Simenon, mi padre

John, hijo del autor y albacea de su legado, reivindica el valor literario y la humanidad del padre de Maigret

John Simenon, hijo del escritor y albacea literario del legado del padre de Maigret.

John Simenon, hijo del escritor y albacea literario del legado del padre de Maigret.

ELENA HEVIA / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Una leyenda apócrifa asegura que cuando Alfred Hitchcock llamó por teléfono a Georges Simenon y le dijeron que no podía ponerse porque acababa de empezar una nueva novela, Hitch respondió: «Bien. No cuelgo, espero». El chiste da cuenta de su altísima velocidad de crucero en la escritura. El escritor belga era capaz de completar una novela en diez días, a razón de un capítulo al día -sin importar si estaban protagonizadas por su comisario Maigret o bien era una de esas obras que él llamaba 'duras', por su mayor complejidad-. Más de 200 libros firmados con su nombre y otros tantos bajo seudónimo componen un legado que a pesar de haber sido bendecido por figuras como André Gide, Céline, T. S. Eliot o Josep Pla -que lo apreciaba especialmente- tuvo que ganarse a pulso la consideración de los miopes a causa de la esencialidad de su estilo y su popularidad.

Contra todo esto, el segundo de sus hijosJohn, nacido en Estados Unidos, ha tenido que luchar a diario desde que fue nombrado albacea de su padre, a la muerte de este en 1989. Ayer en Barcelona, ciudad que ha visitado para seguir de cerca la publicación de las novelas de la que ahora se encarga Acantilado -el próximo mes aparecerá un caso de Maigret, 'El arriero de 'La Providence'» y en junio, su biográfica 'Pedigrí'-, y con obras instaladas en la Biblioteca de La Pléiade, asegura que ya nadie duda de su consideración de clásico. «Mi padre estaba obsesionado con la idea de reflejar la esencia del hombre y necesitaba hacerlo con una gran simplicidad. Hay una definición que lo explica bien: 'Cuando leo llueve, yo veo la lluvia, eso es el estilo'. Él sabía hacerlo. Y establecía con el lector una gran inmediatez. Cada uno de sus libros muestra un ángulo distinto de quienes somos».

Digna de sus novelas más sombrías, la vida íntima de Simenon alimentó sus feroces libros autobiográficos. El autor tenía una necesidad compulsiva de sexo -practicado a diario, era para él lo que su biógrafo Pierre Assouline define como la ducha de buena mañana-. Llegó a ser conocido como el hombre de las 10.000 mujeres cuando en un reportaje junto a su amigo Federico Fellini confesó esa cifra. John estaba también presente entonces y puntualiza: «Fue durante el rodaje de Casanova. Su amigo Fellini dijo que consideraba al gran amante como un 'stronzo' ('idiota') y mi padre puntualizó que no solo era tonto sino también le parecía un pésimo conquistador. Se puso a calcular diciendo que él había hecho el amor todos los días desde que tenía 15 años y llegó a esa cantidad. Pero se refería a relaciones, no a mujeres».

Según John, nunca conoció a una mujer que no se sintiera atraída por su padre, a pesar de que no ejercía de activo seductor: «No a todas interesaba en el sentido sexual de la palabra. Hoy sus lectores son mayoritariamente mujeres. Él vivía en una época en la que los hombres acudían con normalidad a los burdeles y decía que intentaba encontrar en esos lugares relaciones que no fuera estrictamente higiénicas. Hoy resulta difícil de comprender».

EL INFIERNO MATRIMONIAL

Tampoco es fácil de imaginar que la vida familiar de Simenon no se viera comprometida por sus múltiples y variadas infidelidades. Después de la guerra, el escritor se trasladó a Estados Unidos donde conoció a la canadiense Denyse Ouimet, madre de John, que se convertiría en su segunda esposa -la primera le siguió con su primer hijo y se instaló cerca de su casa-. Simenon convivía con ellas, además de 'Boule' que entró a su servicio como cocinera y había sido su amante y otra muchacha de servicio que también pasó por su cama. «Él tenía una vida familiar y su relación con mi madre era muy sólida, por lo menos entonces. Pero antes de casarse él dejó muy claro que necesitaba sexo extramatrimonial. Quería ser libre de hacerlo sin engañar».

Muchos años más tarde la relación de pareja se convirtió en un infierno principalmente por la inestabilidad emocional de ella, que llegó a afectar también a la hija de ambos, Marie-Jo, la niña de los ojos de su padre, que se suicidó a los 25 años. Tras su muerte, Denise acusó a Simenon de haber alentado una fijación romántica de la muchacha hacia él y el escritor contraatacó con sus explosivas 'Memorias íntimas'. Sobre la carta de despedida que dejó la hija sobrevolaba la sombra del incesto, algo que su hermano John ha zanjado siempre y en cada de una de las entrevistas con un tajante «eso es absurdo». Para el hijo no hubo verdugos y víctimas en el final del matrimonio. «Creo que si mi padre hubiera podido hacer frente a las debilidades de mi madre no hubiera sido escritor».

Sea como fuere, Simenon jamás escondió en público sus miserias. Ni el desamor que sufrió por parte de su madre, ni su adicción sexual -que no concebía como patológica-, ni la muerte de la hija que lo desmontó en los últimos años. «Sentía que debía contarlo por una cuestión de honestidad, una honestidad brutal. Decía que prefería que lo odiaran por lo que era, antes de que le amaran por lo que no era».