EL FESTIVAL DE MÚSICAS AVANZADAS

El gran día de Björk en el Sónar

La artista islandesa lleva al CCCB sus trabajos de realidad virtual en la exposición 'Björk Digital', antes de ofrecer la charla inaugural del Sónar+D y oficiar una sesión de 'dj'

Exposición 'Björk Digital' en el CCCB.

Exposición 'Björk Digital' en el CCCB. / periodico

JULIÁN GARCÍA / JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA

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Sin necesidad de subir al estrado a ofrecer espectáculo en directo, la artista islandesa Björk ha paseado por el Sónar su aura de estrella de la cultura audiovisual más inquieta. Una Björk multiplicada en tres, como buen icono de lo multidisciplinario: protagonista de la exposición de realidad virtual 'Björk Digital' en el CCCB, entrevistada de lujo en la jornada inaugural del Sónar+ y, como colofón, 'dj' en un apabullante 'set' de cuatro horas que ha servido para alzar el telón musical del festival.

La artista islandesa no estuvo presente en la inauguración de 'Björk Digital' en el CCCB, pero no hubo momento en que ella, más bien su perturbadora representación virtual, no dejara de manifestarse de un modo u otro: como ella misma en una montaña volcánica islandesa, como diosa fractal o como alucinógena mariposa gigante. La exposición, sin objetos físicos ni memoria retrospectiva al uso, es un recorrido visual y sonoro, de alrededor de 90 minutos, por los trabajos de Björk en el terreno de la realidad virtual inmersiva, en una extraña, sofisticada mezcla de concierto privado y videojuego interactivo. “Una ópera tecnológica en la que Björk canta solo para ti desde la distancia corta”, según certera definición de Rosa Ferré, jefa de exposiciones del CCCB.

La inquieta Björk parece hoy volcada en la realidad virtual como modo expresivo de su caudaloso universo artístico y, sobre todo, emocional. La exposición del CCCB (vista ya en ciudades como Sidney, Montreal, Tokio y Los Ángeles) se inspira de forma especial en su reparador último disco, ‘Vulnicura’ (2015), en el que, a modo de diario, confiesa la devastación que supuso la ruptura con su pareja durante 15 años, el artista estadounidense Matthew Barney. “La realidad virtual no solo es una continuidad natural del vídeo musical, sino que posee un potencial teatral aún más profundo, ideal para este viaje emocional”, relata la artista en una carta expuesta justo a la entrada de la exposición.

De ‘Vulnicura’ son los cinco vídeos de realidad virtual que se pueden ver en la exposición mediante avanzados entornos audivisuales como gafas VR Samsung y HTC o ‘joysticks’ de esta última marca: ‘Stonemilker’, dirigido por Andrew Thomas Huang, en el que la diva canta a un palmo, o menos, de nuestra asombrada mirada en una playa islandesa; ‘Mouth mantra’, de Jesse Kanda, donde viajamos, literalmente, al interior de la boca y la garganta de la artista; ‘Quicksand’, con Björk tocada con la fabulosa máscara ‘Rottlace’ creada por Neri Oxman e impresa en tecnología 3D; ‘Family’, también de Huang, impactante pieza interactiva sobre la curación del corazón roto de Björk; y ‘Not get’, de Warren Du Preez y Nick Thornton Jones, con la artista, al fin renacida, adquiriendo la forma de mariposa gigante y ataviada con máscaras del artista James Merr.

Björk, en definitiva, multiplicada hasta el infinito y más allá, en una especie de efecto Droste digital en el que el vértigo, el asombro y el impacto emocional quedan a veces eclipsados por los propios límites de la tecnología: no siempre es fácil dejarse transportar a otros mundos con unas robustas gafas VR pegadas a la cara y con una resolución de imagen todavía algo baja en ocasiones.

EXTENSA OBRA VIDEOGRÁFICA INMERSIVA (Y NO)

Más allá del entorno virtual, el recorrido de ‘Björk Digital’ se completa con un suculento aperitivo, el portentoso videoclip de ‘Black Lake’ dirigido por Huang por encargo del MoMA de Nueva York, y que, con un sistema sonoro que quita el aliento, regala una poderosa experiencia inmersiva en los paisajes islandeses. Y, como cierre (previo paso por un espacio pedagógico interactivo que permite jugar con los instrumentos creados para su álbum ‘Biophilia’, del 2012), no falta un desengrasante repaso de su extensa obra videográfica, con sus afamados -y populares- trabajos con Spike Jonze, Michel Gondry, Stéphane Sednaoui o Chris Cunningham. 

CONVERSACIÓN CON BJÖRK EN EL SÓNAR+D

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Aquí, en el Sónar+D, sí se pudo ver a Björk en carne y hueso. La esperada conversación entre la artista y Brandon Stusoy (editor de ‘The creative independent’) debía girar en teoría sobre su estrecha relación con el mundo audiovisual a lo largo de su carrera, en lo que podría haber sido un “comentario del director” de 'Björk Digital'.

Pero finalmente se convirtió, inesperadamente, en un diálogo distendido sobre su relación con el oficio del 'dj' y lo que podía esperar a los asistentes a su sesión de cuatro horas en SonarHall. Ataviada con uno de sus estilismos fantasiosos, la islandesa habló sobre cómo jugar con la música de otros le parece liberador: “Trabajar todo el tiempo en tu propio material puede ser claustrofóbico”, aseguró.

A principios de esta década Björk empezó a ofrecer sesiones en Brooklyn, pero poco usuales: en librerías de segunda mano, con ejes temáticos como las líneas de bajo o las palmas; en el primer caso, en una curva de ocho horas, cubriendo desde Bach hasta el hip- hop de Public Enemy. Solo desde hace un par de años lo hace de un modo más profesional en festivales o eventos ligados a 'Björk Digital'. 

Aunque su técnica ha evolucionado (ha pasado de pinchar con el iPod a usar el GarageBand, un 'software' que definió como “ProTools para niños”), no aspira a ser la mejor ‘dj’ del mundo: “Mis sesiones se basan en disfrutar del viaje y compartir mi biblioteca musical”.

DOS HORAS DE CLÁSICA Y WORLD MUSIC

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Ese viaje empieza, avisó, sin demasiada insistencia en el baile y con una mezcla de música clásica y “extraña música del mundo”. “El 'beat' no va a llegar en dos horas. La sesión es como una cornucopia de toda la música que existe alrededor del mundo. ¡Los humanos somos geniales! Bueno, no todos. Y no me hagan decir su nombre”, remató en referencia, se supone, a un mandatario de tupé dudoso.

Quienes esperaran un puñado de grandes revelaciones sobre su proceso creativo quedarían, quizá, defraudados. Pero aprendimos que Björk arranca sus composiciones cantando sola por los bosques de Islandia, y que ha encontrado a un alma gemela en Arca, coproductor del reciente 'Vulnicura'. Remarquemos coproductor: uno de los planes actuales de Björk es publicar un libro de partituras que debería recordar cómo ella crea sus propias canciones a todos los niveles, incluyendo los arreglos. Es una de las consecuencias de una famosa entrevista en ‘The Pitchfork Review’ en la que expresó su frustración por no recibir todo el crédito merecido por sus creaciones, en particular en el aspecto técnico.

Un posible motivo: “Las chicas que producen nunca cuelgan fotos de ellas mismas trabajando con máquinas”. Después de publicarse aquella entrevista, como recordó la propia Björk, apareció un Tumblr, obra del colectivo internacional Female Pressure, que catalogaba imágenes de mujeres produciendo y tocando música.

Preguntada sobre su relación con el pop, si todavía quería cultivarlo, aseguró “amar el pop”. Igual que antes escuchaba a Chaka Khan, ahora escucha a Rihanna; para ella son lo mismo. Pero igual que escucha a Rihanna puede ponerse “una pieza electrónica estonia de tres horas”. Según comentó, todos estamos en contacto con música de muchas clases y lo más natural parece abrazar el eclecticismo.

A las 20.00 horas, como remate del gran día de Björk, la artista compareció ante la feligresía de SonarHall. Un escenario a modo de gran vergel, fauna y flora con la diva vestida de modo estrafalario, como no podía ser de otro modo, cubierta de pies a cabeza por un vestido blanco que parecían vendas y tocada con sombrero del mismo color. Y la cara también cubierta, con solo ojos y boca al descubierto. 

La sesión de 'dj', portentosa, evolucionaría durante cuatro años bajo las coordenadas prometidas: flautas atonales, voces subsaharianas y también guiños al pop arty de Arca o Kate Bush. Todo ello regado por espaciadas notas de un piano solitario. Y trinos de pájaro.