ESTRENO EN EL MERCAT

Síntesis de un sueño

Pere Faura evoca a sus héroes John Travolta, Maya Plietseskaya y Gene Kelly en 'Sin baile no hay paraiso', un solo autobiográfico y didáctico

Pere Faura, en plan Travolta, en una escena del montaje.

Pere Faura, en plan Travolta, en una escena del montaje.

MARTA CERVERA / BARCELONA

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Solo Pere Faura (Barcelona, 1980) es capaz de unir sin complejos en un mismo espectáculo cuatro coreografías tan diferentes como el baile que se marca Gene Kelly en 'Cantando bajo la lluvia', el solo discotequero de John Travolta en 'Fiebre del sábado noche', las variaciones matemáticas de la danza contemporánea de Anne Teresa de Keersmaeker y la escena de la muerte en 'El lago de los cines' de la divina Maya Plitseskaya. A través de todos ellos, a partir del movimiento y de un didáctico diálogo con el público, Faura explica su relación con la danza en 'Sin baile no hay paraiso', una 'performance' para todos los públicos que llega hoy a la sala principal del Mercat.

Su nueva versión es la más completa de las que ha realizado hasta ahora. «Aunque sigue teniendo el humor que siempre está en mis obras, he eliminado partes cómicas. Estoy en un plan más existencial. Ahora el espectácilo tiene un tono más poético», dice Faura. Los cuatro solos elegidos son piezas icónicas. Todas ellas le marcaron y le impulsaron a realizar su sueño de dedicarse a la danza.

Recorrido artístico y vital

Faura empezó bailando en musicales. Después hizo claqué hasta que se cansó y quiso probar con el ballet clásico, «aunque mi cuerpo no fuera el ideal», recuerda el coreógrafo, que al final halló su lugar en la danza contemporánea, mucho más abierta a experimentos y otras disciplinas. Eso explica tres de las coreografías escogidas. La inclusión del número 'disco-dance' de Travolta es su particular un homenaje a los bailes en la discoteca, «un elemento de formación que también considero importante», revela. Cada solo le da pie para hablar de diferentes aspectos de la danza y de la historia del género. Cuando se pone en plan Travolta saca a colación el tema de la propiedad del movimiento, y con la pieza de Keersmaeker resalta la conexión entre música y danza a través del concepto de variación. «Su pieza es quizá la menos conocida por el gran público, pero la incluyo porque resalta como nadie la conexión entre movimiento y música».El solo de Kelly sirve para plasmar la obviedad de los musicales y el de Plitseskaya, para algo mucho más profundo, la muerte. «Explico cómo murió Anna Pavlova, que quiso hacerlo con las botas puestas. Cuando vio cerca su fin a causa de una pulmonía pidió que le trajeran el vestuario de cisne para morir con él», rememora el coreógrafo.

Más allá de ofrecer las coreografías originales, «que ha sido la parte más dura de todo», también muestra su versión de cada una, mucho más actual. «Este espectáculo es una declaración de principios, porque la danza es un todo. Sin referentes no hay evolución».

Un escenografía simple pero sorprendente juega tanto con elementos retro como con originales proyecciones de Desilence Studio, que también creó las del exitoso musical 'El petit príncep'.