El sexo, materia central

Los celos y la pulsión amorosa mezclaron en la obra de Vicente Aranda con el duro retrato social

Vicente Aranda, junto a Victoria Abril, su actriz fetiche, en la presentación en Madrid de 'Tirant lo blanc', en el 2006.

Vicente Aranda, junto a Victoria Abril, su actriz fetiche, en la presentación en Madrid de 'Tirant lo blanc', en el 2006. / periodico

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Vicente Aranda realizó su última película en el 2009. Se trata de 'Luna caliente'. En ella se conjugan dos de los aspectos básicos de su repertorio temático, la pulsión y fascinación sexual –en este caso entre un exiliado que vuelve a España coincidiendo con el Proceso de Burgos, en 1970, y la joven hija de un antifranquista– y el retrato de una España fracturada por la guerra civil y la dictadura.

En buena parte de su obra, estos dos aspectos coinciden y alcanzan un gran relieve dramático. En pocas ocasiones acudió el cineasta a épocas más pretéritas. Los tres únicos casos fuera del siglo XX son 'Juana la Loca' (2001), en la que por otro lado ya trató la historia de la hija de Isabel la Católica desde su perspectiva habitual de autodestrucción amorosa; 'Carmen' (2003), decepcionante versión del clásico de Prosper Merimée, otra inmersión en el infierno de los celos, y 'Tirant lo Blanc' (2006), adaptación de la popular obra épica de Joanot Martorell.

La sintonía con la prosa de Juan Marsé fue ejemplar en este sentido. En 'Si te dicen que caí' (1989) -también lo adaptó en 'La muchacha de las bragas de oro' (1979), 'El amante bilingüe' (1992) y 'Canciones de amor en Lolita's Club' (2007)-, Aranda supo transcribir muy bien el clima de la Barcelona miserable de posguerra, el recurso de los aventis para evadirse de la dura realidad del momento, la corrupción y perversión imperante en un mundo que debía partir de cero. Aranda lo conocía tan bien como Marsé: el primero nació en Barcelona en 1926 y el segundo vio la luz en la misma ciudad siete años más tarde, así que vivieron la posguerra barcelonesa como adolescente y como niño, respectivamente.

Victoria Abril es la protagonista de Si te dicen que caí. No tardó en convertirse en la musa de Aranda, quien le dio su primer papel de relieve en Cambio de sexo (1976), en el que incorpora a un joven que se siente mujer y ya no puede resistir más su cuerpo-mortaja masculino. La otra sexualidad, reprimida durante tantos años por el franquismo, aparecía sincera y rotunda en pantalla.

La actriz repetiría con Aranda en 'La muchacha de las bragas de oro' –otro experimento de franqueza sexual–, 'Asesinato en el Comité Central' (1982) –según la novela de Vázquez Montalbán perteciente al ciclo Carvalho–, 'El crimen del capitán Sánchez' (1985) –episodio de la teleserie 'La huella del crimen'–, 'Tiempo de silencio' (1986) -junto al actor más utilizado por el director, Imanol Arias-, 'El Lute. Camina o revienta' (1987) –primera entrega del díptico dedicado al célebre Eleuterio Sánchez–, 'Si te dicen que caí', 'Los jinetes del alba' (1990) –domesticada producción televisiva–, 'Amantes' (1991) -el mayor éxito comercial de Aranda, que logró el Goya al mejor director y película-, 'Intruso' (1993), 'Libertarias' (1996) –la única película del director ambientada directamente en la guerra civil española y urdida a partir de un argumento del crítico cinematográfico José Luis Guarner, uno de sus mejores amigos y valedores– y 'Tirant lo Blanc'.

Pero antes de todo esto, en sus inicios, Aranda formó parte, aunque de manera esquinada, de la denominada Escuela de Barcelona. Su debut, 'Brillante porvenir' (1964), título elegíaco codirigido con Román Gubern, se inscribe en la tendencia menos radical de este movimiento liderado por Joaquim Jordà, Pere Portabella, Jacinto Esteve y Carles Durán. Sin embargo, en su siguiente filme, 'Las crueles' (1965), Aranda experimentó con el relato y el 'look' visual como nunca después lo haría.

Mantuvo buena relación con los integrantes del movimiento (Jordà, Gonzalo Suárez y Ricardo Bofill colaboraron en algunos de sus filmes como guionistas), se animó con el género de terror en 'La novia ensagrentada' (1972), dibujó mejor que nadie el paisaje devorador de los celos y la autodestrucción en 'Celos' (1999) y siempre se mantuvo fiel a sí mismo aunque algunas de sus obras cayerán en la retórica y cierta autocomplacencia, caso de 'La pasión turca' (1994) o 'La mirada del otro' (1997).

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