ENTREVISTA

«Supongo que siempre hago la misma película»

Jacques Audiard reivindica 'Dheepan', con la que obtuvo la Palma de Oro de Cannes, como una historia de amor

Jacques Audiard, en el Festival de Cannes 2015

Jacques Audiard, en el Festival de Cannes 2015 / AFP/ BERTRAND LANGLOIS

NANDO SALVÀ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La carrera de Jacques Audiard (París, 1952) está íntimamente conectada con el Festival de Cannes. En 1996 se dio a conocer allí gracias a Un héroe muy discreto; después, en 2009, obtuvo el Premio Especial del Jurado -y el pasaporte a la fama internacional- con la épica carcelaria Un profeta; y el domingo alcanzó la gloria al ganar la Palma de Oro gracias a Dheepan, la historia de unos inmigrantes que viajan a Francia huyendo del horror de la guerra civil en Sri Lanka y que allí deberán tomar medidas extremas para sobrevivir.

-En qué medida es Dheepan una película sobre el fenómeno de la inmigración?

-Me sentiría de maravilla si mi película ayudara a mejorar la situación de los inmigrantes en Europa, pero no ha sido ese mi objetivo, no he querido hacer una película sobre la integración sino usar la inmigración solo como telón de fondo. Antes de iniciar el proyecto, de hecho, ni siquiera sabía situar Sri Lanka en un mapa, ni sabía qué aspecto físico tienen los nacidos allí. Pero la idea de hacer una película francesa en la que se hablara tamil me sedujo mucho porque me pareció muy loca. En el fondo, Dheepan es una historia de amor, y trata de sobre cómo una familia falsa puede llegar a convertirse en una familia real.

-Pero los protagonistas de Dheepan abandonan una situación de abuso en Sri Lanka y, al llegar a París, acaban sufriendo otra situación de abuso. ¿No cree que ese paralelismo tiene algo de reflexión social?

-Yo soy muy cobarde a la hora de hacer declaraciones políticas, porque no conozco la realidad que me rodea lo suficiente como para hacerlas. Cuando me informé sobre la guerra civil en Sri Lanka me sentí conmovido, pero eso no me da ningún derecho a opinar, y lo mismo digo sobre la situación en las zonas marginales de París. Ahora bien, gastarse siete millones de euros en una película como Dheepan, protagonizada por personas a las que Occidente no presta atención alguna, ni en el cine ni en la vida, sí me parece un acto político.

-Como varias de sus obras previas, Dheepan mezcla la realidad francesa con el tipo de convenciones de género que vemos en el cine americano. ¿Qué le interesa de ese choque?

-A veces se dice de mí que estoy americanizado, y no lo entiendo. ¿Es que no puede un director europeo usar elementos del cine de género sin que se le asuman influencias americanas? Sí, crecí viendo el cine de Martin Scorsese y William Friedkin, pero esos directores a su vez estaban influenciados por el cine negro francés anterior. Para mí, en todo caso, el cine de género es como un caballo de Troya, mi forma de vencer las defensas del espectador.

-Todas sus películas son, en el fondo, retratos de hombres desesperados que para sobrevivir deben imponerse sobre un entorno hostil. ¿Qué le atrae de ellos?

-¿Está diciendo que siempre hago la misma película? Supongo que es cierto, que siempre hago la misma película, sí. En todo caso cada vez que empiezo un proyecto tengo la sensación de estar saltando al vacío. Me interesan los personajes que están en proceso de autoeducación, hombres que se van haciendo a sí mismos. Mientras completan el proceso, sus posibilidades de progresión dramática son enormes.

-Como ya hizo en Un profeta, en Dheepan ha trabajado con actores desconocidos. ¿Los prefiere a los rostros conocidos?

-Me he acostumbrado a trabajar con intérpretes desconocidos y, sí, la verdad, lo prefiero. Me interesan las caras nuevas, y otros colores de piel, otras formas de pensamiento y expresión.  Que quede claro que me encantan el cine francés y los actores franceses, pero a veces tengo la sensación de que la industria cinematográfica de mi país tiene un problema de narcisismo, le encanta hurgarse el ombligo. Me arrepentiré de haber dicho esto, pero es lo que siento.

-Ha confesado que acabó la película a toda prisa y que no la tuvo lista hasta la semana pasada. De haber tenido más tiempo, ¿habría hecho algunas cosas de otra manera?

-Está claro que al ver la película ahora siento que podría cambiarle algunas cosas, pero me pasa siempre con todas mis películas. De hecho, supongo que a todos los cineastas les sucede eso. Tienes que ser muy arrogante, o muy iluso, para pensar que tus películas son perfectas. Fui deprisa porque para mí era muy importante estar en el Festival de Cannes: una película sin actores conocidos, y hablada mayoritariamente en tamil, necesita todo el apoyo del que pueda disponer. Además, la presión, al fin y al cabo, es buena porque te hace pensar rápido. Si no tienes prisa tiendes a pensarte las cosas demasiado, a recrearte, a divagar. La presión te proporciona lucidez.

-Señor Audiard, ¿qué sensación le proporciona estar entre los grandes autores del cine mundial?

-Yo no lo veo en esos términos que usted me plantea. Me limito a pensar en la película que estoy haciendo en cada momento, y cuando la he acabado me pongo a pensar en la siguiente. Además, rodar una película no es un trabajo individual, es un trabajo hecho en equipo por una suma de talento. Me molestan los directores que se olvidan de eso, y hay muchos ahí afuera.