ARTE

Un siglo de amistad

El Museu Picasso documenta la relación que mantuvo el pintor malagueño con los Reventós, la familia que le introdujo en la sociedad barcelonesa

Amigos 8Ana y Jacint Reventós, junto el retrato que Picasso realizó de su tío abuelo Ramon Reventós.

Amigos 8Ana y Jacint Reventós, junto el retrato que Picasso realizó de su tío abuelo Ramon Reventós.

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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En 1909, Pablo Picasso regaló un grabado a Isidre Reventós realizado en 1905 como agradecimiento por su amistad. La pieza, Salomé, tiene un tiraje de solo 12 ejemplares, de manera que «regalarlo fue una gran muestra de respeto», según Malén Gual, conservadora del Museu Picasso. El mismo respeto que mostraron toda la vida los Reventós que, pese a su gran valor, jamás lo vendieron. Lo conservaron como el malagueño guardó toda su vida en su colección particular los retratos que hizo de Ramon y Jacint Reventós, hijos de Isidre, y que formaron parte de la primera exposición individual del genial artista en Els Quatre Gats, en 1900.

Las tres piezas lucen ahora en Picasso y els Reventós, la pequeña exposición con la que el centro de la calle de Montcada «celebra la amistad que mantuvieron durante casi un siglo», apunta Gual, y que también reúne fotografías y libros ilustrados, además de las cartas que intercambiaron, ocho de las cuales las ha cedido la Fundación Picasso-Reventós al museo por cuatro años renovables. Isidre Reventós, maestro de obras y poeta aficionado, fue un activista cultural de la Barcelona de los siglos XIX y XX. Su casa era famosa por las tertulias informales que acogía, por ahí pasaron Isaac Albéniz, Ramon Casas, Miguel Utrillo, Santiago Rusiñol, Carles Casagemas, Pau Gargallo, Eugeni D'Ors y un sin fin más de artistas e intelectuales de la época. Y también Picasso. Para el malagueño los Reventós -sobre todo Ramon y Jacint- fueron la puerta de entrada a la sociedad civil barcelonesa, y fueron también sus amigos de Barcelona.

A pie cada día

Recorrer la exposición es recorrer los encuentros y desencuentros de la relación que mantuvieron. Muy intensa durante los años de Barcelona y los primeros viajes de Picasso a París, más espaciada cuando el malagueño, en 1917, se instaló definitivamente en la capital francesa. Ramon murió en 1923 pero el respeto que sentía el artista por él no se desvaneció. Prueba de ello es el empeño que mostró Picasso en editar los cuentos publicados por Ramon Reventós en revistas artísticas y humorísticas. «Fíjate si quería a tu tío, que cuando tuve la idea de darlo a conocer aquí en París fue durante la guerra. Iba muchos días a la Biblioteca Nacional, a pie cada día, con los peligros que esto entrañaba, para copiar esos dos cuentos, y los copié todos a mano», le contó en su día Picasso al hijo de Jacint Reventós.

Los cuentos (El centaure picador El capvespre d'un faune) se publicaron en 1947 ilustrados con grabados del malagueño. Uno de los ejemplares, con dedicatoria incluida, fue enviado a Jacint Reventós. El regalo dio pie a reiniciar de nuevo la relación, enfriada con el paso del tiempo, que se mantuvo hasta la muerte de Jacint (1968) y continuó con los hijos de este hasta la desaparición del genio, en 1973.