Aventuras en un Sónar superpoblado

En el Sónar de Día ya no parece haber propuestas populares y después, propuestas cerebrales más minoritarias: todo está hasta los topes. Solo en la franja del mediodía pudieron advertirse algunos claros en SonarVillage, donde la exploradora pop Juana Molina apostaba al inicio de su actuación por el pulso hipnótico del 'krautrock' [o rock experimental alemán de los 70]. También se podía respirar, a primera hora de la tarde, en el concierto de Sofie Winterson, cantautora synth-pop con no poca intuición melódica y poderosas líneas de bajo pospunk.

El dúo asturiano LCC demostró capacidad de convocatoria en SonarDôme. Su proyecto solo parece crecer en todas las direcciones (sobre todo hacia las profundidades) con cada nuevo disco, y el material que presentaron ayer, del recién aparecido 'Bastet', es la definición sonora del embrujo. Sonido ambient tenso, de clímax letal a punto siempre de suceder, pero nunca acaba de completarse, con frecuencias oscilantes y beats gruesos de tacto orgánico. Acompañadas por los visuales de Pedro Maia, crearon un ambiente hipnótico solo roto por las ocasionales pantallas iluminadas con conversaciones de WhatsApp o la innecesaria moda de usar la linterna del móvil para buscar sitio.

Menos intensos y viscerales, River Tiber defendieron en SonarDôme un R&B blanco, muy blanco, en la que se cruzaban guitarras propias del 'Love deluxe' de Sade con estrategias (y afectaciones) más cerca del rock alternativo. Tampoco el dance-pop cosmopolita de Roosevelt acabó de despegar del todo; es duro competir en una liga en la que existen equipos de la eficiencia de Phoenix o Metronomy.

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Quienes fueran a ver a Suzanne Ciani en busca de algún 'flashback' a su fase más melódica, quedaría defraudado: la pionera electrónica se dedicó a llevar su sintetizador Buchla en direcciones planeadoras y 'freestyle'. Verla jugar con sus cables resulta inspirador. Pero no lo suficiente para todo el mundo, como se pudo comprobar cuando alguien salió corriendo del SonarDôme gritando "¡venga-la-fiesta!".

El escenario SonarXS hace honor a su nombre, y ayer se quedó corto para un 'hype' del momento como Bad Gyal, diva dancehall local que ya empieza a hacer ruido y llamar la atención en medios foráneos. Su voz fue primero casi inaudible, quizá por algún problema técnico, pero ya a la altura del segundo tema, 'Despacio', que caldeó el ambiente, ganó solidez. Y su desenvoltura sobre el escenario es innegable. Habrá que seguir su rastro.

T.A.T.U. REVISITADAS

Tampoco cabía un alfiler en un escenario XL como SonarHall. La culpa era de Evian Christ, productor 'bass' británico que cobró renombre con su participación en el 'Yeezus' de Kanye West. Joshua Leary (ese es su verdadero nombre) gusta de resituar y recombinar referentes mainstream en nuevos contextos: el momento álgido de su show pudo ser esa superposición de 'All the things she said' (t.A.T.u.) con 'Children' de Robert Miles y ‘beats’ herrumbrosos de cosecha propia.

Pero hubo más bendita locura: revisión (o perversión) en plan banda sonora de anime distópico de aquella versión de 'Heaven' de Bryan Adams a cargo de DJ Sammy; algún que otro recordatorio salvaje, pero sin ninguna catarsis al uso, de su pasado como 'dj' trance a finales de los 90… Todo ello acompañado por un gozosamente efectista diseño visual. Ansiedad ante su inminente álbum en Warp.

Mientras Clark exhibía su electrónica intrincada en SonarHall, algunos ya encararon el camino hacia Sónar de Noche, por el que debían pasar el maestro del hip-hop instrumental DJ Shadow, un nuevo icono de la música negra como Anderson .Paak (con su banda The Free Nationals) y los siempre efectivos Moderat, en una noche-madrugada siempre cálida, siempre intensa.