EL LIBRO DE LA SEMANA

La sonrisa congelada

Hace años que el Goncourt no ofrece un hallazgo como este

Monumento a los caídos en la primera guerra mundial, en Verdún.

Monumento a los caídos en la primera guerra mundial, en Verdún.

ENRIQUE DE HÉRIZ

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A estas alturas, arrancar una novela con una estratagema brillante y original que haga despegar de inmediato las expectativas del lector y le provoque un urgente deseo de seguir leyendo, tiene mucho mérito. Tanto que, leídas las primeras 65 páginas, el lector empezará a arrugar la nariz con suspicacia: «No puede ser -dirá-. Esta tensión, este interés, no se puede mantener hasta el final».

Llevado por la intriga (también por la belleza, y hasta por la insinuación del horror), caerá en la trampa de leer una página más. Y otra. Y otra. Hasta el final. De sorpresa en sorpresa o -más difícil todavía- de confirmación en confirmación, como si el narrador tuviera no solo la virtud literaria de contarnos la historia de sus personajes, sino incluso la potestad de decidirla, de dominar el destino con tal autoridad que hasta el suceso más disparatado resulta creíble. Chapeu, monsieur Lemaitre.

DE LA GUERRA A LA POSGUERRA / Es casi imposible resumir Nos vemos allá arriba sin traicionarla. Digamos tan solo que empieza con un suceso brutal en noviembre de 1918, víspera del fin de la primera guerra mundial, protagonizado por dos soldados rasos y un teniente. Con enorme desparpajo, el narrador nos cuenta ese suceso atendiendo a los respectivos puntos de vista de los tres personajes para establecer un triángulo de tensión que se mantendrá en el relato de sus atribuladas vidas durante la inmediata posguerra.

Debe señalarse también que el contexto de esas vidas (macabro en parte, pero teñido de esperpento, casi cómico) tiene algo que ver con los negocios sucios propios de guerras y posguerras, con el precio que unos ponen en honra y sangre y otros cobran en codicia. Y poco más puede contarse. Ah, sí: hay una bella historia de amor, dos docenas de frases brillantes, situaciones que nos obligan a leer sentados al borde del sillón, pero listos para saltar, puño en alto, a celebrar el éxito de los protagonistas. O para increpar a sus adversarios. El narrador nos invita a sonreír, pero se nos queda la sonrisa congelada en el rostro.

También es casi imposible analizar las razones de la eficacia de esta novela sin atender a razones que tal vez importen mucho a los escritores y no tanto a sus lectores. Razones genéricas, teóricas  ajenas, en cualquier caso, a la experiencia en sí de la lectura, pero fundamentales en este caso. Porque Nos vemos allá arriba no es solo un artefacto narrativo funcionalmente eficaz; es antes que nada una obra literaria de primera magnitud. Sus personajes son magníficos y hasta el último secundario nos parece vivo de verdad; Lemaitre los dibuja con las tinieblas de la picaresca española, los hace avanzar con la dinámica luminosa de la mejor novela negra y, encima, dota a sus historias de la carga moral exigible a la novela literaria contemporánea.

CRUELDAD, HUMOR Y COMPASIÓN / Es una obra de contrastes: la ironía nos salva de sus pasajes más oscuros; un sustrato permanente de tristeza limita las euforias; asoma a veces una ternura radical, pero nunca cursi. Lemaitre somete a sus protagonistas, dignos perdedores, a las más terribles crueldades, pero los cubre con un manto de humor y compasión; como si hubiéramos dado permiso a Elmore Leonard para rescribir el Lazarillo.

3NOS VEMOS ALLÁ ARRIBA

Pierre Lemaitre

Trad.: José Antonio Soriano.

Salamandra. 441 p. 20 €