Los secretos tras el descuento de Sant Jordi

Tras el 10% y las pilas de libros, o los títulos agotados, se oculta una complejo e ineficiente mecanismo comercial

Compradores en la Casa del Libro, en el paseo de Gràcia.

Compradores en la Casa del Libro, en el paseo de Gràcia. / DANNY CAMINAL

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Las librerías catalanas han decidido aplicar este año el 10% de descuento de Sant Jordi el sábado y el domingo: algunos lo querrían extender a toda la semana y otros preferirían que no existiese. Algunos libreros protestan por la presión, alimentada por los comerciales de las editoriales y las informaciones sobre los libros que supuestamente serán los más vendidos, por atiborrar sus locales con estos títulos. Otros se quejan de que los grandes grupos no les suministran en cantidad suficiente esta mercancía de venta fácil. ¿Qué hay detrás de todo esto?

DESCUENTOS Y DESCUENTOS

Empecemos por el descuento. Durante todo el año, los libreros pueden aplicar facultativamente una rebaja del 5%, según la ley que fija un precio fijo para evitar la competencia salvaje de grandes superficies contra pequeños libreros. El día del libro o en ferias se puede ampliar al 10%. “Preferiría poder hacer descuento al cliente que se gasta 150 euros cada 15 días pero solo lo podemos hacer al que compra un libro al año”, se lamenta Xavier Vidal, de la librería No Llegiu. Pero hay otro concepto muy distinto al que, en jerga comercial, también se denomina descuento: el porcentaje que se queda cada librero de cada venta, pactado con cada editor a través de sus redes comerciales. El habitual es del 30%. Para un buen cliente un 35%; para una gran cadena un 44%; una gran editorial puede fijar un 25% disuasorio para una librería pequeña y que no le ofrece garantías… Algo a lo que se le podría llamar mercado.

¿Y EN SANT JORDI?

Esto cambia en Sant Jordi. Y tiene que ver con cuántos libros encontraremos sobre las mesas de las librerías. Si el libro se rebaja el 10%, ¿quién deja de ganar ese dinero? La práctica habitual es que el porcentaje medio para el librero, que ha de asumir costes de personal extras, sube al 35%, de manera que la mitad del descuento va a cargo de él, y la mitad la sufraga el editor. Algunos libreros protestan porque grandes grupos les empujan a encargar los éxitos garantizados de Sant Jordi a principios de año (con un beneficio de solo el 30%, por ejemplo), o limitan su porcentaje en Sant Jordi al 32,5%, o les amenazan con no suministrarlos si no los piden hasta las vísperas de Sant Jordi. O sencillamente lo hacen, provocando desabastecimiento en las librerías afectadas.

CLIENTES Y CLIENTES

“Efectivamente, el sistema no funciona bien, y la estacionalización creciente dificulta la distribución, pero afecta a todos, libreros y editores”, reconoce el secretario técnico del gremio, Marià Marín. “Hay libreros que quieren decorar la ciudad con libros; sus peticiones nos hacen aumentar tirada y después devuelven el 60% a la editorial, que los ha de abonar y se los come”, señala un editor, que justifica así que no se atiendan todas las peticiones de género “por si acaso” que llegan a través de las distribuidoras.

“Todo depende de si hay una relación fluida con la editorial el resto del año”, explica Xon Pagès, de Etcètera, que en principio tiene su librería bien surtida. Es decir: las quejas suelen venir de libreros que apenas adquieren libros de gran consumo durante todo el año pero se despachan con pedidos enormes solo en el 23 de abril. “Es normal se dé preferencia a los clientes habituales, independientemente de si son pequeños o grandes”, reconoce Marín, cuyo gremio, aun así, ha enviado un escrito a los editores pidiendo una revisión de prácticas discutibles. En definitiva, Sant Jordi es una fiesta. Y también es mercado.