Análisis del efecto de las nuevas tecnologías

El siglo de los datos

Tres rincones de la muestra con la instalación de Erik Kessels (a la izquierda), y la de Ingo Gunther (abajo a la derecha).

Tres rincones de la muestra con la instalación de Erik Kessels (a la izquierda), y la de Ingo Gunther (abajo a la derecha).

NATÀLIA FARRÉ / Barcelona

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¿Puede reproducirse el movimiento del mar que se origina en un punto concreto a otro punto situado a 9.000 kilómetros de distancia y hacerlo en tiempo real? Sin ninguna duda. De hecho, es lo que hace Tele-Present Water, la escultura cinética de David Bowen que a partir de los datos que transmite una boya situada en las islas Shumagin de Alaska (EEUU) representa el oleaje del océano Pacífico en la tercera planta del Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) para dar la entrada a Big Bang Data. La exposición -aunque sus responsables prefieren hablar de proyecto por su magnitud y por las disciplinas que abraza- que se adentra en el fenómeno de la explosión de datos en el que se halla inmerso el mundo para reflexionar sobre ello y plantear cuestiones como: ¿Son los datos el  nuevo petróleo? ¿Son una fuente de riqueza infinita? ¿Son la munición que carga las armas de la vigilancia masiva? ¿Son una oportunidad para el conocimiento, la prevención, la eficacia y la transparencia?

Para entender la magnitud del proyecto, que además de la exposición contiene una setentena de actividades paralelas gratuitas, basta con mirar los cambios que ha sufrido el mundo en los últimos años y las cifras que acompañan a esta evolución: cada día se generan 2,5 trillones de bytes y durante el 2009 se produjeron la misma cantidad de datos que en el periodo que recorre  la historia de la humanidad hasta ese momento. A partir de aquí, la exposición, hasta el 26 de octubre, se despliega siguiendo la máxima que afirma que «si la novela ha sido la gran forma cultural del siglo XIX y el cine la del siglo XX, la forma cultural del siglo XXI será la base de datos», apunta José Luis de Vicente, comisario de la muestra junto a Olga Subirós.

De manera que Big Bang Data despliega obras de artistas y creadores que exploran los datos como lenguaje cultural. Ahí está Timo Arnall

con su Internet Machine, una instalación que reproduce el data center más grande de España y que hace referencia «a la metáfora engañosa de eso que llamamos nube pero que no esconde nada ligero ni intangible, sino una gran industria pesada y una forma de poder», apunta De Vicente.  O el mapamundi con todos los cables subterráneos que cruzan los mares diseñado por Markus Krisetya, Larry Lairson y Alan Mauldin.

Turistas rusos

La datificación del mundo o cómo lo hemos llenado de sensores, GPS y dispositivos varios que captan información queda claro con las pantallas que muestran a tiempo real cómo se mueven los turistas rusos por Barcelona, la cantidad de aviones que en un momento concreto surcan los cielos de la península o dónde están los animales protegidos, e identificados con un chip, que nadan por los océanos. El cómo se muestra esta información lo plasma el artista Ingo Gunther con los 14 globos terráqueos que dibujan las zonas de la Tierra según diferentes rangos de datos como pueden ser la esperanza de vida en cada país o el número de ataques de tiburones en cada parte del mundo.

Y por supuesto, la muestra no se olvida del principal agente de la explosión de datos en la actualidad: los ciudadanos y su actividad cotidiana, que queda representada de una manera muy física por el millón de imágenes impresas y desparramadas en una sala por Erik Kessels, la misma cantidad que cada día se cuelgan en Flickr. Ni se olvida de la explotación comercial de la intimidad de los individuos ni de las implicaciones geopolíticas que ello conlleva: «No podemos ignorar el hecho de que los servicios que utilizamos cada día ofrecen un grado de acceso a nuestra privacidad que cambia de manera radical nuestra relación con los poderes», concluye De Vicente.

Aunque no lo hace sin antes avisar que la exposición oculta también sensores, artilugios que recogen el movimiento de los visitantes, la actitud y el tiempo pasado frente a cada  pieza. Un sistema de vigilancia analítica usado en los centros comerciales que permite saber qué gusta o no a los consumidores, en este caso a los espectadores.