarero a actor de primerísima fila; Jude, abogado que también alcanza pronto el éxito profesional; JB, artista que pinta cuadros basados en retratos fotográficos de sus tres amigos. Estamos en Nueva York y los personajes usan móviles, pero la historia parece transcurrir en una especie de burbuja carente de concreciones temporales y geográficas.

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Tanto el tono como el rumbo aparente de la novela cambian cuando descubrimos que Jude se autolastima con frecuencia y, poco después, sabemos que ese comportamiento tiene su origen en los maltratos sufridos en la infancia. A partir de ahí, JB y Malcom se desdibujan, Willem permanece como comparsa y Jude accede a un primer plano del que se negará a desaparecer. La novela avanza a partir de entonces por medio de flashbacks que nos van revelando los secretos terribles de su pasado. No poder nombrar aquí esos secretos dificulta solo en parte el comentario. De pronto, dejamos de hablar de amistad y crecimiento, de ambiciones y logros, y nos centramos en los abusos o, mejor dicho, en sus dramáticas consecuencias. El texto busca su excelencia como tratado sobre el dolor; contiene párrafos, páginas enteras, que indagan en ese aspecto y, lejos de provocar la previsible repulsión, logran fascinar al lector y vislumbrar incluso la belleza en la aberración.

Los logros se imponen a ciertas imperfecciones que no podemos dejar de mencionar. Incluso sus principales defensores se vieron obligados a señalar errores gramaticales de cierto calibre y, sobre todo, algunos detalles que restan verosimilitud a la historia: parece imposible que Jude solo encontrara en su infancia seres absolutamente abyectos, sin excepción de ninguna clase; y que, en la edad adulta, viva sólo rodeado de seres angelicales. Se entiende que Yanagihara buscaba en esos extremos un contraluz que resaltara el drama del protagonista, pero la credibilidad de la historia paga un peaje por ello. También provoca cierta desconfianza que los cuatro protagonistas alcancen el éxito casi por obligación. Y podría discutirse el tono axiomático con que Yanagihara presenta la evolución moral de sus personajes: te maltratan, ergo maltratas.

Algunas de esas imperfecciones bastarían para echar por tierra novelas menos meritorias, pero 'Tan poca vida' sobrevive a sus errores precisamente porque está viva, porque contiene un nucleo de veracidad, de auténtica indagación literaria, una exploración fascinante de un dolor algo narciso. Acaso por eso la edición española luce en su portada la misma imagen que la americana, una fotografía en la que un hombre exhibe lo que parecería una mueca de dolor, si no fuera porque pertenece a una serie del fotógrafo Peter Hujar sobre el amor y la lujuria y se llama 'Orgasmic Man'.