"Soy un inmigrante de la Segunda República" (25 de julio del 2006)

El escritor José Luis Sampedro disecciona, implacable, el presente sin olvidar el paraíso perdido del pasado

Sampedro se aferra a la tabla de náufrago sobre la que escribe.

Sampedro se aferra a la tabla de náufrago sobre la que escribe. / periodico

JUAN FERNANDEZ / Madrid

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En un ático del barrio madrileño deMoncloase esconde un faro que no sale en las guías. Hoy, como todas las mañanas, su farero se ha puesto en marcha a las 5 de la madrugada. Temprano, que hay mucho horizonte que otear. Su puesto de vigilancia lo componen un sillón orejero, una tabla cruzada sobre los brazos y un bloc de gusanillo. Desde ahí,José Luis Sampedro(Barcelona,1917) lanza avisos a navegantes en forma de novelas, artículos y conferencias. Una cosa es que el mundo se vaya a pique. Y otra que nos coja por sorpresa.

-¿Hábleme de esa tabla.

-Es mi tabla de salvación, me agarro a ella como un náufrago. También es mi taller. Sobre ella escribo cada día. De aquí salieron varias de misnovelas, las de los últimos 30 años; así que algo de sustancia de ellas debe de tener. Como en una cuba de vino, va quedando la solera.

-¿Escribe a diario?

-Siempre tengo un cuaderno abierto, donde anoto lo que voy pensando, pero no lo hago a diario. No todos los días suceden cosas dignas de ser anotadas. Si fuerzas esa tarea y la haces con cotidianidad, te expones a escribir textos que no son importantes. Hay que dar un margen a la vida y a la espontaneidad, no planificar en exceso.

-¿Su última novela es La senda del drago. ¿Ahora en qué anda?

No tengo ninguna novela entre manos. Eso quiere decir que tengo dos o tres en la cabeza. De momento, son solo ideas, notas escritas en mi bloc de gusanillo, que es mi ordenador portátil. Es muy práctico, porque no gasta energía y pesa poco. Es un ordenador excelente: puedo arrancar las hojas y poner juntas las que deben estarlo. ¿Es o no es un verdadero ordenador portátil?

-¿Escribe a mano?

Depende de la etapa en la que esté. Al principio, a mano. Luego, esas hojas pasan a una carpeta, donde se acumulan, se relacionan entre ellas, y deciden si van al principio de la novela, en el medio o al final. Yo no escribo un argumento hasta que no tengo escrita la mitad de la novela en forma de hojas sueltas. Prefiero que sean esas notas las que manden. Es una forma de trabajar que está más cerca de cómo funciona la vida. Del mismo modo, no soy yo quien decide qué novela escribir. Después de estar durante un tiempo coqueteando con varias ideas, un buen día me doy cuenta de que me he enamorado de una, que se convierte en obsesión. En la vida sucede igual: los hombres no elegimos, son ellas las que nos eligen a nosotros. A mí me escogen mis novelas.

-¿Su motivación para escribir hoy difiere de la de su primera novela?

Es la misma. Escribo por un único motivo: no lo puedo evitar. Poco antes de morir, pidieron aNureyevque diera un consejo a un joven que estuviera empezando a bailar, y él dijo: «Si puede, que lo deje». Es decir, que solo lo haga si no lo puede remediar. Considero que es la única razón seria para escribir:la necesidad.

-¿Se parece a respirar?

-Se parece al mono de los drogadictos. Escribir por necesidad conduce a un resultado: la autenticidad. Estéticamente podrá ser bueno o malo lo que has escrito, pero lo que se aboca ahí es de un valor incalculable, porquees auténtico. Lo humano solo está presente cuando la necesidad anda de por medio.

-¿Entonces el objetivo es darle salida a esa pulsión interior?

-El objetivo de escribir es conocerte cada vez más, hacer arqueología de ti mismo. San Juan de la Cruz decía: «Entremos más adentro en la espesura. La espesura son las cavernas de uno mismo. Para mí escribir es desenterrar mis siete ciudades de Troya, es hacer de minero interior, es penetrar en la espesura en busca de mí mismo. Ya lo decían los griegos: «Hazte quien eres». Es mi ideal de la vida, y mi sueño: llegar a ser quien soy realmente.

-En ese sentido, ¿usted es más usted ahora que hace 40 años?

-Sin duda. Y en cierto modo soy otro que se ha incrustado en aquel José Luis que existió hace 40 años. Soy como una estalactita, que con el paso del tiempo ha terminado siendo otra cosa, pero éste es quien yo realmente era.

-Esa visión de la escritura como misión recuerda al mito de Sísifo.

-Con una diferencia muy esencial: que Sísifo vive lo suyo como un castigo, y esto para mí es todo lo contrario. Es una aventura, es tratar de llegar a la chispa que anida en mi interior. Para mí el universo es una hoguera inmensa, y cada uno, usted, yo, no somos más que las chispas que saltan en ella. Subimos, damos una vuelta en el aire, caemos, nos apagamos y fin de la historia. No somos más que energía estructurada.

-¿Cruzar esa espesura es recorrer un camino sin retorno?

-Sí, volver es imposible. Puedes regresar en los recuerdos, pero la memoria engaña, transforma la realidad. Yo, por ejemplo, soy un inmigrante de un país al que no puedo volver. Ese país es laEspaña de la Segunda República. Es mi época, mi tiempo. En el mundo en que habito hoy me siento ajeno. Si pregunta a un cocodrilo cuál es su idea del paraíso, le dirá que un río bien rellenito de carne. El mío es el Madrid de entonces, el de 1931.

-No había aire acondicionado.

-Pero había unos botijos... Y tinglados de melones. Y agua de cebada. Había modistillas, que daba gusto verlas. Había acacias, y calles que olían a acacias.

-¿Vive esa sensación de destierro en el tiempo con dolor?

-No. Lamento que las cosas hayan evolucionado de una manera que no me agrada, pero tengo muy claro que he de aceptar el cambio, aunque no me guste, porque el hecho fundamental de la vida y la historia es el cambio, se pongan como se pongan los conserveros. Los llamo así despectivamente. Yo soy partidario de conservar muchas cosas, pero los conserveros se pasan. Algunos están todavía en el siglo XV.

-Si el cambio es la sustancia de la vida, ¿qué hacemos con la nostalgia? ¿La echamos fuera?

-No, en absoluto. La nostalgia es una manera morbosa de acariciarse uno mismo, que no está nada mal. Entregarte a este ejercicio no afecta a los acontecimientos. La nostalgia no es el retorno.Se puede ser nostálgico sin ser retrógrado.

-¿Tiene la sensación de que ya no se trabaja como antes?

-Lo que tengo claro es que hoy es mucho más fácil dar gato por liebre que antes. Pasar por músico o artista, sin serlo realmente, ahora es más fácil. Esto lo da el mercado, que enaltece a gente de muy poco valor. Cuando pase el tiempo, muchas cosas que hoy se ponen por las nubes, serán despreciadas. Creo que habría que reinventar la democracia, empezando por educar a la gente para que piense por sí misma. Hoy la gente está educada solo para ser consumidores y productores.

-¿Nos queda todavía algún motivo para la esperanza?

-Según lo que espere usted. Si espera que vuelva lo que había, descártelo. Si espera otro mundo distinto, organizado desde otras bases, seguro que lo habrá. Hoy la cultura ha cambiado el paisaje irremediablemente. Dentro de poco empezaremos a transformar al hombre mismo. Mi única esperanza es que la gente del futuro, que será muy diferente a mí, esté más conforme con su mundo de entonces de lo que estoy yo con éste que me ha tocado vivir.

-¿En sus tiempos escuchaba a los viejos quejarse de lo que usted se queja ahora, o estamos ante un problema mayor?

-Un poco sí sucedía, siempre cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero en aquella época los ministros dimitían cuando cometían errores. Hoy, cuando un presidente de una superpotencia invade otro país por error, su pueblo lo reelige.Se han perdido valores fundamentales, como el respeto a las personas o el afecto por los mayores.

-¿Quién era para usted un sabio cuando tenía 18 años?

-Esto que dice es muy importante, porque en mis tiempos había varias figuras que servían de referencia. En España teníamos aOrtega y Gasset, aUnamuno, había hombres así. Cuando publicaban un artículo, la gente lo comentaba, tenía una resonancia intelectual que pesaba sobre decisiones del Gobierno. Esto ha desaparecido, lo que es otra prueba del declive en que vivimos.

-¿Ahora no hay sabios?

-Sí, por supuesto quehay sabios. Pero contrastan tanto con el ambiente, que no se manifiestan. En nuestros días las figuras destacadas no quieren entrar en este circo en el que se ha convertido lo público.

-¿A usted mucha gente le tiene un respeto parecido al del sabio. ¿Qué opinión le merece esto?

-Me parece injustificado, se lo digo con toda mi alma. Me tengo por una persona que ha trabajado mucho, ha procurado ser honesto, ha intentado no hacer daño a nadie a sabiendas y ha buscado enriquecerse por dentro. Pero no me considero un sabio. Tengo muchos testimonios de gente que me dice que soy un referente para ellos. Es más, tengo constancia de que hay gente que me quiere. Todo esto me conmueve y lo valoro mil veces más que cualquier premio o éxito aparatoso. Y lo agradezco. Pero no logro verme como los sabios a los que yo admiré.