EL LIBRO DE LA SEMANA
Sueños truncados
Quizá los viejos rockeros nunca mueran, pero las pasan canutas. Zanón se consolida con una excelente novela
Enrique de Hériz
Escritor
ENRIQUE DE HÉRIZ
Francis ha vuelto al barrio. Francis es músico, rockero, guitarrista, por más señas. Lo ha sido todo. Lo era todo, por ser exactos, aceptando que ese todo era bien poca cosa para el mundo, pero para él y quienes vivían la escena del rock en los 80, en los 90, sentirse todo equivalía a serlo. Lo que regresa a Barcelona y al barrio es la sombra de aquel todo, una sombra que a duras penas pretende huir de sí misma. No va a volver a drogarse, se va a conformar con no ser nadie, va a recuperar a unos hijos que ya ni lo reconocen, va a encontrar un trabajo… En fin, Francis tiene un plan que, desgraciadamente, pasa por instalarse a vivir en casa del cabrón de su padre. El problema es que todos los demás tienen planes distintos. Su padre, su hermanastra, el mafioso que la chulea, el matón del mafioso… Incluso la vida: la vida tiene un plan para Francis.
GRANDES REFERENTES / Con Yo fui Johnny Thunders estamos ante una novela de méritos importantes. El primero es su lograda ambición. No le da ningún miedo a Carlos Zanón atreverse con grandes referentes: la novela del comeback del héroe truncado; la gran novela de sueños imposibles; la oprimente pero muy viva estética de barriada… En fin, pisa territorios que podrían llevarle al déjà vu, se atreve con asuntos peligrosamente cercanos al tópico, pero lo hace con tanta personalidad, que sale ileso (o más, airoso) de ese encuentro con los gigantes.
Quizá se deba a que su segundo gran mérito es el muy elevado contenido de verdad que despliega todo el texto. No de veracidad, que también. De verdad: más allá de la trama bien elaborada, del esfuerzo sostenido en las idas y vueltas de sucesos y personajes, hay una contundente búsqueda y hallazgo de autenticidad, un compromiso con la historia narrada, una voluntad clara de que los personajes sean mucho más que eso. Son, por supuesto, representantes de una generación, y entonan el correspondiente canto del cisne por los sueños truncados. Pero son gente que está viva a lo largo de toda la novela. Lamentable, dolorosamente viva a veces, pero viva.
La mención del guitarrista pionero del punk en el título es, en ese sentido, un guiño cultural, generacional y emocional a la vez, aunque quizá podría no ayudar demasiado al destino comercial de la novela.
Zanón pone en pie una Barcelona creíble y genuina, ajena por completo a la ciudad de cartón piedra que admira en el espejo su imagen congelada. Nos muestra con inteligencia el lacerante claroscuro que representa la vida de los fracasados Francis, Paco, Damián, Marisol, Xavi, enredados en sus tramas putrefactas mientras en sus pantallas de plasma se proyectan imágenes de Paul Newman, Steve McQueen, Erroll Flynn. Demuestra una pericia particular en los diálogos, que sin caer en ningún momento en el costumbrismo resultan deliciosamente naturales y espontáneos.
UNA VOZ A TENER EN CUENTA / ¿Se puede pedir más? Sí. Poquito, pero sí. Dentro de las complejidades de una trama bien compuesta por lo general, hay algún bajón rítmico que hubiera sido fácil enmendar. La novela se habría beneficiado también de un mayor rigor estilístico en el pulido de algunas pequeñeces que señalamos tan solo porque si el autor es capaz de marcarse lo mejor de esta novela como punto de partida y exigencia para las que vendrán después, será una voz a tener muy en cuenta.
YO FUI JOHNNY THUNDERS Carlos Zanón RBA 316 págs. 17 €
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