El Sónar de las periferias

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JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Una de las críticas que pueden formularse, y se formulan, a los festivales del entorno pop, su reflejo de una hegemonía anglosajona, blanca y masculina, saltó por los aires en la primera jornada del Sónar. Artistas estonios y nuyorican, suecos y con raíces criollas, muchas mujeres y un plato fuerte cocinado en Venezuela, Arca, culminando el día. Quizá sea cierto que los tiempos están cambiando.

Día uno en el 24º Sónar y el secular paisaje de shorts y pieles enrojecidas por el sol en Sonar Village, donde Destiny Frasqueri, Princess Nokia, revolucionó esas horas tontas tempranas de la tarde luciendo una bandera de Puerto Rico en el pie de micro y apelando a un gentilicio que hasta ahora no daba señal en nuestro radar: taíno, relativo a la cultura precolombina de una parte de Antillas. Las canciones de esta neoyorquina, apegadas al hip-hop y el trap peleón y feminista, son generalmente en inglés, pero de repente se dirigió al público en español, dedicándonos «mucho amor», en particular a la «gente morena» y «a las africanas» del lugar. De parte de una «puertorriqueña y taína». Tomamos nota.

REINA DEL BARRIO

Princess Nokia parece comprometida en la misión de convertir en cool ideas y actitudes que hasta hace poco eran más bien anticool, y lo hace con poderío escénico, detalles camp (flotadores de colores que lanzó al público) y una frescura surgida a pie de calle, concretamente en el Harlem hispano. En contraste, Dawn, cantante de Nueva Orleans con ancestros haitianos, sonó más envolvente y delicada, pese a las pinturas de guerra que lucía en la cara, a través de un esbelto r'n'b electrónico con brillos pop. Recaló en canciones de su tercer disco en solitario, Redemption, como Renegades, y citó a su amigo Diddy (antiguamente conocido como Puff Daddy) en Ass on the floor Yeah yeah you would.

Una de las novedades de este año es el escenario Sonar XS, decantado por talentos emergentes y por los «sonidos más undeground y extremos», anunció el festival. Y ahí encajó la veinteañera sueca Toxe, manejando con pose inocente máquinas con las que construía las retorcidas piezas electrónicas de su disco Muscle memory, material duro e incómodo, de esquivas cadencias rítmicas.Música, en fin, difícil de bailar, todo lo contrario de lo que estaba por venir. Porque esa sala se convirtió luego en zona perreo-friendly de la mano del deslenguado rapero granadino-barcelonés Yung Beef, de Pxxr Gvng (ahora Los Santos), tirando de delicias trap como Saudi riddim y mostrando ciertos apuros para que todo aquello sonara compacto.

Una puesta en escena de trazo confuso, adornada por los movimientos de una bailarina en tanga y culminada por la inquietante Ready pa morir. «Cuando muramos se verá quién ha ganao / Quién estaba en la right y quién estaba equivocado». Todo ello bastante extremo, sin duda, aunque no tanto como el menú de gritos histéricos y brochazos electrónicos violentos que nos sirvió el afroamericano Yves Tumor. Banda sonora del terror muy alejada de la raíz soul del músico de Tennessee.

RAP DE ESTONIA

Y en el escenario Sonar Hall, Tommy Cash, que se llama igual que un hermano cantautor de Johnny Cash pero se trata de una estrella del hip-hop de Estonia, crecida en un encantador bloque de viviendas de la era soviética de Tallín, experiencia que, por lo visto, le marcó a la hora de componer ácidos lamentos urbanos como Euroz dollaz yeniz. Debut en Barcelona, aunque, según dijo, había visitado seis veces la ciudad, y un repertorio airado e invasivo, más que en disco. «Versiones hardcore de mis canciones», reconoció.

Cerrando la jornada, un músico que, sea o no sea una estrella, se comporta como tal, el venezolano Alejandro Ghersi, Arca. Silueta apolínea en un escenario desnudo, haciendo chasquear un látigo y cambiando de vestuario, incluida una chaqueta torera, en torno a una música a veces emotiva, a veces tremendista. Electrónica de claroscuros, la de su disco homónimo, el primero en el que canta, y con sentimiento extremo, engolando la voz a lo Scott Walker. Piezas como Anoche (guiños a I miss you, de Björk, que fue quien le animo a usar la voz) y Desafío. «¿Queréis que saque el látigo otra vez?», preguntó antes de cantar Reverie, pieza con alusiones muy procesadas al folclore de su país. No hizo falta: sus poderes quedaron demostrados.