Josep Fontana

«El sistema solo cambiará si los de arriba tienen miedo»

Josep Fontana,ayer, en un balcónde la editorialPasado & Presente.

Josep Fontana,ayer, en un balcónde la editorialPasado & Presente.

ERNEST ALÓS
BARCELONA

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El maestro Josep Fontana cumplirá el próximo domingo 80 años. Pero estos no serán solo días de homenajes para el historiador (el viernes, en Barcelona). Esta semana llega a las librerías su último libro, una obra que demuestra que sigue lleno de energía. EnPor el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945(en la flamante editorial de Gonzalo Pontón, Pasado & Presente) se plantea un reto mayúsculo: interpretar medio siglo con una «nueva secuencia explicativa». Han sido 15 años de trabajo.

-¿Como profesor y como investigador, de qué está más satisfecho?

-Prefiero mirar hacia adelante. Satisfecho... Lo que considero importante es reconocer la deuda con mis maestros: Ferran Soldevila, Jaume Vicens Vives y Pierre Vilar.

-Usted ha sido también maestro de tantísimos discípulos.

-No he querido tener seguidores. He intentado que mis estudiantes piensen por su cuenta. Un maestro enseña a caminar, no es un jefe de secta.

-El día 26 la Universidad de Valladolid le nombra doctor honoris causa. La UAB en cambio lo descartó.

-Sé quién era la gente que me aprecia y me lo quería demostrar. Ya es suficiente satisfacción. También sé cuáles son los sectores radicalmente opuestos a mí y a Jordi Nadal. No me ofenden.

-Gran parte de su libro analiza con nuevos ojos la guerra fría.

-La guerra fría conduce a un endurecimiento por los dos bandos. Lo que hace es impedir que una sociedad democrática avanzada pudiera crecer en un lado y en otro, como parecía posible en 1945, por los miedos de ambos.

-Usted apunta que el miedo al comnunismo tuvo un doble efecto aparentemente contradictorio. Justificar un sistema de dominio imperial, pero también mantener las políticas sociales de bienestar.

-Pero ya desde la revolución francesa las clases dominantes viven con el miedo de un enemigo revolucionario. Desde 1945, Occidente vivió bajo un medio organizado desde arriba porque servía para que la gente se mantuviese en orden. Y cuando tras 1989 se crea un vacío, es Clinton quien empieza a inventarse la guerra contra el terror, una nueva amenaza. Cuando desaparece la URSS no desaparece la OTAN, porque es un instrumento de dominación y cohesión que ha de seguir funcionando.

-Su libro empieza con una pregunta. ¿Por qué las promesas de un mundo nuevo con prosperidad y paz de 1945 no se han cumplido?

-La crisis del 2008 obligaba a repensar todo el periodo. En los años 50 y 60 hay una situación de mejora gradual de los niveles de vida de la gente, de reparto de las ganancias con una cierta equidad. En los años 70 empezaron los cambios que provocaron la gran divergencia, como dice Krugman, una creciente desigualdad entre las clases trabajadoras y medias y el 1%, o por mil, que puede permitir que la economía vaya mal porque ellos siguen ganando. Estos cambios van conduciendo a la situación actual, de máxima desigualdad. Es la consecuencia de las reglas del sistema sobre todo si no hay capacidad para resistir y obligarlo a pactar.

-Así, la crisis no empieza en el 2008.

-Digo que el cambio en la sociedad viene de los años 70, cuando empieza el proceso que nos ha llevado a la situación actual. El temor de las empresas de EEUU ante lo que ha sucedido en los 60, ante la aparición de actitudes críticas con el sistema de libre empresa, les lleva a actuar políticamente para obtener medidas favorables del Gobierno de EEUU. Impiden que se cree una agencia de protección al consumidor. Consiguen que bajen los salarios con la desaparición de los sindicatos y que bajen los impuestos a los más ricos. Se crean las áreas de libre comercio: desindustrializas los EEUU y haces caer los salarios pero sigues viviendo prósperamente porque te endeudas con China y porque convences a la gente que compre endeudándose. Se crea esa burbuja que no controla nadie. La eliminación de controles sobre los mercados ya favoreció que en los años finales del siglo XX se produzcan toda una serie de crisis en Asia, Argentina, México, que se van recuperando, lo que crea la ilusión de que la economía se autocorrige. Es en estos momentos cuando se producen los mayores disparates, el endeudamiento y las operaciones financieras especulativas.

-Un sistema que le hace actuar en contra de su propia sostenibilidad no parece muy inteligente.

-Se puede producir una situación en que nosotros hablemos de crisis porque hay empobrecimiento y paro pero en la que las finanzas y los sectores que se basan en el consumo de los más ricos prosperen sin temer que haya una reacción porque no hay una alternativa, un planteamiento revolucionario a escala de toda la sociedad occidental. Y sin una alternativa todo lo que puedes tener son alborotos y protestas, y se sabe muy bien cómo liquidarlos.

-Pero usted acaba planteando la expectativa de una «nueva revuelta».

- Quizá la alarma llegue cuando empiecen a producirse quejas generalizadas de esta generación de 20 a 30 años a la que se le niega cualquier perspectiva de futuro, como las de los estudiantes de Chile, los ocupantes de Wall Street, los indignados de Madrid o de Barcelona o la primavera árabe. Piensan que las cosas han de cambiar. Pero, ¿cómo?

-Pero si no el miedo a una revolución, si al menos el miedo a un colapso del sistema debería provocar una reacción, ¿no?

-Cuando las cosas van bien la ceguera de los que disfrutan de los resultados puede ir muy lejos. ¿Un colapso del sistema? Si el sistema aguanta que la gente esté en el paro y pase hambre, los que están arriba no se tienen que preocupar demasiado. La salida más inmediata sería civilizar el sistema, con un reparto más equitativo y voluntad de mantener los derechos sociales. Pero los de arriba nunca lo harán por su propia voluntad. El sistema solo cambiará si tienen miedo. Los que han de pensar en que hay que cambiar el sistema son los que están peor que nunca, porque el problema es si esto es una crisis temporal o una crisis a largo plazo que condena a mucha gente a quedar marginados. No sabemos si lo que está naciendo en las bases acabará dándoles miedo. Eso depende de que sean capaces de extender la convicción de que las cosas han de cambiar a un conjunto amplio de la población, no solo pensar que ellos van a cambiar el mundo.