El retorno de un clásico

Sopa de Cabra toca el cielo en el Sant Jordi

El grupo conmocionó a sus fans en su reaparición tras una década de silencio

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Sopa de Cabra reinó anoche en un escenario mezcla de garaje mugriento, cuarto trastero y cuneta de carretera comarcal. Coches abandonados, neumáticos y un sillón despellejado, en un montaje firmado por Lluís Danés, acompañaron al grupo de Girona en su espectacular reconquista del Palau Sant Jordi, 20 años después de su primera visita al local, entonces acompañado de Els Pets, Sau y Sangtraït. Anoche no hizo falta nada más que sus canciones, 30 en total, para confirmar al grupo como gran proveedor de emociones.

El grito ritual «Bona nit, malparits!» sacudió el Sant Jordi, repleto, con más de 17.000 personas (que serán 52.000 sumando las citas de hoy y mañana; cifras jamás alcanzadas por el grupo en sus años de esplendor), y El boig de la ciutat encendió la mecha desatando el karaoke generalizado a partir del estribillo. «Feia molt de temps que esperàvem aquest moment. Gràcies per ser-hi, i per ser-hi els primers!», exclamó Gerard Quintana antes de rescatar otras dos canciones de los primeros tiempos del grupo, Tot queda igual y Dies de carretera.

MADUREZ Y FIESTA / Las piezas, siete, incluidas tres guitarras, encajaron y desplegaron el sonido sopa, ese rock tradicionalista de pegada inmediata y pliegues sentimentales. Si et va bé reivindicó la etapa madura de la banda. Sonaron Lletania, Per no dir res («¡Això és una festa!») y rarezas como el reggae La balada de Dicky Deeming. O Seguirem somniant, canción inédita del homenaje Podré tornar enrera, que sonó en versión acústica y con dedicatoria al gran ausente, Joan Cardona, Ninyin, guitarrista fallecido en el 2002 de cáncer. «No som els Stones ni de lluny, però ell era tan gran com Keith Richards», reivindicó el cantante.

En el cuerpo central del concierto, abundante material primerizo, como El carrer dels torrats y Bloquejats. Y raciones del Quintana ideólogo y profético. «Vénen temps estranys, difícils; vénen temps amb barba», en alusión al posible nuevo inquilino de la Moncloa. Hubo cánticos independentistas cuando Quintana evocó el concierto de 1991. «Llavors no ho teníem clar, però només hi ha un camí per ser nosaltres». El repertorio se asentó en los clásicos de sus inicios y las últimas cosechas. De sus años intermedios, cuando estuvieron a punto de colgar la toalla, sonó Hores bruixes, con su jugoso groove forestal.

ANTICORPORACIONES / Quintana recordó cuando, en el disco en directo Ben endins, de 1991, presentó Guerra (versión de War, pieza popularizada por Bob Marley) cargando contra los políticos. Ahora las cosas han cambiado, dijo: quienes deciden ya no son los políticos, pobres, sino «les grans corporacions, que han fet d'aquest planeta la seva joguina». Xarim Aresté, el nuevo fichaje de Sopa, corroboró sus palabras con un ácido solo con su «guitarra bruta». A su lado, Josep Thió manejó la «guitarra mestra».

Els teus somnis y El far del sud apuntaron a una tanda de bises que no quería tocar fin. Gran variedad de palos: reggae en Si et quedes en mi, rock'n'roll deslenguado en el medley de Blujins y El sexo (única canción en castellano de la noche: Mundo infierno al completo quedó en el tintero) y country en No hi ha camí. Tras nuevas idas y venidas del escenario, Camins, Mai trobaràs, L'Empordà y un fundido melancólico con Podré tornar enrera.

Dos horas y 40 minutos de show que elevaron a Sopa de Cabra al máximo estatus movilizador de público en la escena catalana, midiéndose con el Llach del Camp Nou o las tandas de El Último de la Fila en el Palau d'Esports. Sopa calórica.